Escuchando a My Chemical Romance en la habitación, me preparaba para salir con Ace. Aunque más bien era ver el pueblo. No me importaba ya que no conocía a prácticamente nadie y necesitaba tener la vitamina D del sol.
Me miré al espejo. Llevaba puesto unos vaqueros y una básica blanca, junto a unas converse rojas. Tampoco iba a una gala así que, básicamente me coloqué lo primero que pillé.
Terminé de arreglarme y bajé. En la entrada, me encontré a Ace, quién parecía bastante impaciente.
-¡Eh! ¿Vienes o no?- me gritó con arrogancia.
Resoplé y me apresuré a bajar.
-¡Mamá!-gritó desde el umbral de la puerta principal-Llegaremos tarde, he dejado la cena hecha.
Cerró la puerta, no sin haberme dejado salir antes que él, gesto que pasé de largo y comencé a apresurarme. Ace, casi corriendo, me alcanzó.
-¡Oye! Si no sabes por dónde vas, debería de ir yo el primero, ¿no?- me adelantó- De verdad, eres insoportable.
-¿Y si soy tan insoportable, por qué me has pedido que vaya contigo?-solté y me paré en seco.
-Uh, que niña más pesada.
Me agarró del brazo, acelerando el paso. Le pedía que me soltase, haciendo fuerza, pero era en vano. Desistí al momento, así me ayudaba a caminar más fácilmente.
Cuando llegamos, me liberó de su agarre. Me quejé de dolor mientras que me acariciaba dicha zona, pero parece que no le importó.
-Bueno, ¿y ahora…a dónde vamos?-pregunté desconcertada. Solo veía calles y mucha gente.
-Hace tiempo que no pisas el pueblo, ¿no? Pues voy a hacerte una ruta, ya que tienes una memoria de pez y se te habrá olvidado todo.
-¿Tengo otra opción?-pregunté rendida.
-Nop-respondió sonriente.
Y nos dirigimos rumbo “Tudor Merchant’s House”. Lo que no sabía era que tuvimos que caminar bastante tiempo. Pasamos un buen rato en silencio. Él acabó por sacar su teléfono móvil, algo que siempre hacía yo, cuando me sentía sola en medio de algún lugar concurrido. No tenía mucha batería mi teléfono, lo justo por si tenía que llamar al número de emergencia o por el estilo, así que comencé a imaginarme la vida de la gente que veía pasar. Fantaseaba el porqué de si iban solos, acompañados, sentados tomando café o leyendo un libro, o simplemente trabajando. Yo era consciente de que nada de lo que imaginaba era verdad ya que resultaba demasiado rocambolesco y poco creíble, aunque era mi única distracción.
Mientras soltaba alguna que otra risa, formada por mi aburrido juego, Ace me miró, y yo le miré a él…Pero una vez más no hubo ninguna clase de conversación. Ni siquiera de esas absurdas tipo “se ha quedado buen día” o “qué mal tiempo hace”. Era bastante incómodo, para mí al menos. No sabía cómo iba a reaccionar. A lo mejor me plantaba un beso sin que me diera cuenta y después me arrastraba hasta un acantilado para lanzarme al mar.
-¿Cuánto queda para llegar?- pregunté con desgana.
-Tenemos que bajar por las escaleras que llevan a la playa y llegamos.
Seguí sus indicaciones y llegamos al lugar. No parecía nada del otro mundo, un edificio antiguo, lo que más importaba era la historia detrás de ella. Y junto a las bonitas vistas que se podían divisar. Junto a la casa, había un banco. Decidí sentarme, ya que estaba bastante cansada. Ace hizo lo mismo que yo.
Ahora lo recordaba. Aquel banco era en el cual Albert y yo nos dimos el primer beso… No pude evitar entristecerme. Unas lágrimas amenazaban con salir de mis ojos.
-¿Qué ocurre?- me preguntó Ace, mirando al frente.
-Nada, déjame en paz. Como llevas haciendo el resto del camino.
-Julien…
-Callate.
-Abrázame, July.
Me sorprendió que dijera aquel nombre. Sin pensarlo, como un impulso, rodeé su cuello con mis brazos y me apoyé en su pecho sin dudar ni un momento. Me pequé algo más a él y fue cuando exploté.
Mis lágrimas empapaban su camiseta, era inevitable cuando ni siquiera correspondía al abrazo, exactamente como si se tratara de un muñeco. No hubo reacción alguna, algo me hizo creer que estaba a punto de darme una paliza. El abrazo fue corto, algo vergonzoso. Me separé de él con rapidez y tragué en seco antes de mirarle. Ace tenía la vista clavada en el suelo, y por su semblante serio, supuse que estaba cabreado o algo.
-Lo siento- me sequé las lágrimas que pude.
-¿Por qué te disculpas?
-Por…abrazarte así.
Se rió, pero no dijo nada más.