Hasta que tus padres nos separen.

U N O

Me despierto tarde y malhumorada como todos los días que me dirijo a la funeraria.

Sí, trabajo en una funeraria al principio lo hacía por necesidad, ahora lo hago por gusto aunque me gane el asco de la gente. ¿Por qué son tan morbosos?

Soy Licenciada en Ciencias sociales y eso es una verdadera mierda, porque el trabajo es más escaso que mis ganas de tener hijos.

Llego a la funeraria y saludo a Ismael, el hijo del dueño de la funeraria «por ende es mi jefe», mi mejor amigo y mi primer amor, ¡soy un desastre!

—Buenos días, Karyme —me da un enorme abrazo y un beso en la mejilla.

—Hola —aprieto su mejilla.

—¿Qué tal la mañana? —me mira ansioso esperando a que responda su pregunta.

—Todo iba bien hasta que recordé que tenía que venir a trabajar —bromeo con él.

—No por nada me enamoraste —me guiña el ojo.

—Ni me lo recuerdes —ladeo mi rostro y suelto una pequeña risa —por cierto, ¿hay trabajo?  —pregunto luego de ponerme mis guantes de látex y mi bata quirúrgica.

—Nos llamaron hace una hora, una chica se suicidó.

—¡Joder! —frunzo el ceño —esto es cada vez es más común y no está nada bien —suelto un largo suspiro.

—Ya sabes cuál es nuestra responsabilidad —asentí.

—¿Dónde está tu papá?

—En casa, últimamente no se ha sentido bien.

—No me lo tomes a mal, pero creo que él será nuestro próximo cliente.

—A este paso, no lo dudo, cada vez está más anciano.

—Es la ley de la vida, no te sientas mal —sonrío.

—Es irónico hablar de vida cuando trabajamos en este lugar.

—No tiene nada de malo, anímate Ismael. Trabajar aquí es mejor que robar para tener dinero —acaricio su mejilla y se sonroja de inmediato.

—No hagas eso.

—Lo lamento —pongo mi cubre bocas y voy en busca de los materiales necesarios.

—Mi herida no ha sanado del todo.

—Y yo acariciándote la mejilla —llevo la mano a mi frente avergonzada — realmente lo siento —me inclino para mirarlo a los ojos y sonríe.

—Estas muy bonita aun con ese horrible cubre bocas —besa mi frente y regresa a su escritorio.

Entro al cuarto donde la ‘magia sucede’ y comienzo a limpiar cada una de las áreas, algunas con cloro, otras con desinfectante y finalmente otras con agua y jabón, el que las personas estén muertas no quita que no merezcan respeto y limpieza.

Estaba terminando de limpiar y escucho fuertes sollozos.

—¡Mi niña! ¡Devuélvanme a mi niña!

Salgo de prisa y me encuentro con la adolescente en una camilla y a su madre desconsolada sobre ella.

—Señora, nosotros nos encargaremos de su hija, está en buenas manos.

—¡No dejaré que la toquen!

—Señora, haremos que la recuerde igual de linda y alegre que como era —me quito el cubre bocas y le doy una sonrisa.

—¿La cuidarás?

—100% señora —asiente limpiando sus lágrimas —¿trae sus prendas favoritas y alguna foto reciente?

—Aquí esta —me entrega una pequeña mochila con la ropa y una foto recién impresa.

—Vaya a descansar un momento, ¿quiere?... A ella no le gustaría verla así.

—De acuerdo —besa la mejilla de su hija y sale de la funeraria con un temple más tranquilo con el que entró.

El cuerpo huele verdaderamente mal y es normal pues todo lo que tenemos dentro ha entrado en un estado de putrefacción «mi trabajo es desaparecer ese olor».

Empujo la camilla hasta llegar al cuarto frio, analizo la piel pálida de la chica y su cuello que está marcado por una soga.

Lo primero que hago es pasarla a la plancha, inyecto una sustancia para que el cadáver no se pudra, limpio los orificios de la nariz y la boca, luego le doy una ducha y comienzo a colocar algodón en sus cavidades para que no se escurran los líquidos.

Procedo a hacer una incisión en la arteria para poder vaciar toda la sangre por medio de una bomba de succión e introduzco una solución de embalsamamiento con un conjunto de sustancias que evitan la descomposición de los tejidos y los germicidas permiten que no se generen hongos ni moho.

Cuando todo lo anterior esta hecho le pongo unos jeans rotos, unos huaraches casuales y una blusa amarilla con los hombros descubiertos ese era su atuendo favorito según su mama.

Según con ese procedimiento el cuerpo deja de tener ese color azulado típico de un muerto, pero realmente todo es un mito, siempre debo recurrir al maquillaje y debo admitir que soy muy buena maquillando, tanto que nunca se nota que es maquillaje, el cadáver se mira tal como si estuviese vivo y dormido.

Miro con detenimiento la fotografía y me doy cuenta que será un trabajo muy complicado, hay que borrar todas esas marcas y esa palidez.




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