H_a_t_s

PILOTO

Leo Vonn estaba acostumbrado a tener una que otra mirada, no era de aquellos chicos poco llamativos, su rostro resultaba interesante pese a no ser tan atractivo como su mejor amigo Valmer. 

Aquella noche, habían decidido acudir a una pequeña reunión para celebrar su cumpleaños. Leo se miró al espejo antes de salir del cuartucho donde vivía desde que inició su carrera. Piel blanca, ojos café oscuro, labios delgados rosas, nariz recta sin mucha definición, cejas pobladas y un pequeñísimo arete en la oreja izquierda. Casi nadie podría decir que cargaba ese accesorio, pero él había aprendido a camuflarlo bien. Después de todo, el ojo atento es el que verdaderamente vale la pena. Su cabello castaño hacía resaltar las facciones de su rostro. Medía un metro ochenta y dos, era delgado, flácido y usaba tenis de cualquier marca, pero esa noche llevaba unas Vans, porque pensaba que le daban un aire juvenil. 

 

—Estás más viejo que el profesor de economía internacional —mencionó Valmer— ya deberías morir. 

 

El susodicho, esperaba a su amigo en un auto deportivo, frente a la puerta principal de uno de los edificios que servían como dormitorios estudiantiles. Valmer tenía dinero, pero no el suficiente para pagarle a sus dealers. Leo arqueó una ceja y se mantuvo callado durante unos segundos, ignorando a su rubio hermano y observando cómo la hermosa chica con vestido blanco se acercaba hacia él. 

 

—No estás viejo para mi —dijo la muchacha y después plantó un suave beso en sus labios. 

 

—¡Argh! Ya paren eso. ¡Es un asco! —quejumbroso Valmer, es como le decían. 

 

Clara Lebron. Una mujer guapa, tenía un cuerpo aceptable y varios chicos habían intentando entrar bajo sus faldas sin éxito. El afortunado Leo, tropezó con ella mientras iba camino al edificio «Floxxon» para una de sus clases de política. Nadie hubiera pensado que su relación se tornara seria, los dichosos novios estaban comprometidos y felizmente enamorados desde hace dos años. Solo les había tomado un par de citas.

 

Leo levantó la mirada y observó dos autos negros y grandes. Se acercaban a su edificio y el estruendo que provocaban, llamó la atención de varios muchachos que se encontraban fuera. 

 

—Parecen del gobierno —dijo Valmer. 

 

Las caravanas se estacionaron frente a ellos y de cada una, tres hombres uniformados y con armas salieron gritando algo muy extraño: «hacia la pared y manos a la cabeza.» Leo le devolvió la mirada a Valmer. 

 

—¿Planeaste esto? —preguntó. 

 

No era la primera vez que su amigo le daba uno de esos sustos. El cumpleaños anterior había fingido un secuestro, Valmer siempre fue de aquellos jocosos hombres con poco raciocinio para medir sus límites, pero esa noche, él lucía igual de asustado que todos en ese lugar.

 

—¿Cuál es tu nombre? —dijo uno de los desconocidos. 

 

—¿Disculpe? —Leo estaba algo aturdido, sin saber  muy bien cómo dirigirse hacia esa figura. Carraspeó la garganta y empujó a Clara detrás. 

 

El hombre era mucho más alto y gordo que él. Tenía un traje negro y un chaleco antibalas que cubría su pecho, en su mano se depositaba un arma que probablemente era un rifle. Vonn no sabía de eso, así que no podía deducirlo. En los laterales del uniforme se guardaba un nombre adherido: «Sargento Scharder.» El sargento, observó una foto que tenía en la mano que no sujetaba el rifle y después le devolvió la mirada al universitario. 

 

—¿Cuál es tu nombre? 

 

—Leo… —murmuró el jovencito y su corazón dio un salto, pues constató que le estaba hablando de forma muy seria.

 

—¡Es él! —gritó Scharder para después tomarlo por los brazos. 

 

—¿Qué? —El pelinegro se resistió lo más que pudo y Valmer acudió en su rescate— ¿de qué habla? 

 

El sargento extrajo unas esposas de los pantaloncillos y las colocó sobre las muñecas de Vonn. El muchacho se cuestionó que si aquello era una broma, éste tipo era un excelente actor o esto no estaba planeado. Le devolvió la mirada a Valmer y este negó con la cabeza sin saber qué decir. 

 

—Tiene que acompañarme al PACI. 

 

Schrader tiró de las esposas y el muchacho se resistió. 

 

—¡Ya basta! Si están bromeando no me agrada la idea de viajar dentro de uno de esos autos. 

 

El sargento se quedó unos segundos tratando de comprender tal afirmación. 

 

—¿Cree que esto es una broma, señor Vonn? 

 

Él lanzó una pequeña sonrisa. 



#3581 en Detective
#1068 en Novela policíaca
#27036 en Otros
#4040 en Acción

En el texto hay: accion, amor, amistad

Editado: 31.07.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.