3:30 a.m
Dos fuertes golpes en la puerta hacen que el corazón de Alicia de un vuelco violento.
Gruñendo de frustración observa la hora en su despertador cuando logra abrir sus ojos. Es muy tarde. ¿Quién estaría tocando de madruga la puerta de su departamento? No espera a nadie, ni siquiera a sus amigos. Ya hubiese sonado su celular pidiendo agritos que abriera, pero eso no estaba pasando.
A regañadientes se giró en la cama, y volvió a cerrar sus ojos intentando que los brazos de Morfeo la reciban una vez más, pero eso no pasa.
Hay alguien tocando su puerta con mucha insistencia.
Se sienta en la cama y entre cajones de su mesita de noche encuentra las pastillas para dormir que le recetó el psicólogo, dos pastillas en su boca bastarán para poder dormir solo necesita agua de la cocina y para eso debe salir.
Pero los golpes vuelven con más violencia en la puerta principal causan un estremecimiento en todo el cuerpo de la chica.
¿Otra vez? Pensó, seguramente el vecino de a lado necesita ayuda.
Es un viejo de la tercera edad, acabado por la vejez, y los años de trabajo. Marco, un señor chaparro, regordete con problema de colesterol y diabetes que se la pasa más en hospitales que en su propia casa. Hace unos días sus hijos intentaron llevarlo a un asilo para ancianos, porque ya estaban cansados del trabajo y los problemas que supuestamente su padre les causaba, como si eso fuese a ser un problema. ¿Tan mal agradecidos pueden llegar a ser los hijos? Los crían, los cuidan, los alimentan, los educan, y así les pagan, ¿Con malos tratos? Pero bien, Alicia no entiende mucho del tema, porque a pesar de criarse en un orfanato nunca tuvo la oportunidad de llamar a alguien mamá o papá, nunca vivió aquella experiencia que la gente de hoy llama "estorbo" a los abuelitos, así que los problemas para ella fuera de esas paredes no le interesaban mucho, pero aún así nunca se negaba a brindar ayuda.
Recogió su cabello en una coleta, se cubrió el cuerpo semidesnudo con una bata y somnolienta salió al pasillo. La puerta de entrada está justamente frente a la puerta de su habitación, no es un departamento amplio, es modesto, y un buen lugar para alguien que disfruta de vivir sola. Estanterías con libro, una pequeña sala, al igual que la cocina, todo muy común y nada fuera de lugar.
Pero sus pasos se detuvieron cuando miró el espejo al final del pasillo junto detrás de la puerta principal. Colgaba detrás de ella con el objetivo de darse los últimos retoques. Aquello de retocarse se convirtió en una obsesión, un toc que cumple cada mañana con la esperanza de verse bien y causar una buena impresión, pero esa noche su reflejo era distinto. Cuando encendió la luz y se mostró así misma con las ojeras marcadas por el cansancio, y la falta de sueño. Un rostro pálido sin maquillaje que muestra a otra Alicia.
La puerta una vez más se sacude, los dos toques aumentaron de intensidad, por un momento dudó, pero no pudo evitar hablar, así que preguntó:
—¿Quién es?
No obtuvo respuesta, sólo dos golpes más fuerte, quien quiera que fuese estaba apunto de derribar su puerta del departamento.
Alicia retrocedió y tomó entre sus manos temblorosas el teléfono que colgaba en la pared.
—Le hablaré a la policía —sus palabras reflejaban el terror latente que se acumulaba en su garganta —Estoy hablando en serio.
Alicia comenzó a marcar el número de emergencia cuando las luces empezaron a parpadear, su corazón enloqueció, golpeando su pecho con fuerza, estaba convencida de que la persona tocando su puerta con violencia no era Marco, el vecino, era alguien más que tenia intensiones de entrar a como diera lugar.
La operadora ya había contestado, pero el sonido de espera produjo un nerviosismo fulminante en el cuerpo de Alicia que se congelaba aún más de terror.
No le quitaba los ojos, pero no pudo hacer nada cuando la puerta se abrió y las bombillas explotaron haciendo que el cuerpo de Alicia se encogiera para protegerse de los vidrios que rebotaban por todo el lugar. Su cuerpo entero temblaba, las lágrimas se acumulaban en sus ojos, asustada miro la puerta abierta de par en par. No había nadie ahí. La luz fuera de su departamento seguía encendida mientras el interior se mantenía en penumbra.
—Hola.
El susurro de esa palabra causó un escalofrío intenso por todo el cuerpo de Alicia, provocando que su piel se erizara. Soltó el teléfono y horrorizada se gira para ver de dónde proviene aquella palabra. ¿Quién había sido ese intruso en su casa?, ¿quién le dio el permiso de entrar? Cuando lo miró fijamente creyó que sus ojos saltaría fuera de su lugar ante tan macabra expresión. Gritó, y gritó cuando una sonrisa se dibujó entre la sombra.
—911. ¿Cuál es su emergencia?
—911. ¿Hay alguien ahí?
—Esta es una línea de emergencia chicos, no es broma...