Se me pasó por la cabeza una idea estúpida, suficientemente tonta para que me pareciera buena. Total, las cosas podrían ir a mejor, ¿no?
-¿Quieres jugar a un juego?- Solté con aire inocente, mirándole. En cuanto Ace se volvió hacia mí, aparté la mirada. Su cara me lo dijo todo –Vale… no he dicho nada. Sacó su teléfono del bolsillo, ignorándome completamente.
Más silencio incómodo. Mi cabeza no deja de dar vueltas a todo lo que había pasado, y cada vez estaba más convencida de que algo de conversación no me iría mal. Iba a acabar hablando sola, como los locos. Al rato, Ace murmuró algo. No pude oírle, estaba demasiado inmersa en mis propios pensamientos.
-¿Eh? ¿Qué has dicho?
Me miró con el teléfono aún en la mano –“¿Qué clase de juego es?” eso he dicho.
-Ah…Bueno, no es un juego en el fondo…- Había captado su interés, pero lo perdía poco a poco según iba hablando. Me sentía una imbécil –Son las diez preguntas. Tú me haces una pregunta y luego te hago otra. Fácil, ¿no?
Suspiró, o más bien resopló –Está bien…
-¿Empiezas tú?
-Te quedan nueve.
-¡Espera, espera, espera!- refunfuñé –Esa no era una pregunta…
-Te quedan nueve –repitió -¿Estudias?
-Sí… ¿Esa es tu pregunta?
-Te quedan ocho.
-Espera, ¿qué? No, no, no, el juego no es así…
-¿Vas a seguir haciendo preguntas de ese tipo o…?
-Te quedan nueve –dije, vengándome de él. Ace se dio cuenta de que había metido la pata y sonrió, riéndose de él mismo. No apartó la vista del teléfono cuando le pregunté: -¿Por qué estudias cocina y no arquitectura?
-Pasapalabra –respondió sin más. La pregunta pareció incomodarle –Te quedan…
-¿Por qué cocina? –solté sin dejarle tiempo a acabar la frase -Recuerdo que te gustaba mucho diseñar edificios y lo tenías planeado y todo –me dirigió una mirada fría que hizo que me diera cuenta de que había hecho una pregunta equivocada. Tragué saliva.
-Fue porque… sí -dijo sin dejar de mirarme fijamente. Yo también me reí de mí misma por ilusionarme pensando que Ace iba a responder dejando de lado el misterio y el sarcasmo.¿Sabes que va a hacerse de noche pronto y hay que volver?
Fruncí el ceño algo desconcertada –Sí… Te quedan ocho… -pensé una pregunta rápidamente -¿Por qué…por qué la cocina? –se encogió de hombros, evitando la pregunta por completo. Yo puse los ojos en blanco –Oye, si esquivas las preguntas no tiene gracia.
-Te quedan cuatro.
-¿Solo cuatro?
-Te quedan tres.
Gruñí como lo haría una niña de tres años y sin quererlo, mi mano fue a parar a su brazo. Fue un golpe que le di involuntariamente, pero me miró como si fuera a matarme.
-Perdona, suelo pegar a la gente sin querer…Pero es que el juego no es así, Ace –por alguna razón me resultaba raro cómo me hablaba, no era de la forma en la que recordaba. Me quedé unos segundos intentando saber por qué y luego continué hablando –Esas “preguntas” –hice un gesto de comillas en el aire –no se consideran preguntas que valgan para esto. Quiero decir, esto no tiene gracia si cuentas preguntas absurdas como estas… Ni siquiera son preguntas, son tipo exclamación.
-Vale, vale, no soy idiota –dijo volviendo la mirada a la pantalla del teléfono -¿vas a decirme porqué has decidido venir aquí después de tanto?
De repente me dí cuenta de lo que estaba intentando decirme. Ace sospechaba algo… Supongo que se habrá dado cuenta que no voy desde lo de Albert y prácticamente lo abandoné…
-Me apetecía volver a ver a mis tíos, que hacía mucho tiempo que no los veía. Además, no es de tu incumbencia –me crucé de brazos.
Soltó una carcajada, sarcástica, como siempre –Sé que fue por Albert, ¿verdad?
-Eso no te importa. Yo solo estoy aquí por mis tíos y mis primos…
-Volvió a reírse, pero al final hizo una mueca que no supe identificar de qué era –Eres terca, aunque se te nota a las mil leguas.
-…Lo sé –hubo unos cuantos segundos de silencio en los que Ace me miró. Me giré hacia él -¿Qué? ¿Tienes algún problema con eso?
-Negó con la cabeza y volvió a prestar toda su atención al teléfono. Me levanté con un suspiro, sin dejar de abrazarme por culpa del frío que comenzaba a hacer, y Ace me siguió con la mirada, preguntándome con la mirada a dónde iba.
-Voy a regresar, ya que parece que tú estás a gusto aquí, pero yo estoy congelada de frío.
-Pero si no sabes cómo llegar tú sola –preguntó con las cejas enarcadas y sin aún levantar el culo del banco.
-Para algo existe Google Maps, ¿no? –miré hacia ambos lados de la calle. Estaba algo desubicada, pero ya que Ace no parecía querer acompañarme, decidí recorrerlo por mí misma. No era muy difícil, ¿verdad? Me quedé un momento dudando, cruzada de brazos. No sabía si Ace me iba a acompañar o se iba a quedar ahí hasta la hora de la noche, ya que seguía absorto con su teléfono –Bueno…adiós. Nos vemos allí.
Miré una vez más alrededor y eché a andar sin escuchar ni una sola palabra de Ace. Me puso de mal humor que ni siquiera se despidiera de mí. “Qué imbécil” pensé.
Al rato escuché pasos detrás de mí, y no eran pasos cualesquiera. Me giré, e inesperadamente, allí estaba él, con sus botas militares y las manos hundidas en los bolsillos del pantalón.
-Te acompaño –dijo Ace, poniéndose a caminar a mi lado.
Le sonreí inconscientemente.