Hecha de Estrellas

5. Princesa Mecánica

El señor Bourdeu era la reciente incorporación a la academia Castle. Por lo que escuché, estuvo trabajando para una de las mejores compañías de Nueva York y como coreógrafo en algunos teatros de renombre a pesar de ser tan joven. En ese momento, era nuestro profesor y muchas nos sentíamos fascinadas por un hombre tan instruido enseñándonos, aunque no sabía cómo había acabado allí. De cualquier forma, lo importante era aprovechar la experiencia.

     Algunas chicas cotilleaban a sus espaldas de su culo y creo que él era consciente de ello. Mientras eso no las distrajera demasiado, podían mirarle. En cambio, yo admiraba más su técnica y consejos que su físico. Sus correcciones técnicas eran incluso peores que las de mi madre.

     Estaba terminando de calentar con las zapatillas de punta. Tenía un pie en el suelo y el otro por encima de la cabeza, con la pierna totalmente pegada al torso. Las puntas permiten que todo el peso de nuestro cuerpo esté en la punta de los dedos. Al principio era incómodo, duro y temías que las uñas sangraran, aunque eso era más agradable que hablar con William Wolf. Aún seguía molesta por lo que pasó hacía unos días, no solo su manera infantil de hablarme, sino que también me robó un preservativo. Me costaba pensar en él y no querer pegarle una patada tan fuerte como para dejándole estéril, así sus genes no se esparcirían y eso haría un favor al mundo. Recibí mensajes de numerosas chicas preguntando por él. Debía soportar sus comentarios en biología. Además, me molestaba estar pensando en él durante mis clases de ballet.  Podía robar condones, pero no la concentración.

     El señor Bourdeu dio un par de palmadas para que dejáramos el calentamiento. Las chicas nos colocásemos en grupos de cuatro, el mío estaba conformado por mi hermosa Emily. Anna quien solía faltar a algunas clases y Vanessa. Esta última se situó desgraciadamente a mi lado, con una sonrisa que avecinaba problemas.

     —Recordad, pequeñas princesas —mencionó Bourdeu—. Interpretáis al Patito Feo, justo en el momento donde descubre que es un bello cisne. —Se giró hacia la pianista—. Música, por favor.

     Me puse en posición, recordaba la pieza a la perfección y los movimientos que debía interpretar. Miré al gran espejo que cubría toda la pared, concentrada en mi cuerpo. La melodía salió del piano y comenzamos a movernos. El esqueleto, músculos y articulaciones están hechos para moverse, nosotros lo llevábamos al límite de las capacidades con el baile. Me detuve en el momento preciso sobre un pie con la rodilla ligeramente doblada mientras que la otra pierna se movía hacia la derecha, de tal forma que tenía la fuerza para girar sobre la punta. Un giro que repetimos varias veces.

     Tenía mi punto de equilibrio claro, tan centrada en el baile y la música que no me di cuenta de lo cerca que estaba la pierna de Vanessa hasta que me golpeó en la rodilla. Perdí el equilibrio por un instante pero reaccioné rápido, apoyando ambas piernas en el suelo y así no chocar. Temí haberme caído, peor, lesionarme. Eché una mirada furiosa a mi archienemiga, quien no lucía arrepentida. La música había muerto en silencio.

     —Lo siento, Aurora. —Su voz me recordó al tono meloso de la miel y no me gusta la miel—. ¿Te he hecho daño? 

     «¿Te refieres ahora o este año? ¡Arpía!».

     Me faltó poco para soltar eso, pero el señor Bourdeu chasqueó los dedos y las dos le escuchamos. Tenía el ceño fruncido y los labios apretados. Nos colocamos en fila, una al lado de la otra sin decir una palabra mientras él caminaba a nuestro alrededor.

     —Chicas, esto no es un patio de recreo. Emily, si no recuerdas la coreografía, ni te molestes en venir. Anna, no has calentado y se nota demasiado. No sé quién fue tan estúpido como para darte las puntas. Vanessa, aquí exigimos un nivel técnico que has demostrado no tener. Hasta una niña de 12 sabría que no se mejora golpeando a sus compañeras. Y Aurora, hablaremos después de clase. Siguiente grupo.

     Había visto descuartizamientos más amables que las críticas de nuestro profesor. Aunque pueda parecer mentira, no sentía satisfacción en ver cómo destripaba a cada una, ni siquiera a Vanessa. La mayoría teníamos 18, ese año nuestras futuras carreras empezarían a definirse y eso me daba miedo. Intenté pensar en qué tan mal lo hice, dónde me equivoqué para necesitar una charla privada con el señor Bourdeu.

     Fui junto a Emily y le susurré que, sin contar los pasos que olvidó, lo hizo muy bien. Luke la abrazó y los tres observamos a los otros compañeros realizar la pieza. Imaginé todos mis posibles fallos, temiendo los segundos que pasaban y lo poco que le quedaba a la clase. A las ocho en punto, terminamos y yo debía hablar con el profesor. No me puedo creer que fuese capaz de gritar a William Wolf, pero no de mirar directamente al señor Bourdeu.

     —Suerte, princesita guerrera, tengo que irme ya —me dijo Luke lanzándome un beso.

     —Te espero en los vestuarios —me aseguró Emily.

     Me despedí con la mano e hinché mis pulmones con aire y quizás algo de valor. Los demás compañeros también abandonaron la sala, solo quedamos él y yo. Caminé hasta el profesor, manteniendo mis nervios a raya.

     —¿Quería hablar conmigo, señor Bourdeu?

     —Sí. —Se apoyó sobre el piano—. Primero que nada, parece que no te has hecho daño.

     —No, se lo aseguro.

     —Segundo, me he dado cuenta de tu potencial. Eres la alumna más aventajada de todos y tu técnica es impresionante.

     —Gracias.

     «No te sonrojes, no te sonrojes, por el amor de una madre, ¡no lo hagas!».

     —Es una pena que no pueda decir lo mismo de tu interpretación.

     Me chocó un poco su comentario, como si mi cerebro no lograra procesar lo que quería decir y supongo que lo notó porque al instante se puso en pie. Era un hombre moreno que acababa de dejar la veintena, pero su cuerpo estaba tonificado y esculpido. Usaba camisas y pantalones ajustados, su musculatura era demasiado apreciable. Intenté ignorar eso y los cotilleos acerca de su culo.




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