Hecha de Estrellas

12. Ghouls

Me senté en el coche de William y aproveché para echar un vistazo rápido a mi móvil. Tenía unos mensajes de Luke informando que en un rato estarían en el club. Crucé las piernas, notando cierto dolor en los tobillos por el excesivo entrenamiento. Iba a una fiesta en la que no quería estar con dolor de pies y comería, así que todo mi esfuerzo por mantener la dieta equilibrada se iría al cubo de la basura.

     En mi lista de cosas que hacer antes de morir no estaba pasar otra noche en un bar de mala muerte escuchando a saber qué música y respirando más humo que aire. William cerró la puerta tras de sí, sacándome de mi ensoñamiento lleno de quejas.

     —Te he traído algo. —Del asiento trasero cogió la gorra negra que le había visto en alguna ocasión—. Póntela.

     Una de las sugerencias que hizo fue que debía llevar algo suyo, siempre que no fuese la típica ¨camiseta de novio¨ grande y sudada antes por el chico. La cogí entre mis manos y enarqué una ceja antes de ponérmela.

     —Está bien. ¿Esto forma parte de tu plan? —dije acomodándome en el asiento.

     —Correcto, vas a subir una foto con ella en Instagram. A poder ser, con una cara menos enojada.

     —Esta es mi cara.

     —Si frunces tanto el ceño te saldrán arrugas.

     Suspiré y abrí la aplicación. Pensé que era mejor hacer una story con la gorra así que puse la cámara interna y me saqué una foto, intentando mostrar una sonrisa convincente, que se notara la inversión en brackets que papá hizo. Vanessa podría verlo porque mi cuenta era pública o se lo pasarían mediante los cuchicheos, también reconocería la gorra, a mí en el auto de Wolf, aunque se me ocurrió dar un paso más allá. Si iba a ser mala, lo haría bien.

     —¿Una juntos? —Le propuse girando mi cuerpo hacia él, pero se alejó.

     —No, paso de que mis fotos circulen por internet —dijo arrancando el coche.

     —¿Por qué? —Pensé que esa respuesta coincidía con solo dos casos: ancianos seniles o conspiracionistas con sombreros de papel de aluminio.

     —Sencillamente, no me gusta.

     —No eres tan feo y hay filtros que te modifican la cara —sugerí frunciendo los labios.

     En ese momento fue él quien suspiró y pareció pensárselo unos segundos antes de quitarse el cinturón y acercarse a mí.

     —Solo si pones uno muy exagerado.

     Empecé a buscar los filtros más extravagantes que tenía en mi arsenal, viendo en la pantalla de mi móvil como nuestros rostros cambiaban de forma. Encontré uno que nos hacía parecer dos aliens con ojos grandes y bocas minúsculas, renos con ojos azules, un ángel y un demonio, etc. Empecé a hacernos diferentes fotos, poniendo caras divertidas y muecas exageradas. Entonces Will puso su mejilla contra la mía. Mi cara se calentó como si me hubieran acercado una estufa. Él tuvo que notarlo porque giró su rostro, haciendo que sus labios rozaran mi pómulo, con una expresión maliciosa. Mi rostro sonrojado no pudo ser ocultado por el filtro. Tuve la tentación de tocarle la mandíbula, pero me daba tanta vergüenza que solo pude sonreír.

     —Esa última está bien, súbela. —Su tono burlón era evidente y su sonrisa lobuna apareció, se colocó de nuevo en el asiento y esta vez encendió el motor, el coche comenzó a desplazarse.

     —Sí. —Mi voz sonaba bajita y algo más aguda de lo normal, me entraron ganas de bajar la ventanilla y tomar aire.

     Mientras él manejaba, yo publicaba la foto de nuestras caras alteradas. Creo que hacía bastante que no subía nada a Instagram por aquel entonces. Mi cuenta consistía en fotos de mi en mallas y leotardos haciendo poses complejas, recuerdos de pequeños viajes familiares y algunas cuantas con mis nenes. Revisé la publicación, parecíamos la típica pareja Tumblr mostrando su perfecto amor. Varias personas lo habían visto, pero ninguna era Vanessa. Una vocecita maligna decía 'ya lo verá, ya lo verá' en un tono como de villano Disney frotándose las manos.

     —No me has dicho nada sobre tu grupo.

     —Quiero ver qué impresión te damos. Sin embargo, creo que te gustará y te lo pasarás bien.

     —¿Y si no es así?

     —La próxima cita falsa, la eliges tú.

     Llegamos a la calle llena de diferentes negocios, cada uno con peor reputación que el anterior y pasamos por delante de la parada con grafitis. Cuando estuvimos cerca del Tártaro, me fijé en la cantidad de personas en pie justo allí. Reconocí unas cuantas caras, compañeros del instituto con los que me había cruzado por los pasillos. También había muchos estudiantes universitarios con claros signos de embriaguez. Junto a la puerta del local había un gran póster anunciando lo que parecía una banda con cuatro miembros con túnicas y máscaras, en la parte inferior se leía ¨Ghouls¨.

     —¿Ghouls? —Leí en voz alta.

     Will detuvo el coche.

     —Idea de Yin —me respondió, pero yo seguí igual de confundida e intrigada.

     —¿Quién es Yin?

     —Te lo presentaré ahora, es el vocalista.

     —Esto es surrealista aunque guay.

     Salimos del coche y Wolf se colocó junto a mí, ofreciendo su mano y una media sonrisa, como si él fuera un caballero y yo, una princesa. Ninguno era nada de eso, pero se la acepté. Fuimos juntos hacia la entrada, pasando entre la gente. Sentía como las vibraciones más graves de la música atravesaban los muros. Si había cualquier tipo de cola o prioridad para entrar, William lo ignoró por completo y pasamos por delante del gorila que me pidió el carnet. El tipo le sonrió y nos dejó entrar sin mediar palabra. Cuanto más tiempo pasaba con él, más extraña se volvía mi vida.

     La música se escuchaba fuerte y penetrante contra mis tímpanos. Bajamos las escaleras hasta el fondo del lugar. El Tártaro estaba lleno de jóvenes bailando y camareras andando majestuosamente con tacones de aguja mientras sostenían bandejas a rebosar de copas. El aura muerta de mi anterior visita había desaparecido por luces de colores, humo de hielo seco y personas con piercing, cuero ajustado y maquillajes elaborados moviéndose al ritmo de una guitarra eléctrica. No era mi ambiente, pero sabía que solo los que se adaptan pueden sobrevivir.




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