DAIKI
Cuando hui de Yamashiro, nunca pensé que volvería a ser un Ronin otra vez. Le había prometido a Faith que dejaría esa vida para trabajar en algo que nos permitiera vivir tranquilos como una familia normal, amándonos y cuidando de los hijos que llegaran. Pero la situación había cambiado drásticamente. Ahora era un fugitivo de la ley y estaba siendo perseguido por Ozuru Tanaka, quien lo único que deseaba era mi cabeza.
Recorrí todas las aldeas que iba encontrando a mi paso, respondiendo a cuanto duelo se ofrecía en ellas para ganar las recompensas ofrecidas y juntar el dinero que necesitaría para volver con Faith y huir juntos hacia un lugar lejano.
Mi paso por ellas era corto. No tardaban en llegar los Yorikis repartiendo carteles con mi rostro por todas partes ofreciendo una cuantiosa suma de dinero a quien me entregara. Cuando eso sucedía, no tenía más opción que tomar mis cosas y seguir huyendo.
Hubo pueblos en que mi sola presencia causaba recelo sin siquiera haber combatido una sola vez. En ellos me confundían con un hombre llamado Musashi Miyamoto, otro Ronin que, según las malas lenguas, tenía mi mismo rostro. Yo no desmentía esos cuentos, es más, los aprovechaba para que la gente me temiera y me respetara. Ese nombre me ayudó en más de una ocasión para conseguir que aquellos que admiraban a tal hombre me dieran cobijo cuando aparecían los Yorikis tras mi pista.
Reanudar mi vida de Ronin no fue difícil y debo reconocer que hasta fue emocionante volver a enfrentarme a duelos con dignos oponentes que me ayudaron a mejorar más aún mis habilidades como espadachín. Sin embargo, extrañaba a Faith cada maldito segundo del día. Extrañaba sus besos, sus caricias, su lengua viperina, su rostro, su cabello, su voz…. todo. Hubiera dado cualquier cosa por volver a ella, pero lo cierto era que cada vez que aparecían los malditos Yorikis, con Ozuru Tanaka a la cabeza, yo me alejaba más de ella. El único lugar que me brindó seguridad un tiempo más prolongado fue Izumo.
Me había llegado la noticia de que en esa provincia había excelentes estrategas, siendo el mejor de ellos un luchador de Kendo que trabajaba para el Señor de la comarca llamado Matsudaira.
Yo no quería desaprovechar la oportunidad de enfrentarme a ese luchador y tomando prestado el nombre de Musashi, le solicité a Matsudaira que me permitiera luchar con ese hombre bajo sus órdenes. Matsuadira concedió el permiso ya que estaba entusiasmado con verme tener un encuentro con su guerrero. Este último usaba como arma un Bo y yo portaba conmigo dos espadas de madera.
El encuentro amistoso se llevó a cabo en los jardines de la mansión de Matsudaira. La verdad es que creí que la batalla en sí sería más extensa y gratificante, que al menos puliría mis habilidades, pero no fue así. En cuestión de minutos, acorralé al samurai en dos pasos y lo desarmé golpeándolo en ambos brazos ante la sorpresa de Matsudaira y del mismo guerrero.
Como Matsudaira quedó decepcionado, él mismo quiso batirse a duelo conmigo. Yo quería que el hombre quedara satisfecho con mi presencia así que acepté el desafío. Cuando Matsudaira comenzó a asumir una posición de guardia, golpeé fuertemente su espada partiéndola en dos antes de siquiera terminara de prepararse.
Reconociendo su derrota, me rogó que me quedara en su mansión y le enseñara mis conocimientos de lucha, lo que me permitió mantenerme oculto de Ozuru Tanaka por un tiempo.
Cuando me fui de la mansión de Matsudaira, me quedé en Izumo. Encontré un trabajo temporal en la herrería del lugar y aprendí a fabricar hermosas armas, entre ellas, katanas, wakizashis, naginatas y odachis entre otras. Sin embargo, un día tuve que hacer un trabajo completamente distinto. Hasta fue gracioso de alguna manera.
Una mujer, dueña de un teatro itinerante, había llegado a la ciudad junto a su compañía de actrices para dar funciones de entretenimiento. Después de una de ellas, la armadura de Samurai que ella misma usaba se dañó y fue a parar a la herrería para que yo se la reparara.
_Buen día, herrero_ me dijo la mujer con aire de aristócrata.
_Buen día, señora_ le respondí sin dejar de trabajar.
_Necesito que hagas un trabajo para mí_ Cuando levanté la cabeza para ver de qué se trataba, la mujer me quedó mirando fijamente asombrada por mi rostro. No es que yo fuera un hombre demasiado apuesto como para todas las mujeres se fijen en mí, pero me di cuenta de la razón de su mirada, era porque seguramente encontró el evidente parecido entre ese tal Musashi y yo.
_Mi armadura de Samurai se ha estropeado y necesito que la repares ahora mismo. Te pagaré lo que pidas, pero debe ser cuanto antes_ solicitó con calma pero con firmeza, como una mujer acostumbrada a dar órdenes.
_Está bien. Haré lo que pida, pero no será barato dado el apuro_ Luego de mirar el daño le dije que no tomaría mucho tiempo, así que se sentó pacientemente a esperar a que hiciera el trabajo. Aunque trataba de disimular, su mirada no dejaba de posarse en mí. Sabía que sentía curiosidad y la pregunta que me hizo no hizo más que confirmar mi duda.
_Dime, herrero. ¿Cuál es tu nombre?_.
_¿Por qué quieres saberlo?_ pregunté.
_Simple curiosidad_ respondió.
_Siento dejarla con la duda, pero mi identidad es algo que reservo por motivos personales_ le dije solo para fastidiarla.