Hasta que te conocí [serie Arévalo #3]

Capítulo 15

Caminé hacia ella y pude notar su furia, quise tocarla pero se apartó, su rechazó me dolió.

—¿Qué tienes con esa mujer? — se cruzó de brazos.

—Nada -suspiré y volví a acercarme —Te doy mi palabra que desde que estoy contigo...—me pasé la mano por el pelo —Julieta no había tenido nada con nadie desde hace 5 años atrás— ella me miró sorprendida —Solo contigo he estado, mis labios sólo los tuyos han besado, mi cuerpo sólo ha sido tuyo.

Con cada palabra me iba acercando a ella, está vez no se apartó, sus ojos estaban fijos en los míos,  la tensión sexual llenó toda la habitación, tomé su rostro entre mis manos y la besé profundamente, no sabia si ese beso sería el último si era así, me aseguraría que quedará marcada su alma.

Ella se abandonó al beso, rápidamente la despoje de su ropa y me deleite al ver su diminuta tanga, primera vez que la veía así, y esa visión aumentó mi deseo, la recosté en la cama y empecé a besar cada centímetro de su cuerpo,lo hacía con amor, con cada beso quería que ella sintiera que no era sólo físico,  la besaba con amor, con devoción.

Sus jadeos me volvían loco y la poseí sólo que esta vez era puro amor, en cada caricia, en cada movimiento le decía que la estaba amando.

Se recostó en mi pecho satisfecha, su cabello estaba en todo mi pecho, adoraba ese cabello como el fuego, y así era su dueña puro fuego en el que me encantaba consumirme.

—Julieta —acaricié su brazo —Aunque me duela debo decirte la verdad.

Levantó su rostro y me miró a los ojos, se levantó y no pude evitar recorrer su cuerpo con mi mirada,era perfecta para mi, ella buscó mi camisa que estaba tirada en el suelo y se la puso, algo que me encantó.

—Te escucho.

Fue difícil comenzar a relatar todo lo que había pasado,lo que habia vivido, mi relación con Natalie, la metida de pata con Laura, y lo que mas me dolia mi intentó de robarle el hijo a mi hermano sumido por la venganza, me quedé en silencio cuando le conté toda la verdad, todo mi sucio pasado, su rostro no demostraba ninguna emoción.

Pasé una mano por mi rostro y me levanté, no me importó que estaba desnudo, ella me miró y sin vergüenza alguna me recorrió con sus ojos.

Tomé mis calzoncillos y me los pusé.

—Di algo — la vi a la cara —Di lo que piensas, estoy seguro que me odias —ella pasó una mano por su cabello.

—¿Cinco años y aún te culpas? —se cruzó de brazos.

Asentí, bajé mi mirada hacia los dedos de mis pies, no quería ver su odio.

—¿Sébastien te perdonó? — asentí sin verla  —Mírame Salomón cuando te habló.

Levanté el rostro y fije mi mirada en ella.

—¿Lena te perdonó?

-Si, eso es lo que me han dicho.

Ella asintió y se levantó para acercarse hacia mi.

—Todos te han perdonado Salomón, no tiene caso sufrir por algo que no pasó —frunci el ceño — Marco siempre ha estado con su verdadero padre, no lo robastes y no puedes vivir atormentandote por algo que "quizás" hubieras hecho —el quizás lo recalcó haciendo comillas con sus dedos —Si tu quieres ser el padre legal de los niños tienes que ser un ejemplo para ellos — cerré los ojos, ante sus palabras —Tienes que enseñarles a perdonar y a perdonarse a si mismos y para eso tienes que aprender a hacerlo tú — fijé mi mirada en ella, buscaba algún indicio de molestia pero no lo vi — Sospecho que estoy embarazada Salomón - abrí los ojos —Pero no nos hagamos ilusiones hasta que tengamos los resultados —tomó mi mano y besó mis nudillos —Por nuestros tres hijos mayores y por el bebé que vendrá es necesario que sueltes el pasado y te perdones,nuestros hijos merecen un padre feliz por dentro y por fuera.

Mi corazón latía como caballo desbocado, ella no me estaba juzgando como temía.

—Julieta sólo alguien tan bueno como tú podía entender —ella me sonrió con ironía.

—No he sido un ángel del cielo, también me equivoqué, también hice daño, Antonio fue testigo de mi mal comportamiento, yo lastime a Greta y ella no se lo merecía, pero entendí que no podía seguir viviendo así y antes de empezar una nueva vida, le pedí perdón a ella, a Antonio, a Bruno y a la pequeña Alejandra y sobre todo, me perdoné a mi misma y te das cuenta que hoy en día Greta es mi mejor amiga.

Se me acercó y se quitó mi camiseta, metió sus dedos en la cintura de mis calzoncillos y me los quitó, pegó su piel contra mi piel y mirándome a los ojos me dijo:

-—Si esa maldita se atreve a tocar este cuerpo —lo rozó con su propio cuerpo —Estos labios  —los delineo con la punta rosada de su lengua —Sabrá quien soy yo — enarque una ceja —Enterate Salomón Arévalo que yo no comparto lo que es mio y tú eres mío,  totalmente mío.

Y ahí estaba yo, muy de acuerdo con sus palabras, no cabía la menor duda de que yo le pertenecía a Julieta.

 




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