Haunter 1 - La Sombra del Cazador

Mejor Prevenir

Regresamos a tiempo de ver que Amy cerraba la puerta del sótano. Aceptó café con sonrisa fatigada y se sentó con nosotras a la mesa soltando un largo suspiro.

—Pennhurst —dijo, y sonaba tan exhausta como se veía—. Allí fue donde se le pegó a Price.

Revolví la despensa por mantecados y tuve suerte de hallar la última bandeja. Tenía que pedirle a Susan que comprara varias docenas para el fin de semana, o iba a sufrir síndrome de abstinencia.

—¿Te contó algo más? —pregunté.

Amy alzó las cejas como tratando de ordenar sus ideas.

—Nació allí cuando todavía estaba en funcionamiento, y allí se quedó después que la corte lo cerró. Toneladas de mala vibra residual para comer hasta hartarse. Nunca le había prestado atención a los vivos hasta que apareció nuestro querido Cazador. Parece que empezó a provocar a las entidades, invitándolas a usar su energía y la de sus compañeros para manifestarse. Y Kujo pensó por qué no, y probó la energía de Price. —Amy volvió a suspirar, meneando la cabeza levemente—. Había visto a otros carroñeros pegarse a humanos vivos, así que se le ocurrió intentarlo. Y aquí estamos.

—¿Por qué es tan enorme? —inquirió Trisha.

—El valor nutritivo de la mala vibra de Price. Antes de pegársele, Kujo era un gusano de medio metro, un carroñero normal.

—¡Mierda!

—La boca —dijimos Amy y yo al mismo tiempo, y reímos las tres.

—¿Tiene alas? —pregunté.

—Sí, pero parecen rotas.

Trisha le mostró la captura de pantalla y Amy volvió a suspirar.

—Es demasiado grande, Fran. Necesita un lugar grande y oscuro como Pennhurst para seguir vivo.

—¡Pero se le pegará a alguien más! —objetó Trisha.

—No —dije—. No creo que vuelva a arriesgarse a que lo encadenen.

—Tiene sentido —asintió Amy.

Trisha estaba googleando algo. —Pennhurst queda a menos de quinientos kilómetros de aquí.

—¿Crees que podríamos devolverlo a su hogar? —pregunté esperanzada.

Amy agachó la cabeza con un suspiro cómico. —Ustedes dos son un par explosivo, chicas —rezongó—. Sí, podríamos. En tu auto, Fran, que no le voy a hacer de taxi a un demonio mestizo.

—¡Faltaba más! —exclamé entusiasmada—. ¡Y hasta podría visitarlo un par de veces al año!

Trisha rió a carcajadas.

—Antes tenemos que hablar con alguien de la Fundación que administra Pennhurst —dijo Amy—. No podemos soltarles un demonio mestizo sin avisar.

—Como si les importara —gruñí—. Están hasta el techo de verdaderos demonios. Hace más atractivo el tour para cazafantasmas.

—Apuesto que a Price le gustaría filmar el traslado de la sombra —terció Trisha—. Más carnada en el anzuelo.

—Y seguro conoce a todo el plantel de Pennhurst —agregué, guiñándole un ojo a Amy—. El sabría a quién llamar para avisarles que les traemos el cachorro perdido.

—Deberías preguntarle —dijo Trisha.

—Cuando venga, si es que viene. Estuve hablando con él casi a diario estos últimos días.

Amy frunció el ceño. —¿Tú crees que se echará atrás?

Fue mi turno de encogerme de hombros y suspirar. —No lo sé. Creo que sí vendrá, pero ignoro si se quedará hasta el final de todo este proceso. Deberíamos tener un plan B, en caso que se acobarde y huya por piernas apenas le demos la espalda.

—Lo siento, Fran, pero con la bruja muerta, él es el plan B. La única manera efectiva de disolver esa cadena es que él recite el contra-hechizo usando el pendiente, tan cerca de Kujo como sea posible.

—Y luego deberíamos dejarlo encadenado a él —rió Trisha—. Para que pruebe su propia medicina.

—Se lo tendría merecido —asentí—. ¿Y qué opinas de que Kujo se coma los parásitos?

Amy hizo otra mueca. —No es seguro. Kujo se agita demasiado sólo de hablar de Price. No me arriesgaría a reunirlos antes del ritual. Kujo te prometió que no lo lastimaría mientras sólo lo viera en esa ocasión, ¿verdad? Entonces no podemos arriesgarnos a sentarlo de espaldas a tu mascota para que le hinque los dientes al cuello.

—Isaac Goodbein —terció Trisha, y advirtió que no teníamos idea de quién hablaba—. Price dijo que vendría con un tal Isaac, ¿no? Ése es Isaac Goodbein, su mano derecha.

—¡Oh, el segundón!

—Él viene con sus propios bichos, ¿verdad? Son parásitos y no es Price. Podemos darle esos a Kujo.

—¡Tienes razón! —exclamó Amy—. Podemos hacer las dos primeras limpiezas con los dos juntos, y para la última, que es para remover y quemar los parásitos, podemos traer a este Isaac al sótano.

—¿Y Price? —objeté—. Tenemos que limpiarlo también.

Las sonrisitas burlonas de Trisha y Amy me hicieron enrojecer.

—Yo puedo asistirte mientras tú te encargas de tu galán maduro —terció mi amiga.

—¡Cómo que maduro! ¡Es menor que yo! —protestó Amy, recuperando la seriedad de inmediato para decirme: —Eso significa que tendrás que hacer todas las limpiezas previas también. Este proceso sólo funciona si es realizado por un solo sanador. Si vas a terminarlo, debes comenzarlo.




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