No sé la hora que es, pero mi celular suena, lo tomo aún con los ojos cerrados y contesto torpemente.
—¿Hola? —mi voz adormilada se hace presente.
—Amor —en cuanto escucho la voz de mi chico todo el sueño se esfuma, abro los ojos de prisa ante su voz preocupada.
—¿Estás bien, cielo? —pregunto sabiendo que la respuesta es negativa, de estar bien no me llamaría a esta hora.
Me levanto de la cama y empiezo a cambiarme porque algo me dice que su llamada se trata de una emergencia.
—Papá está en el hospital... Amor, mi papá está muriéndose.
—Voy para allá, corazón, no pierdas la calma, por favor —supliqué.
—Te amo, Karyme.
—Te amo, Isma —mando besos y tomo las llaves del auto para salir de inmediato al hospital.
Sabía que esto sucedería tarde o temprano y me duele en demasía porque el señor Gallagher significa mucho para mí, aparte de ser quien me dio la oportunidad de trabajar en la funeraria, fue él junto con su esposa quienes educaron a un hombre tan precioso y valioso como Ismael... Mi Ismael.
Nada bueno sucederá si el papá de mi novio decide marcharse, nada acabará bien y aunque me duela decirlo, su muerte será la perdición de la familia, no sólo por lo sentimental, sino por todos los negocios.
Intento poner mi mente en blanco para concentrarme y llegar sana al hospital, los kilómetros pasan rápido y llego a mi destino.
Al entrar al lugar un escalofrío recorre todo mi cuerpo, los hospitales nunca son sinónimos de bienestar o salud como tanto nos lo han intentado hacer ver.
Por esos pasillos han atravesado personas que no alcanzaron a llegar al quirófano, en esas camillas han muerto personas que no tuvieron la suerte de que los atendiera un buen doctor, en esas habitaciones hay más espíritus e historias que en una novela.
Supongo que Ismael y su familia se encuentran en el área de urgencias y prefiero utilizar mi tiempo en llegar ahí, que en pedir informes a la recepcionista con cara de pocos amigos, entiendo que debe ser estresante tener un turno nocturno, entiendo que debe tener problemas, entiendo que debe estar muriéndose de sueño, entiendo que tal vez ha mirado cosas aterradoras, pero no me parece justificable que tenga esa actitud.
Conforme más avanzo, menos lejos comienzo a ver a la familia de Ismael, él consuela a su mamá y siento punzadas en mi corazón, me duele mirarlo así.
Sin decir una palabra abrazo a la mamá de mi chico, beso su frente y le hago cariñitos igual que ella me los hizo en cuanto me conoció.
Soy afortunada, mis suegros y cuñados siempre me demostraron cariño y admiración.
—Todo estará bien, señora —limpio con delicadeza sus lágrimas.
—Gracias por venir, mi hijo te necesita —asiento al mirar al menor de sus hijos con el rostro apagado —y gracias por darse una nueva oportunidad, siempre supe que ustedes dos volverían a estar juntos, algo tan único como lo que tienen es imposible de destruir.
—La quiero, má —digo eso para hacerla sonreír y obtengo mi cometido.
Siempre me ha hecho saber que de haber tenido una hija le hubiese gustado que fuese como yo y por eso no dudó ni un segundo en bautizarme como su pequeña y única hija, mi corazón danzó de felicidad en cuanto me dijo aquellas lindas palabras.
Y ahora que lo analizo la familia de Ismael también pasó a ser la mía y pese a todo lo malo que sucedió en el pasado hoy veo que no quedaron resentimientos.
—Te quiero, mi niña —acaricia mi mejilla, sus hijos se la llevan a otra banca, dejándonos a mi novio y a mí solos.
—Gracias por venir y perdóname por despertarte, amor —se mira muy débil.
—No te dejaré solo, mejor dicho; nunca estarás solo, mi amor —su mirada se ilumina ante mi apodo y me dispongo a besarlo lentamente.
Me coloca en su regazo, lo abrazo con fuerza mientras dejo besitos en su cuello, aclara su garganta y empieza a hablar mientras analizo su rostro con atención y despeino su cabello con el afán de darle ánimo.
—Papá está muy mal.
—¿Quieres contarme lo qué sucedió, cielo? —beso su nariz.
—Según los doctores le dio un infarto —mis ojos se abren como platos —¿te imaginas si fue un infarto cerebral? —una lágrima corre por su mejilla y de inmediato unas ganas inmensas de llorar se hacen presentes pero no puedo derrotarme, debo ser fuerte para ser el apoyo de mi niño.
—No te preocupes sin aún saber qué fue lo que sucedió, cielo —dejo besos castos en sus labios delgados —todo tiene una solución.
—Menos la muerte y si papá se muere mi vida se terminará —suelta una irónica carcajada —es absurdo hablar de muerte trabajando con ella, estando tan cerca de ella, básicamente viviendo por ella.
—Hemos hablado muchas veces de eso —acaricio sus delgados labios con mi índice —si tú estás haciendo eso es por el amor que le tienes a tu papá. Ismael, eres un gran hombre —beso su mejilla —estás sacrificando tus sueños por el amor que le tienes a tu papá, no estás ejerciendo tu carrera por ejercer la pasión de tu papá, estás poniendo en alto el nombre de las funerarias Gallagher.