Tomo el llavero del auto adornado con una foto mía y de Ismael, salgo del departamento, me aseguro de cerrar bien y me monto al auto de inmediato para ir a la funeraria.
Son las 2:00am y así es el trabajo en un lugar como éstos, verdaderamente no hay hora de descanso y sabemos a la perfección que la muerte llega sin avisar.
Estaciono el automóvil en el lugar exclusivo para empleados y entro a la funeraria, un olor a putrefacción se apodera de mis fosas nasales y me extraño al percibir un olor así estando a tanta distancia del cuarto frío.
—Ya llegué, cielo —anuncio mientras coloco mi bata quirúrgica y todos los demás elementos para poder embalsamar al cuerpo, retiro mi anillo de compromiso para colocarme los guantes y poder laborar sin preocupación de mancharlo —¿amor? —cuestiono luego de no obtener respuesta de su parte —¡contéstame, Isma! —camino molesta hasta el cuarto frío y me encuentro con mi chico muy enfrascado en el cuerpo que debemos embalsamar, me parece raro que me haya llamado y que al final él se haya puesto a hacerlo —Isma.
—Ahí estás, amor —me manda un beso y lo atrapo con una sonrisa tonta en el rostro.
—¿Por qué no me contestabas, cielo?
—No te escuché, amor, toda mi atención estaba en él —apunta el cuerpo —lo lamento, nena.
—Ok —hago un puchero falso de tristeza y en ese momento se encienden sus alertas.
—No te pongas así, bonita —quiere acercarse a mí y me alejo, estoy preparada para armar un drama, me fascina cuando Ismael se preocupa por mí.
—Es más importante un cuerpo que yo —se carcajea —y ahora hasta graciosa te parezco —alego y me cruzo de brazos cuán niña caprichosa —en vista de que estás ocupado y no me necesitas, me iré a casa.
—¿Es en serio, nena?
—¡No! —estallo de risa y le mando un beso —lo que no entiendo es porque me llamaste si tú estabas haciendo el trabajo.
—Quiero que seas tú la que me enseñe a embalsamar correctamente.
—¿Bromeas? —niega con sinceridad —fuiste tú quien me enseñó.
—Ya tiene mucho de eso.
—De acuerdo —sonrío abiertamente y hasta en los momentos laborales podía disfrutar de la compañía de mi chico —el primer paso es colocarte el cubre bocas y no quitártelo mientras trabajamos —ya tiene puesto todo lo demás, eso es ganancia — y ya empezaste desvistiendo al cuerpo, eso es un gran paso, pero olvidaste cerrar la puerta y por eso el olor se impregnó en el exterior —cierra la puerta de inmediato y me hace sentir como una grandiosa maestra —el aire no está encendido.
—Va a darme frío, amor —chasquea los dientes y me ataco de risa ante su dramática broma.
—Anda, Isma —hace un ademán de soldado y va a encender el aire.
—¿Ahora que sigue, profesora?
—Debemos masajear un poco al cuerpo, con respeto y con delicadeza, porque... —me interrumpe para completar mi oración.
—Puede que la persona haya fallecido, pero eso no quita que le debamos respeto.
—Así es.
Coloco un poco de aceite en mis manos cubiertas con los guantes y masajeo las áreas que veo más rígidas de su cuerpo, mi prometido hace lo mismo y logramos mejorar la apariencia del chico de algunos 30años.
—¿Es buen momento para decirte que te amo? —cuestiona luego de apreciar con dulzura lo que hacía y me sonrojo.
—También te amo —la comisura de mis labios se expande igual que todas las veces que estoy con él.
—¿Qué sigue, nena? —sus ojos delatan un amor tan profundo hacia mí que no puedo dejar de pensar en besarlo.
—Extraeremos la sangre de su cuerpo —acepta y es él quien empieza con el trabajo.
Lo primero que se hace es hacer un corte debajo del cuello, con la ayuda de separadores se busca la arteria y vena carótida, aparece un color amarillo y debemos rasgar el tejido, a simple vista se identifica la vena y la arteria.
Se realiza una pequeña incisión en la vena para introducir la troca «que forma parte del drenador» sin tanta fuerza siempre siendo cuidadosos con los fallecidos procedemos a vaciar la sangre y a inyectar por la arteria el líquido conservador.
Dependiendo de la causa de muerte, peso y tamaño del cuerpo serán los líquidos que utilicemos, no siempre son universales.
Ismael hace el trabajo increíblemente bien, aunque sé que por dentro no disfruta hacerlo, cosa que es entendible.
A mí me apasiona hacerlo por el rostro de felicidad que tienen los familiares cuando miran a su fallecido idéntico a cuando estaba vivo, cuando en vez de recibir un olor putrefacto reciben uno a limpio y cuando en vez de mirar palidez, miran un color vivo en su rostro.
Me gusta ser yo quien deje impecables a los fallecidos, me siento bien con lo que hago, pero sé que un ambiente de olores putrefactos, cuerpos en distintas proporciones y diferentes maneras de morir no es algo que a la mayoría de las personas le gustaría ver.
Embalsamar, embellecer a la muerte y hacer el trabajo que nadie quiere hacer es algo para respetarse y no para juzgarse como suele hacerlo el resto del mundo.