Hecha de Estrellas

31, Conflictos

Lo peor que le puede pasar a un bailarín es lesionarse. Tarde o temprano, todos pasamos por alguna pequeña complicación: esguinces de tobillo, uñas rotas o tirones musculares. Era el precio del arte. No obstante, la pierna de Luke se encontraba en un ángulo poco natural cuando la ambulancia se lo llevó. Freddy se subió para acompañarlo al hospital.

     Solo quería salir del despacho del director lo antes posible. Mi exsuegro de párpado inquieto tenía la cara roja de la vergüenza mientras Emily y yo íbamos explicando la situación, apenas había pasado una semana y ya estaba de vuelta en la silla de los chicos malos. Qué dolor de cabeza más espantoso.

     Habían llamado a la policía, requisado mi móvil con el vídeo dónde se veía a Lawson insultando a Luke y Freddy junto con gran parte de la pelea, y me avasallaron a preguntas tanto los oficiales como el director. Este último se persignó antes de dar un veredicto. La sentencia fue de tres días de expulsión para nosotras y dos semanas para Wolf... Él era otra de mis preocupaciones. Por suerte, yo apenas había salido sin nada a parte de un corte en el labio. Sin embargo, Will fue llevado directamente a la enfermería junto con los otros heridos que ocasionó él solito.

     Tenía dos sentimientos encontrados. El primero, ganas de chillarle lo imprudente que era por la pelea. El segundo, mi creciente necesidad por saber que estaba bien. La presión en mi garganta aumentó, la sangre iba a gran velocidad en mis venas y tenía los dedos agarrotados. Tenía que verle y comprobar que no le había pasado nada.

     Acabado el sermón, mis pies se movieron rápidamente hacia la puerta por instinto. Crucé el trayecto desde el despacho del director, tropezándome con otros estudiantes, hasta la enfermería. Me sentí igual que una sanitaria de la Primera Guerra Mundial andando por un hospital de campaña y observando a los heridos por el gas mostaza, salvando las pequeñas distancias. Un Chaqueta Militar estaba siendo atendido por la enfermera, el chico que Emily pateó en las bolas se estremeció en la camilla nada más verme (traumas) y otro estaba durmiendo con el rostro cubierto de vendas.

     —Disculpe, ¿está aquí William Wolf? —pregunté a la enfermera rechoncha, quien solo señaló con la cabeza a unas cortinas verdes al otro lado de la habitación blanca.

     Caminé en la dirección que señaló y temí encontrarme con Will en un estado aun peor que los otros. El corazón me golpeaba con fuerza contra las costillas. Entonces agarré un extremo de la cortina y la abrí poco a poco. Al mover la tela,  mi boca se abrió de asombro al encontrarlo sentado sobre la camilla y sin ninguna herida aparente. Will desvió la vista del móvil a mí.

     —Ey.

     —¿Te has hecho daño? —pregunté sobresaltada, acercándome a él y recorriendo con la vista su cuerpo en busca de heridas.

     Negó con la cabeza y giró el rostro para mostrarme un simple esparadrapo cerca de la mandíbula. Saber que estaba bien y la pelea con resultado trágico me provocó una reacción parecida a una coca cola mezclada con mentos. Aún no salía de mi asombro, ¿hice todo ese llanto por nada?

     De no ser porque llevaba el vendaje y el cabello suelto, habría pensado que la pelea fue producto de mi imaginación.

     —Apenas me han rozado —soltó en un tono neutral y se encogió de hombros.

     —¡Eres un idiota! —chisté—. ¿Cómo has podido hacer esto?

     Will torció el gesto. El punzante dolor de cabeza y su idiotez me estaban mareando.

     —Pero si ha sido tan aburrido.

     Yo ahí preocupada porque tuviera alguna pierna destrozada como Luke y él estaba tranquilo con el móvil.

     —¿Te parece aburrido dejar inconscientes a cuatro personas? —Di un paso atrás, cruzándome de brazos—. ¿Pero a ti qué te pasa?

     —Solo fueron tres —me corrigió desconcertado—. ¿Me estás reclamando por defenderte?

     Esa vez, no temía vomitar. Así que pude soltar todo lo que tenía.

     —Casi me muero de miedo. ¿Qué pensabas que iba a hacer? ¿He de felicitarte con un beso?

     —No estaría mal.

     Aunque quisiera (que no era el caso), no podría besarlo al menos por unos días sin hacerme daño por el labio. Puse una mano en mi cara, la piel se sentía demasiado caliente.

     —Idiota —repetí y él gruñó en respuesta.

     —Estás sacando las cosas de contexto. ¿Viste la manera en la que se movían? —Sonrió con malicia—. Eran tres, pero tan lentos y sobre todo, Lawson. La guardia parecía digna de un principiante que apenas sabe vendarse las manos. Huía todo el rato.

     Iba a acabar por lanzarle un Nokia.

     —... —Sacudí la cabeza—. ¿Por qué eres así?

     —Quería comprobar si mis lecciones de kickboxing han valido la pena.

     —Muy bien, ahora sin la ironía y con algo de sinceridad.

     Will rodó los ojos y echó la cabeza hacia atrás.

     —Porque no consiento que toquen a las personas que me importan. Rubita, tú eres una de ellas.

     La rabia que estaba sintiendo no se marchó, pero si se atemperó un poco. No me había preparado para aquello ni iba a negarlo. Me alegraba significar algo importante para él, aunque eso no justificaba que pudiera ir por ahí poniéndose en peligro.

     —¿De verdad estás bien? —insistí.

     Coloqué una mano junto a su mejilla magullada. Me arrepentí al instante porque aposté a que me apartaría. Sin embargo, Will sonrió como si acabara de hacer algo gracioso.

     —¿Me regañas o te preocupas por mí? —preguntó tomando mis manos y las juntó, envolviéndolas con las suyas. Yo me estremecí un poco.

     Medité durante un largo segundo, colocando mis emociones en una balanza. Me debatía entre tirarle del pequeño piercing que tenía en la oreja o darle un abrazo de oso. Concluí que pesaban más mi preocupación que mi enojo.

     —Me preocupo —confesé apretando sus manos—. Por favor, no te metas en peleas. No he sobrevivido a una persecución en coche para que me mates a sustos.




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