Haunter 1 - La Sombra del Cazador

El Regreso de la Sombra

Brandon me despertó poco antes de la una. Me había dormido a eso de las diez, después de nuestra última parada en una gasolinera. Me erguí en mi asiento frotándome los ojos y noté que hacía calor en la camioneta.

—¿Dónde estamos? —murmuré.

Cerca —respondió Kujo desde el asiento trasero.

—Ya estamos llegando —dijo Brandon, tendiéndome su teléfono listo para hacer una llamada—. Dile a Brett que estamos a cinco minutos de Spring City.

Eso hice. Era la primera vez que hablaba con el fulano, y apenas le dije mi nombre, me llenó de preguntas. Brandon lo oyó y me indicó que pusiera el teléfono en altavoz.

—Oye, Brett, ya casi llegamos, y lo verás por ti mismo. ¿Tienes algún psíquico o médium allí contigo?

—Soy sensitivo, Brandon, ¿recuerdas?

—Disculpa, amigo. Han pasado años y mil lugares. Nos vemos en diez minutos.

Brandon asintió y corté, mientras él giraba a la derecha en la esquina de un mall. Pronto vi las luces de lo que parecía una mini ciudadela de viejos edificios de ladrillos rodeados de árboles.

Pennhurst —dijo Kujo, y oí el siseo que indicaba que estaba riendo, o expresando alegría.

Nos detuvimos ante el edificio principal con mi auto casi tocando nuestro paragolpes. Un tipo grandote con una camiseta negra de Pennhurst salió del edificio vecino para recibirnos. Le faltaba poco para cumplir los cincuenta, e intentaba sin demasiado éxito contener su largo cabello rizado en una cola. Dejé que Brandon se apeara primero, mientras yo espiaba por debajo del plástico.

—Espera aquí, mi niño. Veré si pueden apagar todos esos reflectores por unos minutos.

Kujo espera.

Cuando bajé de la camioneta, Isaac y Trisha ya estaban filmando desde diferentes ángulos y Amy estrechaba la diestra del tipo grandote. Brandon me indicó que me acercara a ellos.

—Brett, ella es Fran Garner, la madre adoptiva de la bestia —dijo con sonrisita divertida.

—Un placer conocerte, Fran. Hay tanto que quiero preguntarte. ¿Dónde está?

—En la camioneta.

Brett parecía un niñato tratando de abrir los regalos de Navidad antes de tiempo.

—¿Y bien?

—¿Crees que sería posible apagar las luces un momento, para que lo pueda dejar salir?

—¡Oh, sí, por supuesto!

Brett tomó la radio que colgaba de su cintura, dijo unas pocas palabras y todo el asilo quedó a oscuras.

—¡Aguarda, Fran! —exclamó Isaac—. ¡Precisamos el infrarrojo!

Brett encendió una linterna y los demás utilizamos nuestros teléfonos. Vi que Amy se acercaba para hablar en voz baja con él. Su cara me indicó que ella intentaba prepararlo para lo que estaba por ver como sensitivo, para que no se espantara demasiado. Lo vi asentir muy serio y volverse hacia mí.

—Cuando quieras, Fran —dijo.

Me pareció que Amy estaba lista para atajarlo si le daba un infarto, así que retrocedí para abrir la puerta trasera. Una vez más, la camioneta se sacudió como si un bulto enorme hubiera sido retirado de la cabina. Recuperé el saco de dormir y esperé a sentir el calor de Kujo. Se mantuvo pegado a mí como en la mansión. Todos reímos por lo bajo cuando la nariz de Brett empezó a apuntar para arriba, cada vez más arriba, para cubrir toda la estatura de Kujo. Sus ojos se abrieron como platos y retrocedió dos pasos.

—¡Mierda! —murmuró.

—No temas —le dijo Amy—. Confía en nosotros, es seguro.

La vi volverse hacia Kujo y fruncir el ceño.

—¿Qué ocurre?

—¡Se ve mucho mejor! —exclamó con una de sus sonrisas radiantes—. Le está creciendo como un pelaje oscuro.

—Los beneficios de la comida y la libertad —respondí—. Ven, Kujo, saluda a Brett.

El hombrón deglutió, respiró hondo y asintió cuando me acerqué con Kujo. De alguna forma, consiguió articular un saludo.

—Hola, soy Brett.

Hola Brett —dijo mi teléfono, dándole un susto.

Amy se anticipó a su pregunta. —Sí, es inteligente y aprendió a usar la app de Fran para comunicarse.

—¿Y bien? —intervino Brandon, rogando por una pizca de acción y atención—. ¿Dónde se quedará?

—Creo que Tinicum Hall irá bien. Está cerrado al público y tiene un sótano amplio.

—Te seguimos.

—¿Sabes dónde es Tinicum Hall, Kujo? —pregunté cuando nos encaminamos hacia el sudeste.

Sí. Tinicum. Junto a Quaker.

—¿Quieres adelantarte y esperarnos allí?

Todos sentimos temblar el suelo cuando se alejó al galope.

—¡Mierda! —repitió Brett, todo un discurso después de semejante sorpresa—. ¿Cómo puede ser tan inteligente?

—Nuestra teoría es que alimentarse de energía viva comenzó el proceso —respondió Amy—. Y Fran hizo el resto.




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