Hasta que tus padres nos separen.

T R E I N T A

—¿¡Qué haces aquí?! ¿¡Por qué está eso ahí?! —apunto el cuadro con mucha adrenalina corriendo en mi interior.

—De nuevo estás husmeando en mi casa, Karyme —su mirada y sonrisa juguetona se hacen presentes como de costumbre, ¡qué fastidio!

—¿Tu casa? —un escalofrío recorre mi piel y quedo anonadada ante lo que está ocurriendo, de nuevo Claudia está jugando sucio conmigo.

—La de mis padres —se carcajea —sólo quería asustarte, te miras muy tierna pegando saltitos del susto —su mano viaja a gran velocidad hasta llegar a mi mejilla, la frota con ligereza y me sorprendo ante su tacto, por primera vez en las veces que ha intentado acariciarme, noto la resequedad en su piel.

—¿Tus padres? —ignoro su tacto y me enfoco en lo que de verdad importa, al preguntar tartamudeo sin poder creer aquello, todo me parece confuso.

—Los organizadores del evento son mis padres, princesa.

—¡Deja de llamarme así! —recrimino molesta —¿quién te crees? —lo empujo con fuerza y él sólo se ríe, ¡odio la paciencia con la que cuenta!

—Me creo tu príncipe —hago un puchero de asco al tiempo que me carcajeo —ok, eso sonó muy cursi.

—Y muy gay —me encojo de hombros, llevo una mano a mis labios y todo comienza a tener sentido—¿no será qué...? —suelto risitas que le parecen tiernas y guardo silencio para limitarme a rodar los ojos, ¿acaso nunca se molesta o qué diablos? —¿no será que eres gay? —suelto de golpe, sus ojos se hacen espirales y el gesto que hace denota lo ofendido que se encuentra.

—¿¡Gay?! —brama sin poder creer mis palabras, en vez de molestarme por su inmensa y potente exclamación, me carcajeo, ya sé como puedo hacerlo enojar —de gay no tengo ni el nombre, princesa —guiña el ojo con egocentrismo y Andrew sigue confundiéndome demasiado.

—Ahora todo cuadra —asiento para mí misma —guapo, millonario, inteligente y "soltero" —finjo estar sorprendida —¿no será que estás ocultando a tu novio? —aprieto mis labios con fuerza para no reír y él lo hace, ¡aquí vamos de nuevo!

—Ya entendí y no caeré en tu juego —aclara su garganta y humede sus labios para seguir hablando —lo que quieres es que me sulfure, por lo que veo eso te divierte y por más feliz que me haga mirarte sonreír, no me molestaré ante tus insinuaciones erróneas... Por supuesto que no soy gay y puedo demostrártelo —guiña el ojo, va acercándose a mí mientras que yo retrocedo a paso acelerado hasta que mi espalda choca con la pared.

—A-aléjate —pronuncio con el corazón acelerado, nunca había estado en una situación tan íntima como esa con nadie que no fuera Ismael —¡quítate! —recupero la cordura y lo lanzo de mi lado fingiendo no estar derritiéndome al sentir su fresco aliento sobre mí y su fragancia penetrándose en mi olfato.

—Tan ruda como siempre —salen destellos en sus ojos y no puedo creer que no se sulfure ante mi actitud.

—¿Qué clase de extraterrestre eres? 

—Uno muy enamorado de ti.

—No nos conocemos, no puedes estar enamorado de mí... Los gays no se enamoran de mujeres.

—Y dale con eso —rueda los ojos y me divierto —no soy gay, cielo.

—¡Deja de ponerme apodos, Andrew!

—Como digas, princesa.

—¡Jódete! —tapa sus oídos y me molesto ante eso —¿¡qué?! —reclamo.

—Eres tan gritona que ahora entiendo las razones por las que Claudia y tú son amigas —sigue burlándose y está destruyendo la paciencia nula que tengo —una gritona muy bonita a la que estoy dispuesta a escuchar todos los días de mi vida.

—Jodido loco —musito, giro en mis talones y cuando bajo uno de los múltiples escalones, me toma con delicadeza y me atrae hacia él.

—¿Quieres saber lo del cuadro o no? —su mirada penetrante se enfoca en mi cuerpo y me estremezco ante eso.

—Sí y deja de mirarme —amenazo —ya sé que mi vestimenta no es nada comparada a la que traen los invitados y mis amigas. 

—Precisamente eso me gusta de ti, Karyme y debo admitir que me gusta muchísimo... Tú vas contra la marea mientras todos se dirigen a la arena.

—Hasta poeta resultaste —digo con rabia, debe haber algo que haga mal y por más que quiero descubrirlo, no lo haré, ya que eso significa pasar más tiempo con él y no estoy dispuesta a hacerlo, no debo hacerlo.

—Ven —me hace un ademán para que camine frente a él y niego.

—Las damas primero —suelto risitas y sólo niega con diversión, le dura muy poco lo enojado.

Decidimos caminar al mismo paso y subimos hasta el último piso de la casa donde se encuentra una puerta de vidrio, él la abre y quedo en shock con lo que mis ojos ven.

Estamos en uno de los múltiples balcones que llamaron mi atención al llegar a la enorme mansión y tal como lo supuse, hay vista al mar.

Me recargo en los pilares del balcón y en silencio me dispongo a admirar la vista tan mágica e irreal que ese pequeño paisaje nos brinda.

La oscuridad me da tranquilidad gracias al sonido del mar y la luna reflejada en las olas me parece impresionante.

—Mi abuelo es artista —dice de la nada y aunque quiero seguir deleitándome con la mirada del mar, giro un poco para ponerle atención a lo que dice —él pintó los cuadros.




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