Hasta que tus padres nos separen.

V E I N T I C I N C O

Ha pasado un mes en donde he intentado seguir el rumbo de mi vida, un mes en donde he intentado ser fuerte y valiente, un mes en donde por las mañanas finjo estar bien en la funeraria, con mis amigos, con papá y conmigo misma y por las noches me derrumbo.

Lloro, pataleo, grito, hablo conmigo misma dándome ánimo, me golpeo infinidades de veces la cabeza intentando encontrar una explicación lógica a lo que ocurrió, pero nada da buenos resultados.

Ha sido un mes en donde he viajado los algunos fines de semana a la ciudad donde vive Claudia y ella ha venido con frecuencia a la mía para acompañarnos mutuamente.

Ambas estábamos tomándonos muy en serio el papel de terapeutas, ella para ayudarme a superar la muerte de Ismael y yo para hacerla entender que por más peleas que tuviese con Cooper así fuesen muchas, podrían arreglarlas por el grado de inmadurez que tenían, pero llegó un punto en que nos quedamos sin consejos y decidimos atendernos con una verdadera psiquiatra, ambas estamos dañadas, una intenta armar a la otra aún estando rotas y caímos en cuenta que en vez de sanarnos mutuamente, estábamos afectándonos más con los problemas de la otra «así de intenso es nuestro grado de amistad».

Ha sido un mes donde he visitado con frecuencia a la señora Nancy y a pesar de estar tan dañadas y de que nos falte un extraordinario chico en nuestra vida, hemos aprendido a lidiar con eso, pero eso no es sinónimo de estar bien.

Una cosa es aceptar que Ismael ya no estará conmigo y otra muy diferente es dejar de extrañarlo. Una cosa es aceptar que él ya no volverá a besarme y otra muy diferente es dejar de extrañar sus labios sobre los míos. Una cosa es aceptar que él ya no me tocará con esa dulzura, con esa pasión acumulada, con esa calidez y otra muy diferente es dejar de extrañar sus enormes manos sobre mi cuerpo, mis manos, mis mejillas y mis labios. Una cosa es aceptar que él ya no me verá y otra cosa es dejar de extrañar sus ojos marrones que se volvían claros al entrar en contacto con el sol. Una cosa es aceptar que jamás volveré a escuchar su voz y otra muy diferente es dejar de extrañar sus llamadas, sus bromas y sus múltiples frases clichés con las que solía enamorarme a diario. Una cosa es aceptar que mi novio ha dejado de vivir desde hace más de un mes y otra muy diferente es dejar de extrañar tener al chico con el que me casaría.

Ismael fue el único chico que conoció todo de mí, que dio todo por mí, que sacrificó todo por mí. Ismael fue el único chico que pudo romper las múltiples barreras que le coloqué alguna vez a mi corazón, a mi piel, a mis labios, a mi esencia completa. Ismael fue el único chico que logró conquistarme, enamorarme y soportarme aún con todos mis defectos. Ismael fue el único chico que soportó todo de mí; mis berrinches, mis errores, mis regaños, mi delicadeza, mis miedos, mis groserías, mis inquietudes, mis indecisiones y con todo lo que ningún otro podría aceptar de mí. Ismael miró cualidades donde otros podrían mirar defectos, miró sonrisas donde otros podrían dolor, miró diversión donde otros podrían mirar amargura y miró belleza en donde otros podrían mirar fealdad. Ismael no sólo fue mi primer amor, sino el único hasta la fecha y algo dentro de mí me dice que nadie podrá ocupar el enorme espacio que él dejó.

Las expectativas que él sembró en mí son tan altas que dudo que alguien pueda ocuparlas y joder, juro que no me veo saliendo ni amando a alguien que no sea él.

Luego de recordarlo, me pongo de pie, avanzo hasta la cocina luego de atravesar el pasillo y tomo unas galletas de chispas de chocolate que se encuentran en la alacena, abro el refrigerador para servirme un vaso de leche y al beber un trago me doy cuenta que el clima ya no está cálido para beber cosas heladas, ¡estamos en diciembre! Y ni siquiera he sentido ese ambiente navideño por estar tan triste, deprimida y bloqueada, nada me llena desde que él se fue.

Tomo las galletas y el vaso de leche, me siento en el sillón y enciendo la televisión para mirarla mientras llega la hora de ir a trabajar.

Gracias a mi esfuerzo, al apoyo de papá con el marketing y a los recordatorios de la mamá de Isma respecto a lo que el señor Gallagher quería, la funeraria ha recuperado su prestigio y ha vuelto a colocarse en la funeraria #1 de la ciudad, no puedo sentirme más orgullosa de eso.

El personal con el que cuenta ahora es mucho más confiable que el de antes, ya que los he ido contratando gracias a los cursos de embalsamamiento que se suelen hacer cada cierto tiempo.

Recuerdo que antes asistía con Ismael y su papá, después sólo con mi cielo y ahora sola, lo único que me consuela un poco es que ahora ellos dos están juntos, se extrañaban tanto que seguro ahora están haciendo locuras juntos.

No todo es positivo respecto a la funeraria, Kem y Azael siguen aferrados a la idea de que podrán quitármela, pero eso no será así, Alan me ha explicado mucho sobre herencias y ahora sé que por más amparos que hagan, se cumplirá la voluntad del señor Gallagher a quien le fallé momentáneamente, pero ahora estoy recompensando todo lo negativo que ocurrió al dejarla botada durante algunos días.

Aparco el auto en el estacionamiento exclusivo de la funeraria y me extraño al no mirar estacionada una de las carrozas fúnebres, saco mi celular de inmediato y tecleo el número de Gonzalo, uno de los trabajadores, quien contesta de inmediato.

—Buenos días, señorita, ¿qué se le ofrece?




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