Hecha de Estrellas

28. Familia

«¿Por qué no puedo soñar cosas normales como que se me caen los dientes, corro sin avanzar o cabalgo a lomos de un unicornio que orina arcoíris?».

     Tenía traumas con los cuartos de baño y los vikingos. Apagué la alarma, estando igual o más cansada que cuando me metí en la cama por la noche. No volvería a depender de la química para dormir a menos que me lo recomendara un médico. Coloqué la cabeza sobre la almohada como una persona normal. Intentaba huir de la imagen de Will tocándome, besándome y haciéndome jadear. Dios, ¿cómo iba a ver la última temporada de The Last Kindong así?

     Me removí inquieta, notando algo contra la espalda y me deshice del capullo de sábanas empapadas. Giré para ver qué era lo que había en el colchón y encontré la gorra negra. La cogí con una mano trémula y la lancé hacia mi escritorio, apartándola todo lo posible de mí.

     Sabía que solo era un sueño, uno muy húmedo y estúpido, pero no lograba tranquilizarme. Estaba ardiendo, como si incubara un resfriado. Hice los 25 abdominales más rápido que nunca, motivada por el nerviosismo y el trauma. Tras ello, me levanté para ir al baño, abrir el grifo y echarme agua fría en la cara. Recé para que ese sueño fuera fruto de unos delirios por la fiebre.

     —¿Por qué con él? —me recriminé, debía estar preparada para encontrarme con Will más tarde—. ¿Y por qué un vikingo?

     No servía ni sirvo como guionista de pelis guarras, eso está claro. Me cuestioné si era capaz de mirarle a la cara después de eso sin que me derritiera como una chocolatina bajo el sol de junio. Los sueños no eran ventanas al inconsciente ni a los deseos más salvajes y perversos... ¿Verdad? ¡¿Verdad?!

     Con la cabeza hecha un caos, me puse las lentillas y saqué la ropa deportiva. Sopesé la idea de utilizar gafas de sol para no tener que verle directamente. Revisé mi móvil, en la bandeja de notificaciones había varios mensajes, pero solo uno me dejó sin respiración. Will me escribió.

     Will 🦖:

¨Espero que estés mejor, rubita¨.

     Ostras, estaba en línea y podía saber que abrí el mensaje. Necesitaba un vaso de agua o un exorcismo para calmar a mis demonios internos. Vale, puede que hiciera una montaña de un grano de arena. Respiré hondo, intentando llenarme de serenidad. Empecé a escribir con dedos temblorosos.

¨Lo estoy¨.

¨Voy a desayunar¨.

¨Lo de ayer solo fue por el estrés¨.

     Will 🦖:

¨Adivino¨.

¨Solo agua y media manzana? ¨.

     Fruncí un poco el ceño mientras bajaba por las escaleras. Había cambiado de dieta y por la mañana tocaba medio pomelo con zumo, pero venía a ser casi lo mismo que dijo él.

     Un olor dulce y delicioso salía de la cocina. Gloria ya estaba delante del horno, sacando una bandeja de magdalenas. Eric tamborileaba los dedos sobre la superficie de la mesa, esperando la comida. Les saludé antes de sacar el zumo de pomelo del frigorífico y me senté en un taburete junto a mi hermanito. Gloria iba colocando los dulces sobre una bandeja con varios niveles, dejándolos muy bien ordenados y formando una pirámide de pastelitos. Empecé a hacer cuentas, preguntándome si debía hacer algo. Podía morder una magdalena y enviarle una foto para luego deshacerme de ella, pero la idea de tirar comida me parecía algo enfermizo en ese momento.

     Cogí un par de dulces que estaban en la cúspide de la pirámide, uno para Eric y otro para mí. Unas 200 calorías concentradas en ese bollo inflado, más de un 40% de grasas, casi todo carbohidratos y apenas proteínas. Puede que solo lograra quemar eso corriendo en el parque Battlement, luego tendría una sesión en el ático mientras practicaba la coreografía.

     Gloria abrió la boca de asombro.

     —¿Te pasa algo? —Escuché la voz medio dormida de Blanca, quien parecía recién levantada por su pelo y llevaba la misma expresión atónita que Gloria.

     —No, ¿qué os pasa a vosotras? —pregunté, el envoltorio estaba algo húmedo por la mantequilla—. ¿Habéis visto a un Casper?

     —No, solo un milagro —dijo Gloria con los ojos como platos.

     —Eso es una magdalena con pepitas de chocolate. C-H-O-C-O-L-A-T-E —deletreó Blanca, sentándose frente a mí—. No ese cómo se llame marrón que huele raro.

     —Algarroba —contesté mirando el bollo, el bollo me devolvió la mirada—. Y no me lo recuerdes, parece que Will se burla de lo que como y ayer no comí mucho...

     Al oír eso, Gloria sonrió como nunca mientras yo le hacía una foto a la magdalena y se la enviaba a él. Estúpido y sensual Wolf.

¨Se te dan mejor las carreras ilegales

que ser adivino¨.

¨Mira lo que voy a comer¨.

     —Ese muchacho me cae bien, no como el otro —criticó Gloria —. Parecía alimentarse a base de aire.

     —¿Peter es vegan de nivel 5? —me preguntó Blanca, cogiendo dos magdalenas para ella sola y presentí que luego comería más.

     —Solo se alimenta de cosas que no hayan tenido cara —aclaré y di un mordisco al dulce, casi lloré.

     —¿A que está de muerte? —se mofó Blanca con maldad y asentí.

     No es que estuviera buena, era buenísima. Gloria tenía muy buena mano con el horno y las pocas veces que probaba una de sus suculentas creaciones, me derretía tanto como en mis sueños eróticos... Casi tanto.

     Will 🦖:

¨Es la primera vez que me alegro de equivocarme¨.

¨También quería informarte de que voy a estar

fuera de la ciudad por unos asuntos¨.

¨Así que no nos veremos hoy¨.




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