Hasta que tus padres nos separen.

V E I N T I O C H O

Mis tripas gruñen del hambre que tengo, estoy apresurándome para cerrar la funeraria y marcharme a casa.

Cuando termino de cerrar y giro 180°, mi corazón casi se sale de su lugar al encontrarme con unos penetrantes ojos azules.

—Mi intención no era asustarte —se disculpa avergonzado agachando un poco su cabeza.

—Claro —digo irónica —estar fuera de una funeraria a tan altas horas de la noche es lo más normal del universo —deja ver un poco su sonrisa.

—Me gusta tu humor.

—Nadie te preguntó —me encojo de hombros, alargo mis zancadas «que de por sí ya son grandes» intentando entrar a mi auto, pero él es más rápido que yo y coloca su enorme cuerpo frente a la puerta del piloto —necesito pasar —tengo tanta hambre que estoy preocupándome, mis tripas no tienen control y me avergonzaré hasta la eternidad si Andrew descubre mi hambre voraz —¡hablo enserio! —exclamo al ver que él no hace nada para moverse.

—¿Cómo estuvo tu día? —esa pregunta repentina me hace fruncir el ceño, ¿sólo vino a preguntar eso?

—Bien —y así fue, intenté en todo momento que el día fuese bueno, pero sin Ismael me parece imposible, lo único rescatable es que en vez de querer quedarme a llorar en casa, decidí ser fuerte y levantarme de la cama, pensando en que seguro Ismael estaría orgulloso de mí —¿y el tuyo?

—Mi día fue gris y se convirtió en uno soleado hasta que te vi —su rostro se ve como un romántico poema y debo sacudir mi cabeza ante eso.

—Si sólo venías a mentirme, ya puedes irte.

—Vengo a invitarte a cenar, seguro estás cansada y tienes hambre —me llama mucho la atención su voz; suena tan relajada, tan sabia, tan pacífica, tan empática que me aterra, alguien con tantas características no puede ser real.

—Por supuesto que tengo hambre, esa es la razón por la que estoy intentando ir a casa —pongo mis ojos en blanco —por favor, déjame subir a mi propio auto, Andrew, no estoy de humor.

—Parece que nunca lo estás —suelta una risita irónica mientras levanta una de sus cejas con coquetería.

Corro hasta la puerta del copiloto, presiono el botón de la alarma para que el coche se abra automáticamente, entro, intento brincarme al asiento del piloto cuando él ya está ahí, ¡la lentitud está siendo mi quiebra!

—Esto no es un juego —ladro con rabia y lo apunto con mi dedo acusador —no hagas esto, nada ganarás presionándome, a menos que veas como ganancia una orden de alejamiento —se inclina hacia enfrente doblándose de risa, esa acción hace que su largo cabello caiga por su frente y aunque tengo ganas de peinarlo, me abstengo, no me tomará en serio si le sigo el juego.

—Entre más sarcástica seas, más llamarás mi atención, estás advertida, Karyme.

—¡Al diablo el auto! —bufo con fuerza, salgo de mi propio auto y camino rumbo a algún lugar seguro para pedir un Uber, no pienso estar más tiempo con él.

—Hey, espera —lo ignoro y apresuro el paso —¿por qué te pones así? —más que pregunta suena a reclamo.

—¿¡Qué te interesa?! —freno y giro para enfrentarlo —ni siquiera nos conocemos y actúas como si fuésemos mejores amigos y estuvieses obligado a ayudarme, seguro los doctores tienen muy buen corazón, pero no es ético que acoses a tus ex pacientes.

—A la única ex paciente que quiero en mi vida es a ti, princesa —hago un puchero de asco y él hace uno de borrego a medio morir, ¿será que sólo sabe hacer ese gesto? ¿O por qué lo repite tan a menudo? —quiero acompañarte en todo lo que pueda —es lo único audible entre la oscura y fría noche, la luna es testigo de nuestras palabras y nosotros somos testigo de su hermosura.

—¿Por qué? —junta las cejas sin entender mi pregunta —¡¿por qué haces esto, Andrew?!

—No puedo decirte si cada que intento hacerlo me mandas al carajo —sigue siendo paciente al hablar con alguien tan testaruda como yo.

Claudia ha insistido en que los motivos para darle una oportunidad y conocerlo, son muchos, la curiosidad me carcome y por eso decido ceder, por lo menos por una vez en la vida.

—¿Me llevarás a comer o no? —destellos se apoderan de sus ojos, frota las manos con emoción «por lo que veo eso es un ademán característico de él» y asiente muchas veces —date prisa que estoy muriéndome de hambre —hablo con dureza como si él fuese el culpable de mis tragedias, es algo que no puedo evitar.

—Sabía que tarde o temprano aceptarías.

Toma mi mano por leves segundos ya que me zafo de su agarre, suelta un bufido desesperado y me hace un ademán para que lo siga, cosa que hago hasta que llegamos a su auto, me abre la puerta del copiloto y entro con delicadeza y muchísima vergüenza.

Lo veo rodear del auto a través del vidrio, entra en él y al estar encerrados en un espacio tan limitado, siento su fuerte y varonil fragancia, es tan único ese olor que seguro se quedará guardado en mi memoria.

Enciende el auto, pongo mi cinturón de seguridad y maneja a un área de foodtrucks, donde aparca el auto y sin esperar a que me abra la puerta, salgo de él.

Mi apetito aumenta ante el olor a grasa que se apodera de mi olfato y estoy deseosa por devorarme hasta una vaca si es posible.




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