Estamos en la casa de mi suegra y luego de un pesado día por todo lo de la herencia, estamos en una de las habitaciones de invitados, acostados sin tocarnos, abrazarnos ni siquiera rozándonos, pese a lo bien que la pasamos con mi suegra, está enojado por la supuesta mirada que me lanzó el abogado, ¿qué diablos le pasa?
—Teníamos un pendiente para la noche —dice y sigue escuchándose molesto.
—¿Sólo me quieres para eso?
—No, no y no —intenta pegarme a su cuerpo y me aferro con fuerza a la cama —es sólo que quiero sentirte de nuevo, nena.
—Te excedes con tus celos —giro para enfrentarlo y él tiembla ante eso, sabe que no se saldrá con la suya por mucho tiempo.
—No puedo evitar molestarme cuando esos pendejos que te tragan con la mirada.
—Y, ¿qué me dices de las mujeres que babean por ti? —suelto esas duras palabras sin pensar las consecuencias y debo empezar a medirme, ya no soy una niñita para tener esos pensamientos posesivos.
—¿Cuáles? Amor, ellas ni siquiera se atreven a mirarme cuando ya les lanzaste una mirada matadora —se ríe y acaricia mi mejilla.
—¿Quieres decir que la loca soy yo?
—No malinterpretes las cosas, nena.
—Y tú no te pongas a la defensiva cuando alguien me mira.
—No me molesto porque te vean, me molesto por la manera en la que lo hacen, en sus ojos se ve deseo.
—¿A quién amo? ¿A quién le entrego mi cuerpo? ¿Quién disfruta de mi trasero? ¿Quién es mi chico?
—Yo —me mira como si fuese una carnada y él un león.
—Entonces, ¿cuál es tu puto problema?
—Perdóname, ¿sí? —decido hacerlo porque ya tiene bastante dolor y problemas con lo que sucedió con su papá para ponerme a alegar hasta el cansancio con él —te amo, nena.
—Te amo, Isma.
—No te hagas la disimulada, tenemos algo que resolver.
—Está tu mamá, cielo —susurro contra sus labios, le da igual lo que le digo y comienza a desvestirme logrando que se me olvide que estamos en una casa ajena, lo único que deseo es que nuestros ruidosos jueguitos no lleguen a oídos de mi bella suegra.
Terminamos de realizar nuestro ruidoso ritual nocturno y las palabras que suelta mi prometido logran que mi corazón lata a gran velocidad.
—¿Cuándo nos casaremos, nena? —acaricia mi piel semidesnuda y sudorosa, mis ojos se iluminan como una estrella fugaz.
—Debemos irnos con tiempo, deseo que nuestra boda sea increíble, cielo.
—Cuéntame todo sobre nuestra boda, mi nena.
—Los invitados serán pocos, sólo las personas cercanas a nosotros y obvio las presumidas de mis examigas.
—¿Sólo las invitarás para restregarles que nuestra boda será la mejor?
—Así es —froto mi nariz con la suya —quiero que sea en otoño, con un enorme banquete realizado por mejor chef, quiero zapatillas de cristal, mi vestido debe ser irreal, sacado de un cuento de hadas y... —me interrumpe musitando unas lindas palabras en mis labios.
—Me encanta mirarte tan ilusionada, nena, hasta me dan ganas de casarme una y mil veces más contigo.
—Muero por decirle al juez y al padre que me estaré contigo... Hasta que la muerte nos separe —decimos al unísono sin saber el significado de aquella frase.
—Quiero casarme cuanto antes contigo para que por lo menos mamá sea testigo de nuestro amor —sus ojos se inundan de lágrimas y entiendo que hubiese querido que su papá fuera partícipe de nuestra unión matrimonial —además de que quiero mandar al carajo los condones, sabes que me encanta probarte sin una barrera de por medio —refuta y suspiro porque ese globito siempre ha sido un dolor de cabeza para él, pero es la única opción, el DIU hace que me ponga como una vaquita a punto de dar a luz y las pastillas anticonceptivas dañan mi organismo, por más que amo a Ismael aún no estoy lista para embarazarme, ¡ni siquiera puedo cargar a un bebé por 2min seguidos!
[Días después]
Todo se está yendo a la mierda, ni siquiera recuerdo la última vez sonreí.
Los días me parecen eternos sin tener a Ismael a mi lado, últimamente se la ha vivido en bares de malamuerte pensando que sus problemas se solucionarán así «extraña a su papá cada día más».
El efecto en él ha surgido al revés, en vez de resignarse a su partida, cada día sufre más su ausencia y me parece increíble que ahora esté más dolido que cuando mi suegro partió.
Mi rostro en el espejo refleja cansancio laboral, físico y mental.
Enormes bolsas de cansancio adornan mis ojos que disminuyeron drásticamente de tamaño en los últimos días, mi piel es pálida por la falta de buena alimentación, mi ceja está perdiendo la forma por descuidármela y mi nariz está más roja que la de un reno navideño a causa de tantas lágrimas que he soltado, todo me tiene mal y por más que intento hacer memoria no recuerdo haber estado tan decaída antes.
No sólo me tienen así las borracheras repentinas de mi novio, sino las horas de cansancio acumuladas por el trabajo, sé que es cuestión de adaptarme a ser yo la que se encargue hasta de lo más mínimo en la funeraria, sin embargo es demasiado para mí en este momento, todo se acumula y tengo miedo de explotar sin vuelta atrás cuán olla de presión.