La limonada debía seguir su curso, yo solo era la intermediaria. Dejé de bailar y fui hacia el baño. Al entrar, una nube de humo blanco me envolvió. Dos chicas estaban fumando dentro, junto a un espejo lleno de roña, un cartel con dibujos de sexo seguro sobre la pared desconchada y un par de cubículos de madera carcomida. Me metí en uno de los pequeños cuadrados con retrete, también sucio y maloliente, temiendo contagiarme de alguna ETS que desconocía. Por suerte, ninguna cucaracha hizo acto de presencia y un rollo de papel blanco lucía inmaculado sobre un dispensador metálico un poco abollado.
Sin respirar, respondí a la llamada de la naturaleza e hice pis. Me limpié, subí las braguitas de fresas y salí con la intención de eliminar los posibles gérmenes con jabón. Lo que no me esperaba era ver ahí a Peter, quien estaba apoyado sobre el lavabo y con las manos cruzadas sobre su pecho. Tragué duro, sin saber si debía decir algo o esperar a que él empezara.
—Esto es el baño de chicas —dije esa obviedad porque fue lo primero que se me vino a la cabeza.
—Lo sé, también sé que llevas evitándome toda la semana —respondió arrastrando las palabras.
Mis ojos lo estudiaron un segundo, supe que estaba borracho. Incluso ebrio me seguía pareciendo lindo, su cabello estaba desordenado y sus ojos azules aún lograban que mi corazón temblara con una mirada.
Miré mis botas y pasé de largo para lavarme las manos en el lavabo.
—No voy a hablar contigo borracho —dije mirándole por el espejo.
Intenté acercarme a la puerta, pero Peter se puso en mi camino, cortándome el paso.
—¿Te has acostado con él?
—¿Me preguntas eso cuando fuiste tú quien me engañó mientras estábamos juntos?
Su lindo rostro estaba encendido, no sabía si era de ira o por el alcohol. Me di cuenta de la situación, atrapada en aquel sucio baño con un exnovio cabreado. Volví a intentar marcharme, pero él me agarró de la muñeca, impidiéndome salir. Su agarre era fuerte, no iba a permitir que me alejara.
—Peter. —Cuando nuestros ojos se encontraron, no reconocí esa furia en ellos de antes.
—¿Por qué con él te dejas besar así? —me ladró.
—¡Suéltame! —alcé la voz más asustada y puse la mano sobre su muñeca intentando zafarme.
—¡Yo estuve contigo durante meses después de lo que tu madre y solo nos acostamos una puta vez! —me soltó a la cara y continuó—. Yo solo quería algo muy lógico y no me lo diste. Ahora, con él... ¿Por qué él sí?
Su voz se fue apagando a medida que hablaba. Quise llorar, como había hecho en otras ocasiones en las que me reclamaba por ello, pero esa vez fue muy lejos. Respiré hondo, llenando mis pulmones con aire fétido y algo de valor.
—Jamás debimos acostarnos. —Mi voz sonó como un hilo aunque era de pura sinceridad—. Y tal vez, debimos romper antes. No nos engañemos más, lo nuestro ya estaba mal.
Era una verdad que yo misma sabía desde el principio, estaba entre nosotros aunque ninguno se atrevía a ponerle palabras. La mano de Peter tembló, pero no me soltó. Dio un paso hacia mí, sin dejar de mirarme con una expresión de furia mezclada con decepción.
—Cuando Wolf te folle, juegue contigo y te deje tirada, puede que yo no esté ahí para secar tus lágrimas.
Mis ojos se abrieron como platos, supongo que a eso lo llaman abrir el cajón de los trapos sucios. Sacudí la cabeza y le mostré una sonrisa vacía.
—Eso no ocurrirá. —Me sorprendió lo firme que resultaba mi voz al hablar—. Porque soy más fuerte de lo que tú crees y no volveré a depender de un imbécil como tú.
Con todas mis fuerzas, le pegué una patada a su entrepierna. Peter chilló en el acto, desplomándose de rodillas y soltándome. Su costoso Levi's estaba contra aquel pegajoso suelo. Aproveché el momento, salí corriendo del baño cerrando la puerta tras de mí. Recé para que cuando los empleados sacaran a Peter, yo estuviera muy lejos.
Y así, fue como dejé encerrado en un baño público a mi ex tras pegarle una patada en los huevos.
Jadeando, me metí en la pista de baile, empujando a los adolescentes ebrios mientras buscaba una cara conocida. La actuación ya había terminado y el ambiente estaba más calmado.
Mi corazón estaba extasiado y bombeaba adrenalina como loco. Nuestros tres años juntos se fueron a al bote de basura para no volver. Me aferré a él durante tanto tiempo que pensé que me hundiría si renunciaba, pero ese instante era como soltar una carga que estuve llevando durante demasiado tiempo. Peter no era mi salvavidas, era mi yunque. Lo supe cuando hicimos el amor la primera y única vez, casi por complacerle, por miedo a que se marchara y perderlo si no aceptaba aunque no lo deseara realmente. No hubo pasión.
Tras un rato buscando, sentí una mano en mi cadera y levanté la mano temiendo que fuera Peter. Al girarme, Luke me sonrió.
—Nena, ¿Dónde estabas? —gritó muy alto, también se había pasado con el alcohol—. Oye, estás muy pálida.
—¡Le he pegado una patada a Peter!
—¿Qué?
—En los huevos, concretamente. —Las palabras salían a trompicones de mi boca—. No me quería soltar, él me gritó y luego yo le enfrenté, dije que debí romper con él antes, entonces una cosa llevó a la otra y mi pierna acabó golpeándole.
Luke me sujetó por los hombros, descubrí que estuve temblando todo el tiempo que hablé.
—Tranqui —rogó—. ¿Quieres salir a tomar el aire?
—No. —me negué, soltando un gran suspiro—. Creo que le pediré a William que me lleve a casa. ¿Me puedes dar un abrazo?
—Te doy el mundo entero si me lo pides.
Sentí como los brazos de Luke me envolvían entera, descansando mi cabeza sobre su hombro. Sus rizos castaños me hacían cosquillas en la mejilla. Me aferré fuerte a él, los abrazos siempre me han tranquilizado y necesitaba un segundo para recuperarme del momento, aunque muy en el fondo, sabía que hice lo correcto dando punto final a Peter.
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Editado: 25.09.2023