Los Marshall son una de las familias más poderosas de la isla y la familia a las que más les gusta desperdiciar su dinero en fiestas. En fiestas en las que siempre puedo trabajar. Por una razón desconocida, los Marshall siempre nos eligen a nosotros para sus fiestas, mis padres están encargados de toda la comida que se servirá y yo, junto a otras chicas, debo servir a cada invitado. Ellos podrían traer a los mejores chefs y meseros del mundo, pero nos siguen eligiendo en cada fiesta que hacen.
Me agradaban. Eran los únicos de este lado de la isla que podían agradarme.
Y en estos momentos todo trabajo era bienvenido hoy y siempre, pero hoy aún más. Así que busqué la única cosa que podría hacer que mi cabeza dejara de pensar. Servir a los niños ricos y criticar cada cosa que hacen. Es lo único que iba a funcionar. Ya que no pienso recurrir a las drogas.
Los hijos de los Marshall, esos mocosos, habían crecido y se habían puesto aún peor con el tiempo. Hace unos años, cuando estaba desesperada por conseguir un poco de dinero, acepté ser su niñera y fue la peor decisión que pude tomar. Cada vez que iba a cuidarlos, terminaba conmigo encerrada en el baño, llorando.
Lo peor de todo es que estuve dos años siendo su niñera.
Cuando paso por su lado, trato de que no me vean la última vez que lo vi juraron vengarse de mí, pero luego de todos estos años ya no creo que sigan con eso. O no, por las dudas, mantengo mi distancia.
El lugar está lleno de Kooks y, gracias a Dios, es al aire libre, así que cuando me sienta atrapaba, puedo encerrarme en la cocina donde ninguno de ellos irá. La mayoría se cree con la libertad de insultarte o acusarte de algo cada vez que pueden.
Y Rafe está aquí, lo vi cuando llegué y, por más que trate de esquivarlo, no puedo porque se plantó en la pequeña barra y cada vez que debo ir por las copas, él está ahí observando cada movimiento mío como un maldito policía.
Y cada vez que estoy de pie junto a él susurra: tic tac, tic tac
Trato de no mostrarme nerviosa y mucho menos quiero preguntarle sobre eso. Nosotros ya hablamos hoy temprano por primera vez en años y no pienso volver a hacerlo. Nunca más. Mi familia está en quiebra por culpa de su familia y mi hermana está en una cama de hospital. Y todo porque yo hable con Rafe Cameron.
Cada vez que estoy cerca de el todos mis problemas se agrandan.
Lo ignoro cada vez que estoy cerca de él y trato de no meterme en problemas con los adultos y sus quejas sin sentido y cuando necesito un descanso me escondo en el único lugar que un Kook no irá nunca al baño de servicio y aunque prometí que no estaría cerca del alcohol o drogas no puedo evitar prenderme un cigarrillo.
--Gracias--susurró cuando al fin pude prenderlo, el encendedor que tomé prestado está en sus últimos minutos de vida. Me desplomé en la pared detrás mío. Necesito descansar, llevo más de tres horas yendo de un lado a otro y mis pies están pasándola muy mal en estos zapatos. La señora Marshall, dijo que todas debíamos llevar uniforme porque la fiesta estaría llena de personas importantes. Eran futuros negociantes y cuando eso pasaba llevábamos zapatos. Los más altos y nuestras camisas tenían que ser lo más blancas posibles. Había fallado un poco, en eso último, mi camisa trasparentaba mi corpiño, por lo que tuve que deshacerme de el por completo.
--Con que aquí es donde se esconde la rata
Clavé mi mirada en el espejo frente a mi donde mostraba a los hijos de los Marshall, Theo y Connel, los pequeños monstruos habían crecido y parecían sacados de una película de terror. Ellos no vendrán a vengarse.
--No me estoy escondiendo--Respondí, no iba a quedarme callada y si ellos intentan hacer algo, puedo gritar. El lugar está lleno de personas, alguien me escuchará. Y además no debo preocuparme por cosas que no pasarán, no necesitaré pedir ayudar porque ellos no van a hacerme nada.
--Shh, nos gustas más cuando estás callada--Dijo Connel y se acercó a mí y si pudiera retrocedería, pero la pared se estaba clavando en mi espalda. --Creías que nunca vendríamos por ti, pequeña.
--No me llames "Pequeña", Connel medimos lo mis...--No pude terminar de hablar porque clavó su mano en mi mandíbula y su agarre dolía.
--Si digo que callada me gustas, así te tienes que quedar. — Apretó aún más —lo entiendes.
--No tenemos mucho tiempo, Connel--Habló por primera vez Theo. Mi vista siguió su voz, se encontraba a un costado de la puerta. — --Ocúpate de su ropa y yo buscaré lo demás.