T R E S

Hoy saldré al aeropuerto, Ismael me dio permiso una semana ya que la semana pasada trabajamos hasta la madrugada, me lo merezco.

Él llegará el día exacto de la boda y aceptó ser ‘‘mi novio’’ para evitar que mis amigas me traten como a una anciana solterona, ¿qué sería mi vida sin Ismael?

Escucho un claxon, salgo de casa con mis dos enormes maletas y entro al taxi.

—Buenos días, señorita.

—Buenos días, don Beto —siempre que necesito un servicio de taxi le hablo a don Beto, es el mejor taxista de la ciudad, además de que es amable y eso lo hace aún mejor —¿cómo está?

—De maravilla, ¿y usted?

—Genial —sonríe.

—¿Irá de vacaciones?

—Iré a la boda de una de mis amigas.

—No se mira muy animada.

—Estaré animada hasta asistir a mi boda, don Beto —suelta una carcajada.

—Nunca entenderé porque las bodas significan tanto para las mujeres, lo veo como un gasto innecesario.

—Precisamente por eso quiero casarme —rio —para que mi futuro esposo gaste todo su capital en la mejor boda del año y en la boda que sea la envidia de mis amigas.

—Ya entendí su punto señorita.

—Me alegra, don Beto.

El camino pasa ameno platicando con el chofer, luego de algunos minutos finalmente llego a mi destino.

—Buen viaje, señorita.

—Gracias, don Beto —me despido con la mano y entro al aeropuerto.

Termino todo el aburrido proceso que debe hacerse antes de volar y me siento en la sala de espera mientras tomo una malteada.

***

Por fin llego a la ciudad en donde vive Claudia y hay un chico con un cartel que dice mi nombre, le hago una seña y sonríe.

—Hey, ¿Karyme? —levanta sus cejas.

—Sí.

—Hola, soy Roger —estrechamos nuestras manos —Claudia me pidió que te recogiera.

—Gracias, es muy amable de tu parte.

—Te ayudaré con las maletas.

—Gracias de nuevo.

—Lo hago con gusto.

Caminamos hacia su auto, me abre la puerta para que entre y guarda todas mis maletas en la parte trasera. Sube, enciende el auto, espera a que se caliente un poco y comienza a manejar.

—¿Tienes mucho conociendo a Claudia? —pregunta para romper el hielo y que el camino no se sienta tenso.

—Nos conocimos desde el jardín de niños.

—¡Vaya, eso es mucho!

—Sí que lo es —me giro un poco para poder mirarlo —y tú, ¿cuánto llevas conociéndola?

—Muy poco, soy amigo de Cooper.

—Ya veo.

—¿A que te dedicas, Karyme?

—¿Realmente quieres saberlo?

—Sí.

—Trabajo en una funeraria —frunzo el ceño esperando que me mire con asco.

—¿De verdad?

—Sí.

—Me parece muy extraño que alguien como tú trabaje en un lugar así, y no me malinterpretes, no le veo nada de malo —vaya, al fin alguien es empático.

—Disculpa, ¿a que te refieres con ‘‘alguien como yo’’?

—Eres joven, bonita y parece que eres inteligente, ¿Qué hace una mujer así trabajando en una funeraria?

—No soy tan inteligente —rio —verás, estudié ciencias sociales, cuando me gradué busqué trabajo por mar y tierra…

—Y nunca lo conseguiste —interrumpe mi relato.

—Exacto, fue ahí cuando mi mejor amigo me invitó a trabajar en el negocio de su padre.

—¿La funeraria? —asiento —¿no has vuelto a intentar buscar trabajo relacionado con tu profesión?

—Sí, lo he hecho sin éxito alguno.

—Ellos se lo pierden.

—Supongo —me encojo de hombros —y tú, ¿a qué te dedicas?

—Soy empresario.

—Igual que Cooper.

—De mejor calidad —dice sarcásticamente.

—Cualquier empresario será de mejor calidad que Cooper.

—Ya lo creo —suelta una carcajada y me contagia —espero no haber arruinado el camino con tantas preguntas —dice mientras estaciona el auto.

—A decir verdad, me agradaron las preguntas —desabrocho mi cinturón.

—Me parece genial nos vamos a mirar muy seguido.

—Eso es de ley —estoy a punto de abrir la puerta cuando Roger baja cuán flash y lo hace por mi —gracias.

—Por nada —baja mis maletas del auto y las mete en la mansión de Claudia —nos vemos luego, Karyme.

—Hasta pronto, Roger.

La casa está igual que hace años, igual de limpia, espaciosa, ordenada y tapizada de lujosos adornos.