—No —me insistió Blanca como por tercera vez.
—Sí.
—Que no, hasta que no lo vea no me lo voy a tragar. Como a Jesús o al ratoncito Pérez.
—Que sí, tonta. —Miré más allá y pude ver el Volvo plateado—. Por ahí viene.
Blanca se había quejado más veces de las que podía recordar de los viajes en bus así que no lo dudé al pedirle a William que nos llevara al instituto. El coche se deslizó hasta detenerse delante de nosotras, agradecí que llegara tan puntual. Wolf bajó la ventanilla y asomó la cabeza.
—¿Todo listo, chicas? —preguntó y yo observé la cara de mi hermana.
Blanca tenía la boca abierta y los ojos como platos. Se subió las gafas de media luna, se las recolocó y volvió a subírselas incrédula.
—Oh, mama mía. —No supe si lo dijo por el coche, la situación o por la imagen de un atractivo chofer.
—No te quedes ahí —dije y fui hasta el coche.
Abrí la puerta y me senté a lado de William, le sonreí satisfecha. El auto tenía un curioso olor a perfume para coches barato, colonia masculina y algo más. Blanca tardó unos segundos en reaccionar y montarse detrás, aún un poco desconcertada por ver al mismísimo William Wolf tan temprano delante de casa.
—Buenos días —le saludé—. Wolf, esta es mi hermanita, Blanca.
Will echó una mirada atrás.
—Encantado de conocerte. —Sus labios formaron una media luna.
—Mil veces encantada. ¿Esto va en serio? Es decir, ¿nos vas a llevar hoy?
—Seguramente os lleve durante un tiempo. —Bajó la vista—. Por cierto, me mola la camiseta.
Blanca se puso roja como un tomate y soltó una risita nerviosa, llevaba una camiseta de One Piece que se pidió por internet con el logo de los Sombreros de Paja. Sí, confirmé que a mi hermana le gustaban también los chicos que no eran en 2D ni coreanos.
Will encendió el motor y el coche empezó a moverse rumbo al instituto. Manejaba tranquilamente, ¿eso era por la práctica o porque estaba acostumbrado a manejar a 220 en las carreras ilegales que dijo?
—Hermana, ¿de qué os conocéis?
—Bueno... —tartamudeé y miré a William buscando apoyo—. Es complicado, él es...
—Digamos que soy su novio —concluyó él.
Me cubrí los ojos con las manos y sacudí la cabeza, sabiendo lo que sucedería a continuación.
—¿WTF? —chilló ella—. ¿Y tú no me lo cuentas?
—Blanca...
—Claro, porque yo soy solo tu hermana, tu sangre, la que se come tu postre porque tiene más de un 40% de grasas, quien te
—Ha sido muy inesperado, no fue hasta ayer que decidimos dar el paso y después lo hablamos —contestó Will cortando la rabieta de ella—. ¿Pongo música?
Dejé caer la cabeza contra el respaldo y articulé un ̈gracias ̈ con los labios. Esperaba verlo molesto; sin embargo, se le veía más divertido observando mi cara avergonzada. Encendió el equipo de música y saltó una canción que estaba escuchando antes. Sonaba pesada y extrañamente familiar. Parpadeé sorprendida, me sonaba demasiado y haciendo memoria recordé esos acordes.
—¿Attack On Titan? —Mi tono de pregunta no era porque dudara si era esa canción sino porque me extrañaba asociar anime con el chico más condenadamente atractivo que había visto.
—Es un cover de Epica. —También sonó extrañado al saber que yo sabía la canción—. ¿Te gusta el anime?
—Me lo pegó la que está atrás.
Si alguien me hubiera dicho antes que un día estaría sentada en el auto de Wolf, fingiendo ser pareja, escuchando esas canciones... Pensaría que ese alguien se metió dos rayas de heroína. Blanca colocó el puño cerrado sobre el corazón en un gesto solemne.
—Entono el mea culpa.
No tardamos mucho en llegar al instituto. Me sentí observada nada más sacar un pie del coche. De nuevo, todas las miradas estaban puestas en nosotros, como si esperaran un espectáculo. En cierta forma, eso era lo que tendríamos que hacer Will y yo. Un espectáculo. Una farsa. Una pantomima.
Blanca se marchó a clase y yo me quedé a solas con él.
—Le has gustado a mi hermanita —comenté.
—Tiene buen gusto, pero que me llame cuando cumpla los 18.
—Más te vale que tengas cinco cabras o no te la daremos.
Me tomó de la cintura y me estrechó ligeramente contra él.
—¿Preparada?
—Preparada. —No era del todo cierto, pero sabía que tocaba empezar con nuestro plan.
Así nos pusimos a caminar juntos, mostrando nuestro supuesto romance a todo aquel que nos quisiese ver. Parecía que los allí presentes les importaba mucho nuestra presencia.
—Nos miran como si estuviésemos cubiertos de sangre.
—Eso es porque estás conmigo.
—¿Y no te resulta incómodo?
—No puedo evitar ser el centro de atención aunque no lo desee.
Pensé que no tenía ni una pizca de humildad o era muy sincero y se acostumbró a eso. Entonces, recordé las veces que me subí a un escenario y lo asfixiante que resultaba tener decenas de ojos mirándome, como si esperaran algo de mí que era incapaz de darles. Entramos por la puerta principal, siguiendo por los pasillos con baldosas negras y blancas como un gran ajedrez.
—¿Y ahora qué?
—Ahora me besas y me voy a clase —me respondió altanero y colocó las manos peligrosamente bajas en mi cintura, notaba el meñique en zona prohibida—. ¿Tengo el permiso?
—Sin lengua y cuidado con esas manos —le advertí.
Él se inclinó lentamente, haciendo que su altura jugara como una advertencia y no una amenaza. Tomé su rostro entre mis manos y le di un pequeño beso sobre esos labios maliciosos. Me había besado con Peter y antes de él, con nadie. Intenté mostrarme segura, pero la timidez me inundó. Sus labios eran exigentes y embriagadores, cortándome la respiración. Entonces sus dientes tomaron mi labio inferior, mordiéndolo de una forma malditamente placentera y mi cabeza dio vueltas. Corté el beso, con una mezcla de vergüenza y sonrojo que no pude ocultar.
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Editado: 25.09.2023