Después de la jodida insistencia de Claudia, Andrew y sus padres, he aceptado cenar con ellos en la celebración de año nuevo «¡faltan dos días!», aún no he logrado convencer a papá, pero lo haré así tenga que darle besitos hasta que me canse.
—Papi, por favor —digo en voz triste y niega, desde navidad estoy quedándome con él y extrañaba muchísimo tener a mi papi a todas horas.
En navidad le regalé un auto nuevo y se conmocionó como nunca antes, situación qu hinchó mi corazón, papá se merecía todo lo bueno del universo y yo se lo iría dando poco a poco, tal y como él hizo conmigo cuando estaba pequeña.
—No los conozco ni quiero hacerlo, hija —toma el control de la televisión y oprime el botón para cambiar de canal una y otra vez «ni siquiera le gusta ver la televisión, sólo lo hace en un intento fallido de ignorarme».
—Parecen ser buenos —me ignora —¡papi, escúchame! —gruño.
—Ya dije que no, mi niña bonita —le enseño la lengua.
—Y te doy besitos —beso su mejilla y su rostro cambia a uno de egocentrismo.
—¿Cuántos? —parece que está interesado en mi oferta.
—Miles, papi —niega.
—No me convences ni me convencerás, mi niña.
—Será divertido, viajaremos en avión y...—me interrumpe con una sonrisa burlona.
—¡No, mi niña! —bufo para mis adentros.
—Ogro —le enseño la lengua y me dirijo a la habitación en la que dormí por muchísimos años, está idéntica, papi la limpia con frecuencia para que esté impecable cuando venga a visitarlo «es el mejor, no hay duda de eso».
Tomo mi celular y decido llamarle a Andrew, la llamada está entrando cuando prefiero cortarla, seguro está ocupado en su trabajo y lo que menos quiero es interrumpirlo.
Estoy por echar a lavar la ropa que he ensuciado en los últimos días cuando mi celular suena sobresaltándome, creo saber quien es, así que decido responder.
—¿Hola? —enredo un mechón de cabello en mi dedo por los nervios que siento y depués lo deshago con rapidez, no debo de estar nerviosa.
—Buenos días, Karyme —su voz transmite un aura increíble de positivismo —¿estabas llamándome?
—Mmm, no —miento con descaro.
—¿Segura? —cuestiona juguetón —mi celular me arroja una llamada perdida y pertenece a tu número telefónico.
—Ok, si te llamé —digo al fin rodando los ojos y me gano una carcajada de su parte —¿qué estás haciendo? —cambio el tema y me doy de golpes, parece que ahora la interesada en él, soy yo.
—¿Para que llamaste, princesa? —me molesta que me ponga apodos tan cursis y horribles —estoy bebiéndome un café muy cargado —a través de la línea escucho como sorbe la bebida —llevo más de 35hrs trabajando —estoy impresionada, es mucho tiempo sin dormir.
—Para avisarte que papá no quiere ir a la cena, así que yo tampoco iré —soy firme en lo que digo —joder, Andrew, eso es explotación laboral.
—Mi suegro es igual de necio que tú —me ataco de risa —me gusta mi trabajo —dice orgulloso.
—Lo sé, pero al intentar salvar tantas vidas, estás perdiéndote a ti mismo. ¿Cuánto tiempo tiene que no miras maratón de películas mientras comes palomitas?
—Mucho tiempo, para ser sincero —asiento, es la respuesta que imaginé que daría.
—¿Lo ves? —continúo regañándolo —sé que amas tu trabajo, pero allá afuera hay más cosas que debes hacer y experimentar.
—¿Estás preocupada por mí? —vuelvo a escuchar que bebe su café hirviendo.
—¡Obvio que no! —reclamo —no te hagas ilusiones erróneas e inexistentes —amenazo.
—Pues tu tono de voz indica lo contrario y pareces estar preocupada por mí.
—¡En tus sueños! —mi corazón late desenfrenadamente mientras fluye nuestra conversación —ya colgaré, ya dije lo que tenía que decirte.
—¡Espera! —me detiene —¿por qué no quiere ir a cenar a casa tu papá?
—No los conoce y tampoco tiene ánimos de hacerlo, además de que no quiere viajar a la ciudad, lo vuelos en avión y él, no se llevan muy bien —omito decirle que la ciudad en dónde viven los padres de Andrew le trae malos recuerdos de Nicole.
—¿Por qué no vas sola? —su pregunta me ofenda.
—No dejaré solo a mi papi en un día tan importante como la cena de año nuevo —refuto y suelta un suspiro.
—Cierto —parece estar avergonzado —¡tengo una idea!
—¿Cuál? —me intereso en la conversación.
—En vez de que nosotros viajemos, papás pueden venir a mi casa.
—Da lo mismo, papá no querrá ir.
—Inténtalo, princesa —insiste.
—Vuelves a llamarme así y bloquearé tu número telefónico —advierto.
—¡No, no, no! —suplica con interés —ya no te llamaré así por ahora, hasta que nos casemos.
—¡Ya!
—Una cosa más —aclara su garganta para seguir hablando —¿podemos salir hoy? Mi turno está por terminar.