No podía creer lo que estaba sucediendo. Por culpa de la obsesión de un hombre, perdí al amor de mi vida en un segundo. Me sentía miserable, vacía, humillada y peor aún, con las manos atadas.
Por un lado, el padre de Ichiro, Ozuru Tanaka, me había amenazado con denunciarme a las autoridades como cómplice del asesinato de su hijo si yo me atrevía a denunciar lo que éste me había hecho. A él solo le importaba proteger la reputación de su familia, la cual quedaría destruida ante la ciudadanía si se llegaba a enterar del abuso que cometió en mi contra.
Por otro lado tampoco podía ir con Daiki para decirle que huyera lo más lejos posible de Tanaka-san porque no tenía idea en dónde podía estar. El hombre había pagado una gran suma de dinero para poner tras la pista de Daiki a los mejores Yorikis de la provincia para que estos recorrieran todo el país hasta encontrarlo y ponerlo en prisión hasta que lo condenaran a la muerte.
Cuando fue a hablar conmigo para que entregara a Daiki, me negué a decirle siquiera su nombre. Quería saber la identidad del hombre que había asesinado a su hijo sin asumir que la raíz de todo lo malo que sucedió fue por culpa del mismo Ichiro. Ozuru Tanaka no entendía que la acción cometida por su hijo era más condenatoria que la de Daiki. No solo había tratado de violarme sino también había intentado matar a Daiki, quien solo se defendió con el resultado que ya todos sabían, aunque no las razones.
Estaba claro que el hombre no descansaría hasta ver muerto a Daiki.
Nueve meses habían pasado desde que Daiki y yo nos conocimos y siete desde que había huido de Yamashiro. Durante todo ese tiempo mi vida fue un infierno. Lo extrañaba demasiado y anhelaba el día en que volviera por mí. Sabía que ese día tarde o temprano llegaría, solo tenía que tener paciencia. Lo único que mantenía mi mente distraída para no sumirme en desconsuelo era mi trabajo como curandera. Cada día llegaba gente a buscar una cura para sus enfermedades y yo era feliz de poder ayudarlas. Kyomi también había hecho grandes avances. Gracias a su fuerza de voluntad junto a las terapias que recibía, no tardó mucho en ponerse de pie y volver a caminar. Aunque aún le costaba un poco, el hecho de contar con las muletas que Taro-san había mandado hacer para ella, le facilitaba enormemente la labor. Kyomi al fin era feliz y se sentía libre de su dolencia casi en su totalidad.
En una oportunidad llegó a mi puerta un hombre, un mensajero, que venía de parte de una mujer que buscaba mis servicios para una amiga suya, a la cual se negaba a dejar por miedo a que muriera en su ausencia. Al parecer la condición de la amiga era grave y ningún otro curandero pudo sanarla.
Llegué al lugar como siempre, cubierta con una capa que mantenía oculto mi cabello y parte de mi rostro para evitar que se propagara la creencia de que yo era una hechicera de cabello rojo que no solo curaba a la gente sino también lanzaba hechizos diabólicos a mis enemigos. Porque eso era lo que pensarían si me vieran.
La mujer se llamaba Okuni y era dueña de un teatro ambulante que recientemente había llegado a la ciudad para ofrecer entretención a la gente de Yamashiro. Lamentablemente una de las actrices había enfermado en Izumo, el anterior lugar en donde se habían presentado, y producto de eso se vio en la necesidad de cancelar sus funciones en Yamashiro hasta que la mujer mejorase, si es que lo hacía.
Un hombre que había visto su actuación en esa ciudad, había quedado fascinado con la mujer y la había invitado a cenar antes de partir del lugar. Al día siguiente, la mujer amaneció con fiebre, vómitos y diarrea al igual que el resto de las personas que comieron en el mismo lugar, según se enteraron después.
Cuando estuve frente a la mujer pude ver la gravedad de su estado. Todos los síntomas que presentaba apuntaban a que tenía el Cólera. Seguramente la ingesta de comida contaminada con la bacteria la enfermó. Estaba realmente grave y no me atrevía a asegurar que saliera con vida. La pobre estaba mortalmente pálida, deshidratada, presentaba sudoración fría, el pulso irregular y presión arterial baja. No había un buen augurio para ella.
_Lamento decirle que la condición de la paciente es sumamente grave. Ha sido atacada por una bacteria muy agresiva en su sistema digestivo lo que le ha provocado los síntomas que presenta. Le prepararé una medicina que espero le ayude a recuperarse. Además, necesito que sigan las indicaciones que les dé al pie de la letra si quieren que las probabilidades de salvarla aumenten_ le dije a la mujer de nombre Okuni.
_Haremos lo que sea necesario_ me dijo con notoria preocupación.
Saqué como en otras ocasiones, mi pequeña hornilla, mis hierbas, cuencos y vasijas, y me puse a preparar la medicina que se necesitaba para el caso. Ésta debía hacerse con hierbas ricas en potasio, como la hierbabuena, el cilantro, la albahaca y el eneldo. Una vez que la tuve lista, se la entregué a Okuni-san en una vasija con tapa.
_Esta medicina deben dársela cada 6 horas, una cucharada por vez. Adicionalmente deben preparar una solución de rehidratación. Deben mezclar 1 litro de agua cocida junto con media cucharadita de sal y 8 cucharaditas de azúcar. Esta mezcla, tienen que dársela por sorbos hasta que ya no tenga sed. Si la vomita, esperen 10 minutos e intenten de nuevo hasta que ya no la vomite. Dentro de 24 horas debería presentar una notable mejoría si es que hemos estado a tiempo. Mañana volveré a ver cómo sigue. Espero sinceramente que mejore_.