Capítulo 12

Lo miré salir desnudo del cuarto de baño hacia la habitación, miré alrededor y tomé una toalla con la que me cubrí, aunque él me conocía toda pero no me sentía en la confianza de andar como Eva en el Edén.

Me mordí el labio al verlo frente a la ventana, aún desnudo, creo Salomón lo hacía a propósito para tentarme y lo estaba logrando.

- ¿Con quien esta Ana?-

- Con Rosa - se quedó en silencio - ¿A que juegas Julieta? - se giró y me miró con la mirada más fría que un iceberg.

- No estoy jugando- retrocedi al verlo avanzar como una pantera al acechó.

- Ibas a permiterle que te besara -fijó su mirada dura en la mia -Un minuto más y te hubiera besado - negué con la cabeza, me conocía y sabía que no lo iba a dejar - Ya una vez fui el segundo y créeme que eso jamás lo volveré a ser en la vida de alguien.

Me tomó de la cintura y me pegó a su cuerpo duro.

- Esta vez tampoco nos protegimos, es un hecho lo que aquí pasará - sentía mi cuerpo nuevamente arder al tacto de su piel - Si estas en mi cama será sólo conmigo.

Me enfureci y me moví para soltarme pero su mirada se oscureció y yo ya conocía su significado.

- No soy ninguna cualquiera para acostarme contigo y luego con otro.

Descendió su rostro a unos centímetros del mio.

- Dime que eres sólo mía - me sujetó fuerte del trasero y aunque parezca loco, me gustaba su rudeza, Antonio siempre fue tierno, Salomón era rudo pero eso me fascinaba.

-Solo si tú me dices lo mismo Salomón, no creo en la sumisión de la mujer, para mi tenemos que ser de igual a igual.

Sonrió y atrapó mi labio inferior entre sus dientes.

- Soy tuyo Julieta, no lo dudes  -me aferré a sus hombros.

- Soy tuya Salomón - me recorrió con su mirada y mi cuerpo ardía en respuesta, el arqueo una ceja y sonrió.

- Tú cuerpo lo acaba de confirmar, me desea como yo te deseo a ti.

Para que mentir esa mañana la dedicamos a adorar nuestros cuerpos.

Salomón

Me sentía satisfecho, la pasión de Julieta era igual a la mía, me encantaba poseerla, sentirla mía, cuando la vi con el doctorcito de mierda, la furia me invadío, no quería creer que ella era igual a Natalie y Laura que habían jugado conmigo, pero estaba empezando a creer que  ella era distinta.

La besé en los labios y la dejé en la puerta de la casa, ya me tocaba ir por los niños al colegio, ese par me estaban derritiendo el corazón,  sobretodo Julio, ese pequeñin que se había sentido sólo y había conectado su alma a la mía desde el momento que me conoció.

Sofia ese angelito pelo negro como el azabache con sus ojos almendrados y su piel blanca como la nieve, serían mi dolor de cabeza, no lo dudaba era una niña preciosa y no lo decía porque era mi hija, lo notaba.

Mi pequeña Ana era una copia en miniatura de Sofia pero faltaba bastante para pensar en pretendientes.

Suspiré y aparque el auto, me bajé a esperar a los niños, ya varios padres estaban afuera esperando, me gustaba llegar temprano y esperarlos yo, a que los niños pasarán horas esperándome como presencié varios días atrás con otros niños.

La primera en salir era Sofia quien venía con una hermosa sonrisa al verme, me sentía en el cielo al saber que esos 3 pequeños me querían.

- Papá - la salí a encontrar y la abracé fuerte, jamás me cansaría de abrazarlos, un simple abrazo de ellos hacían tan bien a mi alma aún echa añicos.

Esperamos a Julio pero él no salía, frunci el ceño al ver que todos los niños estaban terminando de salir menos Julio, tomé de la mano a Sofia y entré al interior del colegio.

Sofia me guió al aula de Julio, la puerta estaba entrecerrada, esperaba que mi hijo estuviera ahí, mi corazón latía a mil por horas del miedo.

Pude ver a mi hijo sentado en  el pupitre escribiendo.

- Parece que está castigado - puntualizó Sofia, asentí y suspiré de alivio al ver a mi pequeño.

- No parece, lo ésta.

Palideci al escuchar esa voz, tenía que estar equivocado, tenía que ser producto de mi imaginación.

Terminé de empujar la puerta y entré al aula de Julio.

-Hola Salomón, cuanto tiempo sin vernos.