~Beep Beep~
Mi despertador sonó a las 7:30 am, como cada día y muy a mi pesar me levanté. Esa noche apenas pegué ojo. No recordé retrasar la alarma así que no me quedó más remedio que levantarme y aprovechar el día.
Al terminar de arreglarme, salí de mi cuarto y bajé al recibidor. No distinguía ningún ruido, supuse que todos seguían durmiendo. Por lo que decidí salir a tomar el aire un rato. Amaba ver el amanecer.
Salí de la casa con unos pantalones bombachos negros, mis converse rojas y una camiseta con espalda descubierta de color verde militar, a juego con mis ojos.
La zona de North Cliff era bastante bonita, llena de vegetación y muy cerca de la playa. Decidí dar un paseo por los alrededores, ya que no conocía la zona y podría perderme.
Me gustaba bastante el paisaje, así que me senté a los pies de un árbol. El sonido del viento azotando las hojas y el aroma a rocío me hacía entrar en un estado de Nirvana.
Todo estaba bien hasta que logré escuchar pasos caza vez más sonoros como si vinieran hacia mí. Intenté hacerme la dormida, para que me dejara en paz. Hasta que mi corazón se aceleró cuando una mano se posó sobre mi hombro.
"July"
(¿Qué?)
"July"
(¿Qué?)
-¿Julien?- esa voz era... No podía ser, ¿por qué me llamaba así? Nadie me llamaba así desde...
Y me zarandeó -Julien, ¡despierta!- no tuve más remedio que "despertarme" -vamos, levántate, tía. Tu familia te está buscando. A no ser que te quieras morir de frío-
Era verdad, no llevaba el teléfono móvil conmigo y no había avisado.
-Uhg- le miré con desprecio -déjame en paz de una vez, ¿quieres?- observé que todavía tenía su mano en mi hombro y la aparté casi empujándolo.
Al levantarme me sacudí cualquier rastro de suciedad que tuviera y volví a dirigirme a él.
-Oye, ¿no tienes más cosas que hacer como ser un hurón en TU cocina, o es que estás tan aburrido que tienes que molestarme siempre?- desafié caminando dirección al hotel.
Resopló y se fue en dirección contraria. No sabía por qué ni hacia dónde pero me importaba bien poco. Tenía cosas más importantes que seguirle.
-Qué tío más plasta- susurré para mí misma.
Al llegar a la estancia, me encontré con mis primos yendo de un lado para otro. Cuando se fijaron en mi presencia.
-¡Mamá, está aquí!- vociferó mi prima.
Al parecer me estaban buscando mis tíos como locos. Debía de haber regresado antes, ya que no conocía la zona donde estábamos y era normal que estuvieran así.
Después de una bronca por parte de mis tíos, llegó la hora del desayuno. No quería volver a ver a Ace así que les mentí, dije que no tenía hambre y subí a mi habitación y comencé a leer.
Al cabo de un rato, mi tía subió a proponerme un paseo por Tenby. Acepté, ¿por qué no?
La mañana transcurrió tranquila. Remémoré viejos lugares como la Iglesia de Santa María, la casa de los Tudor y el museo de Tenby. Las calles estaban a rebosar de gente, cosa que no me agradaba ya que odiaba que hubiera demasiada gente. Mis tíos me enseñaron otras calles y edificios construidos recientemente. Todo era hermoso.
Al caer la noche regresamos al hotel. Y nos preparamos para la cena. La velada comenzó algo seria ya que la tensión entre Ace y yo era bastante notable que hasta podría cortarse con una simple cuchara, pero después de hablar de temas dispares se hizo más ameno.
Cuando terminamos, dí las gracias y las buenas noches y subí a mi cuarto. Me sentía culpable por actuar tan apartada de ellos pero no me apetecía verle la cara a ese amargado. Así que decidí a encerrarme en la habitación y leer.
Posteriormente, cuando escuché que todos se habían resguardado en sus respectivas estancias y no percibía ruido alguno, salí a comprobar que todos estaban dormidos y me dirigí hacia la cocina. Sí, debía ir allí si quería prepararme una infusión de valeriana para dormir algo, pero escuché pasos así que me escondí. Al estar todo oscuro, solo conseguí divisar una sombra subir hacia unas escaleras.
No pegué ojo en toda la noche. Miré el reloj del móvil por décimo cuarta vez, 3:17 am. Hice otro ademán de bajar a la cocina. Descendí las escaleras y entré. Me apresuré a calentar el agua y poner la bolsita de valeriana en una taza.
Una vez terminado, subí a mi habitación para tomar la infusión. Antes de entrar, me detuve. No sabía hacia dónde llevaban esas escaleras, supuse que a algún trastero o tal vez a la azotea. Como no había nadie, las subí. Con cada paso que daba, se oía más. Mi pulso me temblaba y tenía miedo de que se derramase algo del liquido de la taza. Llegué a una puerta de madera, estaba entreabierta por lo que imaginé que alguien había allí. Con las mismas, me giré y me dirigí hacia mi cuarto. Hasta que escuché un ruido que me dejó sorprendida.
Eran unos sollozos. Me acerqué más a la puerta para husmear hasta que conseguí ver de quién se trataba.