Hawa: Debemos salir a flote | #2 |

Capítulo 3

Volviendo hacia la mesa casi tropiezo por tener la cabeza en otro lado. «Ya basta, olvídalo. Es tu cumpleaños. Tu familia está aquí, tus amigos están aquí».

            En cuanto tomo asiento, escuchando a todos hablar sin darle mucha importancia a mi pequeña ausencia, noto que Jim me mira. Es el único callado por el momento, y esa mirada sospechosa que me dirige no me da buena espina. Trato de ignorarlo fingiendo estar distraída.

            —Y entonces —sigue hablando Ebby, continuando con una conversación—, ¿no lograron atraparlo?

            —Oh, sí, lo atrapamos —afirma Clark, dándole un mordisco a la hamburguesa. Sólo entonces me percato de que la comida ya está aquí, y agarro mi bebida al instante para dejar de lucir tan fuera de órbita—. Pero resulta que el tipo sólo tenía una pistola de juguete.

            Mamá se ríe a medio morder una papa frita.

            —¿Es en serio?

            —Tan en serio como que Jim es colorado.

            Todos explotamos en carcajadas, y Jim ríe entre dientes mientras mira hacia abajo.

            —Qué lindo que me tomen como referencia —comenta con ironía.

            —Todos nos quedamos como idiotas —sigue contando Clark—. Había robado la tienda de una estación de servicio con una pistola de juguete. Supongo que el miedo te paraliza tanto que no sabes cómo reaccionar de forma inteligente y adecuada.

            Ni me lo digas. Ya me ha sucedido, a pesar de las lecciones tomadas en la granja. Supongo que, más que tener miedo de lo que un ignisio o un hawa pueden hacerme si desean atacarme, tengo miedo de lo que yo puedo llegar a hacer sin darme cuenta. Como cuando ataqué a mamá inconscientemente.

            Clark termina de hablar con una sonrisa en el rostro, y se voltea para verme.

            —¿Y bien, Audrey? ¿Qué se siente tener diecisiete?

            Todos se giran para mirarme, expectantes. Tal vez sólo quieren lograr involucrarme en la charla, ya que todos estamos reunidos por mí.

            —Eh… —musito— ¿Igual, supongo?

            Él frunce los labios.

            —Bueno, más alta no estás —comenta Jim.

            Le dirijo una mirada fulminante y trato de golpearlo suavemente en el hombro, pero no llego hasta él.

            —Tú cállate, colorado.

            Todos vuelven a reír.

 

           

Fue un hermoso día, a pesar del encuentro inesperado con Sam. Después de todo, no trató de hacer nada malo. Sigo pensando en lo que dijo, una y otra vez, y le doy vueltas a su propuesta tratando de encontrar los pros y los contras. ¿Y si está tramando algo otra vez? Aunque, ¿qué podría ser? Atraerme al lado de los hawas ya no será tan fácil. ¿Matarme? Diablos, tal vez fui demasiado paranoica. Si me pongo a pensar, tan sólo un momento, es lógico que no quiera asesinarme; soy la última Hija de Gea existente y no pueden perderme, aunque no esté apoyando a su bando.

            Meto la cabeza bajo la almohada y me obligo a callarme, aunque sólo esté hablando conmigo misma dentro de la voz de mi mente. Si pienso demasiado, no puedo conciliar el sueño.

            Me dejo llevar, recordando los momentos del día. Las conversaciones, las risas, los abrazos, el reencuentro, los lindos obsequios. Sí, fue un día bonito. El mejor cumpleaños que yo podría desear: sin demasiadas extravagancias y con la gente que quiero y que me importa.



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En el texto hay: misterio, elementos naturales, romance

Editado: 04.05.2018

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