Hecha de Estrellas

6. Envidia

Si dijera que al día siguiente me desperté con el canto de los pájaros y los rayos de sol que se colaban por mi ventana, estaría mintiendo. Tenía una alarma programada a las 6 am y unas cortinas. Nada más salir de la cama, empezaba mi rutina. Debía hacer los estiramientos, dejando que las articulaciones se prepararan para todo el día y luego comenzaba con los abdominales. Me exigía llegar a los 25 seguidos en ayunas, así me aseguraba de quemar rápido la cena de ayer. El cuerpo de una bailarina clásica era casi etéreo, delgado, con poco pecho y flexible. Mi deber era mantener el mío así aunque eso significaba largas horas de deporte y pelear por encontrar un sujetador copa A con relleno.

     Tampoco me levantaba con peinada para ponerme lo primero que encontrase. Me gustaba organizar la noche anterior lo que me pondría y me deshacía de los nudos imposibles en mi cabeza. Todavía me costaba reconocerme con flequillo.

     Primero me coloqué las lentillas y luego me vestí para bajar las escaleras hacia la cocina. Allí estaban Blanca comiéndose unas tortitas y Gloria dándole de comer cereales a Eric, quien hacía poco abandonó su trona y ya podía comer en una silla. Papá no estaba ahí, como siempre. Los saludé a todos, pero fui a Eric y le di un beso de los que suenan en su cabecita rubia. La genética de mamá había predominado y nos hizo a los tres rubios, con ojos verdes y problemas de visión.

     —Pareces una yaya cuando haces eso. —Blanca hizo cara de asco.

     —¿Estás celosa? Tranqui, también hay para ti. —Puse la boca de pez y me incliné hacia ella.

     —Atrás, Satanás. —Cruzó el tenedor y el cuchillo formando una especie de cruz.

     —Menos blasfemias y más comer —intervino Gloria colocando un plato de tostadas integrales con pavo delante de mí y el café—. Sobre todo tú, señorita, estás muy delgada.

     Cada vez que iba a comer, ella creía que estaba un poco más en los huesos. Llevaba trabajando en casa incluso antes de que Eric naciera: cocinando, limpiando y cuidando de nosotros. La teníamos como parte de la familia y pasábamos más tiempo con ella que con papá. Tenía la costumbre de preparar dulces todas las mañanas para tentarme a pegar un mordisco pero al final era Blanca quien acababa comiéndoselos. Mi desayuno contenía unas 70 calorías, aunque con los suficientes nutrientes como para llevar una dieta sana o eso decía internet. Blanca se sirvió doble ración de tortitas con sirope, no se preocupaba tanto del tipo de dieta que llevaba ni de estar una talla por encima de lo que el canon de belleza exigía ni si sus gafas de media luna estaban pasadas de moda.

     Terminamos nuestros respectivos desayunos, nos colocamos las mochilas y fuimos en bus al instituto. Blanca volvió a quejarse de lo mucho que odiaba el olor del transporte público, la caminata hasta la parada y la pereza que le daba ir a clase. Tuve tiempo suficiente como para pensar en lo ocurrido ayer, llegando a la única solución de que no debía estar preocupada por lo ocurrido en el callejón. Si no sacaba el tema, puede que él lo ignorara o incluso ni me hubiera reconocido. No sacaba nada preocupándome y ese día tenía clase con él. Fui evitando toparme con el grupo de desesperadas amantes, adoradoras y groupies de él hasta encontrar a mis amigos. Me imaginé que incluso alguna sería capaz de recoger las colillas que fumaba para tener su ADN, clonarlo y usar a ese clon como esclavo sexual. Iuug.

     A la hora de biología, me lo encontré. Se había sentado antes que yo aunque permanecía echado sobre el pupitre cual bello durmiente. Su atractivo rostro se veía más feroz que de costumbre, con claras muestras de pelea, un hematoma en el pómulo derecho, un ojo hinchado y el labio partido. De no ser por esas pruebas, tal vez habría pensado que me lo imaginé todo o consumía drogas. Cuando estuve a su lado, no sabía cómo llegar a mi asiento con él dormido justo en medio. Me puse de lado e intenté pasar entre el pequeño hueco de la silla y la pared sin rozarlo.

     —Permiso —susurré y necesité empujarlo un poco para pasar.

     Él alzó la cabeza y la apoyó sobre su puño de manera somnolienta. Ostras, desperté a la bestia.

     —Claro, Supergirl. ¿Ya has salvado a alguien hoy?

     Santa puta mierda, me vio pero para mi salvación, no se le veía enfadado ni mucho menos. Me senté en mi silla y aparté la vista.

     —Por suerte, no hay muchos que se meten en peleas. ¿Esta es tu forma de agradecerme que te salvara el culo?

     —Lo tenía todo bajo control.

     —¿Cuatro contra uno?

     —Hace falta mucho más para acabar conmigo —respondió altanero—. Además, yo no empiezo las peleas. Solo las termino.

     —Pero tampoco las evitas.

     Recordé a los tipos ya noqueados y como se zafó del agarre de los otros. Estaba acostumbrado a las peleas, sabía cómo defenderse y luchar aunque la inferioridad numérica jugara en su contra. Crucé los brazos sobre el pupitre, inclinándome para prestar atención al profe quien informó que ya tenía corregidos los informes del otro día.

     Mientras repartía los resultados, mis dedos tamboreaban sobre la superficie de la mesa. Solo quería un 0,5 en el trabajo y estaba convencida de que mínimo debía tener esa nota, de tal forma que mi notabe en biología pasara a ser un sobresaliente. Finalmente, llegó a nuestra fila.

     —Buen trabajo —nos felicitó y nos dejó el informe con un brillante 1, logramos la máxima puntuación—. Evans, me alegra ver que ha conseguido que su compañero participe y ha mejorado su expediente. Y Wolf, no se aleje de su compañera y hablaremos de otra matrícula de honor.

     Mi mandíbula estaba tan abierta como la de una serpiente, cualquier mosca se habría colado. Luego era yo quien le sorprendía a él. Anderson mostró una sonrisa con dientes torcidos y continuó. Nadie lograba sorprenderme como William Wolf, no solo tenía un 10 en la asignatura, sino que el curso anterior obtuvo una matrícula de honor. Si eso era verdad, biología no era lo único en lo que destacaba académicamente sino en todo. Decidí ser amable y hacer lo que hubiera hecho con cualquier persona en ese caso.




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