Haunter 1 - La Sombra del Cazador

La Verdad Detrás de la Sombra

Durante el almuerzo, Amy bombardeó a los Blotter con preguntas sobre el plano o dimensión en el que se movían, y cómo percibían el mundo de los vivos. Con dos TTS y dos apps para hablar, la conversación fluía mejor que nunca. La dejé platicando con los Blotter en la mesa mientras limpiaba la cocina. Estaba terminando cuando oímos un golpe en el sótano. Amy me enfrentó con mirada aprensiva.

—Es la sombra —asentí—. Seguramente te percibió. Le hablé de ti, y apuesto que está impaciente.

—¿Le hablaste? ¿Es consciente? —exclamó.

Consciente e inteligente —respondió Edward.

—Dame un momento que preciso un par de cosas —dijo, yendo a toda prisa al salón oriental por su bolso.

Abrí la puerta del sótano y me asomé a la escalera. —¡Ya bajamos, Kujo!

Amy volvió con una vela blanca gruesa como un cirio, un rosario vistoso y una botellita con una cruz dorada que me hizo fruncir el ceño.

—No precisas nada de eso, Amy. Kujo prometió portarse bien y lo hará.

—¿Lo llamas Kujo?

—Pues sí, no parece tener nombre y no quería llamarlo cosa.

Amy meneó la cabeza riendo y se volvió hacia la mesa. —Regresamos enseguida.

Tomé las dos linternas y me dirigí a la escalera. Amy se detuvo como dejando pasar a alguien.

—¿Los caballeros vienen también? —preguntó, siguiéndome.

—Por eso no precisas tu agua bendita y lo demás. Edward y Joseph se bastan para protegernos.

—Ya veo. Sí, son imponentes como guardaespaldas.

Un golpe derribó una tabla cuando entrábamos al sótano.

—Tranquilo, Kujo, aquí estamos.

Amy miró hacia el rincón y se detuvo horrorizada.

—Nunca lo has visto, ¿verdad? —susurró con voz temblorosa.

—No, y no quiero verlo si me hará temerle o que me resulte repulsivo.

Amy se limitó a asentir y me siguió hacia el pilar central. Desde allí ya podía oír movimiento e incluso gruñidos.

—Controla tu miedo, Amy —indiqué en voz baja—. Es la mejor manera de conectar con él.

No respondió, y la escuché deglutir y respirar hondo. Ubiqué uno de los LED como límite y me senté en el suelo frente al rincón. Una ráfaga de polvo brotó de allí, flotando en la luz del sol que entraba por las ventanas. Amy se tomó su tiempo para llegar a mi lado, y podía darme cuenta lo amedrentada que se sentía cuando se sentó a mi derecha.

—Kujo, ella es Amy. Está asustada porque no te conoce, pero aun así quiere ayudarte. Así que déjala hacer, ¿de acuerdo?

En la pausa que siguió, Amy se envaró, frunció el ceño y de pronto abrió mucho los ojos de pura sorpresa.

—¿Qué ocurre? —pregunté en voz baja.

—Se… Se sentó y cambió un poco su apariencia. ¡Intenta parecer más amigable!

Cuidado —advirtió uno de los Blotter cuando Amy se inclinó hacia adelante.

—No se preocupe, Edward —respondió ella—. Necesito hacerlo.

Me sorprendió verla tender su mano más allá del rayo de luz del LED y cerrar los ojos. Un momento después vi lágrimas rodar por sus mejillas, y alzó la otra mano.

—No —murmuró, imagino que dirigiéndose a Edward o Joseph.

Demoró un minuto entero en retirar la mano de la oscuridad del rincón, enjugando sus lágrimas con un suspiro entrecortado.

—Gracias, Kujo—dijo con suavidad—. ¿Puedo ver tu cadena?

Hasta yo me alarmé cuando se incorporó para cruzar el rayo del LED e ir a agacharse en medio del rincón. La vi inclinar la cabeza hacia un lado y hacia el otro, como si inspeccionara algo.

—Buen Dios —murmuró meneando la cabeza—. No puedo deshacer esto. Pero te prometo que hallaré una solución. —Su sonrisa no dejó de sorprenderme.

—¿Qué fue eso? —pregunté cuando regresó junto a mí.

Ella cabeceó en dirección a la escalera. —Te lo explicaré luego —respondió, aún sonriendo, y miró hacia el rincón—. Hasta mañana, Kujo.

Me encogí de hombros y alcé un poco la voz. —Nos vemos, Kujo. Muchas gracias por ser tan amable con Amy —dije, dirigiéndome a la escalera.

—Vemos Fran.

Giré en redondo, asombrada. —¿Tú lo dijiste? —Amy asintió riendo y les sonreí a las sombras del rincón—. Eres un campeón. Que descanses.

Amy manifestó que precisaba aire fresco después de conocer a Kujo, así que buscamos nuestras chaquetas y nos alejamos por el jardín hacia el sendero del Quabbin. Aguardé en silencio mientras ella reía, viendo a los mellizos corretear a nuestro alrededor.

—Esto es el paraíso para un médium como yo —dijo cuando nos adentramos en el bosque—. ¡Seis entidades benignas e inteligentes y un parásito carroñero avanzado! ¡Ya hubiera querido encontrar algo así cuando era joven y estaba aprendiendo a lidiar con mis habilidades!

—Son seis personas y una criatura cautiva —la corregí con suavidad.




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