Hoy es la cena con mi papá y la familia de Isma, estoy realmente aterrada, nerviosa y estupefacta, ¡no sé que pasará!
Ismael había estado insistiéndome en que quería hablar con papá de algo importante y ni siquiera yo sé de qué vaya a tratarse esa conversación que tantos dolores de cabeza me ha dado.
Para empezar, convencer a papá no fue nada fácil, él odia a Ismael y todo lo que tenga que ver con él y temo que vaya a decir algo despectivo frente a él y su familia, el otro enorme problema es que hemos estado teniendo mucho trabajo, fue difícil poder abrir un espacio en nuestra apretada agenda «tampoco me estoy quejando, entre más trabajo haya más dinero gano y puedo cumplir mis caprichosos y costosos gustos».
Estoy en la casa de mi chico y mientras él se baña, yo estoy preguntándome a que se debe tanta formalidad, ¡la curiosidad está matándome como al gato!
Mi chico me compró un vestido hermosísimo y sencillo, demostrándome una vez más que me conoce a la perfección.
El vestido es verde olivo y sé que eligió ese color porque es su favorito y siempre alega que ese color se le ve increíble al tono de mi piel, es de tirantes y tiene una pequeña abertura a la mitad de la pierna.
Tengo una especie de trauma con los vestidos abiertos, mis piernas son kilométricas y eso no siempre es sinónimo de felicidad para mí.
Mientras que a mí me atormentan mis largas piernas y mi alta estatura, a Ismael le fascinan, ¡él ama todo lo que yo odio de mí!
Me pongo el lindo vestido luego de plancharme mi cabello y colocarme todos mis accesorios, me veo en el espejo y me gusta el resultado de mi sutil maquillaje, estoy en un gran dilema entre ponerme unos tacones o ponerme unos zapatos bajos de piso, temo quedar más alta que mi papá con los tacones «gracias al cielo ese problema no sucede con Ismael, él es mucho más alto que yo aún con tacones, una razón más para amarlo y no dejarlo ir, siempre he agradecido haberlo encontrado, no imagino mi vida con un chico más bajo que yo, ¡hasta me incomoda pensarlo!» y él detesta verse diminuto a mi lado, es un verdadero ogro.
Una deliciosa fragancia se impregna en mis fosas nasales, giro en la dirección del baño y me encuentro a mi novio recién bañado con la toalla atada alrededor de su cintura, algunas gotas de su cabello escurren por su cuerpo y pienso tantas cosas indebidas que debería estar confesándome en la iglesia ante tantas vulgaridades.
—¡Wow, te ves bellísima, amor! —fue lo primero que exclama al mirarme, camina a paso apresurado hasta llegar a mí y me besa mientras le hace carantuñas a la pierna que está descubierta gracias al vestido, una sensación frenética se apodera de cada rincón de mi cuerpo y me separo de él antes de perder el control —me encanta cuando frenas en el momento que más deseoso estoy de besarte —dice con sarcasmo y sonrío coqueta.
—Me encanta cuando me besas con tanta intensidad que deseo lanzarte a la cama y devorarte en ese instante —sigo con el sarcasmo.
—Nena, deja el sarcasmo —gruñe y logra hacerme reír.
—Y tú deja de ser tan exhibicionista —acaricio sus labios ganándome una mordida de su parte y le doy un codazo —¿tanta hambre tienes? —lo miro juguetona.
—Siempre que se trate de ti estaré hambriento, nena —gruño tan sexy que mis hormonas se alborotaron.
—Dime una cosa —asiente —¿por qué demonios sales así del baño?
—Porque quiero cambiarme aquí, delante de ti, amor.
—¿Con qué intención? —pongo en blanco los ojos y en ese momento se quita la toalla que llevaba puesta logrando que mis labios se abran como platos ante tanta belleza y sensualidad de su parte.
—Con esa intención, amor —apunta mi rostro y el suyo es de un verdadero demonio emocionado por lograr su cometido, ¡odio no poder odiarlo pese a lo fastidioso qué es!
—Tu amiguito ese no provoca nada en mí, no seas tan egocéntrico, Isma —suelto risitas nerviosas y me siento en la cama para probarme las zapatillas y finalmente decidir si es buena idea usarlas.
No sé en que momento sucede, pero Ismael ya está vestido y acuclillado frente a mí atando mis zapatillas, deja un beso en el inicio del peroné, suelto una ligera patada de la extaña y a la vez hermosa sensación y golpeo su rostro.
Me tomo unos segundos para analizar al guapísimo de mi novio con ese traje negro, camisa blanca y corbata del mismo color que mi vestido, sus mocasines brillan igual que mi mirada al verlo.
—Oww, perdóname, cielo —me disculpo entre risitas porque la escena fue graciosa —¿te duele? —beso en donde lo golpeé.
—Me duele más tu indiferencia —curva sus labios y estallo de risa al saber que está bromeando.
—¿Me perdonas? —entrelazo mis labios con los suyos y lo beso con dulzura acumulada —antes de que digas que no, te recuerdo que tú fuiste el culpable por besarme en una parte fan frágil como esa —susurro contra sus delgados y rosados labios.
—Te perdonaría una y mil veces más, nena.
—¿Te digo una cosa muy importante? —pregunto y acaricio su cabello oscuro como la noche y aún húmedo por la ducha que se acaba de dar.
—Dímelo, amor.