La manipuladora
―¿Has oído algo? ―Interrogo, mi teléfono se vuelve resbaladizo por la ansiedad persistente desde que Arch desapareció de mi puerta.
―Nadie ha podido localizarlo ―responde Daya a través del teléfono. Ella misma ha estado investigando la desaparición de Arch desde que le conté lo que sucedió anoche, pues no confía que la policía resuelva algo.
Pero Daya no tiene mucho de qué partir. Ella pirateó los sistemas enemigos conocidos de Arch: sus cámaras, teléfonos, computadoras portátiles y el GPS de sus autos. Tal como sospechábamos, no tenían ninguna conexión con la desaparición de Arch, al menos no alguna que pudiéramos encontrar.
Fue mi sombra quien se lo llevó. Y sin tener idea de quién es, realmente no hay forma de encontrar a Arch.
―No puedo creer que esto esté sucediendo. Prácticamente hice que mataran a este hombre ―digo, con lágrimas en los ojos.
―Cariño, odio decir esto, pero no creo que sea lo peor que podría haber pasado. Creo que este tipo realmente te habría lastimado. Las cosas que le hizo a su ex esposa… son indescriptibles. No era un buen hombre. Ninguno de esos tipos lo era… ―Se apaga, y no necesito sus palabras para saber que está pensando en Luke.
Ella dijo que pasaron una noche increíble juntos, pero le hizo ghosting en el momento en que descubrió qué tipo de chico era Arch.
Ella dijo que cualquiera que sea amigo de un hombre como Arch no es un buen hombre.
Realmente tampoco puedo estar en desacuerdo con eso. Respiro hondo.
―Lo sé, tienes razón. Supongo que simplemente no me gusta que haya sido herido, tal vez asesinado, por mi culpa. Hubiera preferido que uno de sus muchos enemigos lo alcanzara.
―Sí, ese hubiera sido el mejor de los casos ―admite.
―En el mejor de los casos, habría sido una noche salvaje de sexo caliente con un chico caliente en la que tendría un orgasmo varias veces y luego lo enviaría a su alegre camino ―interrumpo.
Hace una pausa antes de decir:
―Sí, tienes razón. Pero eso no es lo que hubiera pasado. No con la historia de este tipo. Es violento.
―Bueno, aparentemente, también lo es mi acosador.
―Lo sé, por eso te estoy conectando con un sistema de seguridad. No vas a ser una estadística más, no más de lo que ya eres. Si mueres, tendré que seguirlo y estoy muy apegada a mi cuerpo. Dios me dio uno bueno en esta vida.
Pongo los ojos en blanco ante su dramatismo, especialmente porque ni siquiera es religiosa.
―Está bien, solo pídemelo. ―Estoy de acuerdo. Me gusta la idea de tener cámaras en mi casa. Me hace sentir mejor a que alguien se cuele cuando no puedo verlo.
―Iré más tarde para prepararlas.
Conseguir cámaras será lo primero que suceda en un mes que me dé una apariencia de seguridad. No importa lo frágil que sea.
Estoy terminando otro capítulo cuando escucho que el camión de USPS se detiene. El cartero siempre ha sido un tipo muy agradable. No se queda mucho tiempo y pasa la mayor parte del tiempo mirando a su alrededor con nerviosismo.
La última vez que le pregunté sobre eso, dijo que algo malo sucedió aquí.
Y dado que anoche un hombre desapareció frente a mi puerta, diría que han sucedido varias cosas malas aquí.
Abro la puerta justo cuando deja varias cajas de libros. Tengo que firmarlos y enviarlos a mis lectores.
Después deja ocho cajas más grandes, el cartero jadea y el sudor le corre por la cara morena.
―Gracias, Pedro. Perdón por todas las cajas ―digo, agitando la mano torpemente.
Agita una mano en reconocimiento antes de volver a su camioneta y marcharse.
Suspiro, mirando las cajas con una mirada de pavor. Va a ser una mierda arrastrarlas. Salgo, pero mi pie choca contra la esquina de algo pesado.
Mirando hacia abajo, noto una pequeña caja de cartón con tapa. No tiene etiqueta de envío, lo que significa que Pedro no dejó esta.
Mi corazón se desploma, un estallido de ansiedad me golpea en el estómago.
No sé por qué, pero mis ojos se dirigen hacia el bosque como si realmente fuera a ver a alguien parado allí. No lo hago. Por supuesto que no.
Tomando una respiración profunda, recojo la caja. Y luego casi la dejo caer cuando veo una mancha de sangre donde estaba la caja.
―Oh mierda. Mierda, mierda, jodida mierda. Dios, Por favor, no permitas que esto me suceda en esta hermosa mañana de domingo. Por favor, no me dejes encontrar lo que creo que voy a encontrar ―rezo en voz alta, mi voz se rompe cuando una gota de sangre cae sobre mi dedo del pie.
Con las manos temblorosas, dejo la caja en el suelo y entro en pánico. Hay una gota de sangre en mi dedo del pie. Sabía que ya había sangre en mis manos, pero ¿ahora en mis dedos de los pies? No puedo soportar esto.
Antes de que pueda pensar en lo que estoy haciendo, levanto la tapa con el pie.
Manos.
Las manos cortadas están en la caja, tal como temía.
―Oh, joder. A la mierda con esto.
Doy vueltas y vuelvo corriendo a la casa, luchando por encontrar mi teléfono para llamar a Daya.
La línea suena durante dos segundos antes de que ella responda.
―Estaré allí en unas pocas horas…
―Daya.
―¿Qué pasó? ―pregunta ella bruscamente.
―Una mano. Y otra mano. Dos de ellas. En una caja. En mi porche.
Ella maldice, pero mi pánico silencia todo.
―No hagas nada todavía. Espera a que llegue ―ordena Daya―. Ve a tomar un par de fotos y espérame.
Asiento con la cabeza, a pesar de que no puede verme. Pero eso no me impide asentir de nuevo y luego colgar sin decir una palabra.
Hago exactamente lo que ella dice. Tomando dos tragos de vodka para calmar mis nervios. Y luego respiro profundo, lentamente, inhalando y exhalando hasta que mi corazón acelerado se calma.
El hijo de puta realmente lo hizo. Me envió las manos de Arch. Una parte de mí sabía que no mentiría, pero de alguna manera, no lo creí de todos modos.
Editado: 02.12.2024