Hecha de Estrellas

34. Ambivalencia

Ambos nos giramos al ver a Blanca justo en la entrada, observándonos con cara de circunstancia. Ella vio como estábamos: él casi sobre mí y yo desesperada por un beso. Sin mediar palabra, Will fue alejándose, lo suficiente para que yo pudiera hablar sin dosificar el aire. Mi cuerpo notaba la fuerza de la gravedad de Júpiter multiplicada por cinco.

     Intenté buscar las palabras que explicasen cómo habíamos acabado así. Sin embargo, mi hermana me distrajo. Llevaba puesto un gorro de orejas de gato, bandana de ninja, chaqueta de cuadros verdes y negros sobre una camisa blanca con las bolas de dragón y una mochila de pikachu. Esa ropa... Esa expresión de asombro al vernos entrar en casa... cuando debía estar en la cama...

     —¿Has ido al salón manga? —dije incrédula, viendo como ocultaba las bolsas que la delataban detrás de la espalda.

     —No, fui a catequesis —murmuró con la boca pequeña—. Estaba escuchando la palabra del señor y... —Su voz empezó a apagarse poco a poco—. Si no me vas a creer, paro ya. Ni he saludado a Willy.

     Blanca agitó una mano y Will esbozó una amplia sonrisa, pero la alegría no llegó a sus ojos. Considero que nadie en la habitación se sentía del todo cómodo.

     —Estabas castigada —le reclamé—. ¿Fingiste todo esto del empacho?

     —Al principio no, pero luego me encontré mejor y como Gloria iba con Eric a una reunión del grupo de apoyo, papá estaba de guardia y tú tenías la clase de ballet... Súmale que prometí hacer un unboxing de funkos que he comprado. ¿Tú me entiendes?

     —Sí, pero quien no te va a entender es papá cuando se lo cuente.

     —¿Vas a delatarme? —dijo abriendo los ojos y la boca.

     —El año pasado le arrancaste un mechón a una chica por una camiseta y tuve que salvarte —le recordé—. Estoy harta.

     —Yo podría decir que estabas con cierta persona en el sofá dándote arrumacos. —Blanca rodó los ojos hasta Will, quien enarcó una ceja como un mero espectador.

     Lo que me faltaba por ver: chantaje de mi hermana pequeña. Nuestro papá nunca fue demasiado estricto salvo con temas como el alcohol, las drogas y el anime. No obstante, creo que a pocos padres les gustaría saber que una hija estaba a solas con un chico y Blanca lo pintó con tintes románticos. Eso era la guerra. Me puse en pie para ganar algo de altura y reclamar respeto, pero Will fue más rápido.

     —Tengo una pregunta para ambas. ¿Quién haría enojar más a vuestro padre? —preguntó y desarrolló la idea—. Aurora estaba pasando un rato con un amigo y pensaba que había más gente en la casa. En cambio, Blanca le arrancó un mechón a una chica.

     Will apoyó un codo en el respaldo del sofá y la mano en su cara, observando como Blanca se hacía pequeña cuando le lanzó una mirada fría que la dejó quieta en el lugar.

     —Yo solo... —Empezó a decir ella.

     —Seguro que tiraría a la basura esa camiseta tan bonita. —Sonrió con malicia—. Yo la quemaría.

     Blanca palideció, seguro que la imagen de su amado Suga en llamas y reducido a cenizas debía ser traumatizante. Intercaló la vista entre Will y yo.

     —¡Os odio a los dos! —bramó tirando las bolsas al suelo.

     —¿Estás segura de que quieres entrar en este juego? —amenazó él.

     Era como ver a dos niños pequeños peleándose. Decidí zanjar aquello.

     —Blanca, no diré nada por esta vez —intervine—. Pero como te vuelva a pillar mintiendo a todos, escapándote de casa y encima yendo sin mí al salón manga, te la cargas. ¿Entendido?

     No tenía ni tengo el tono grave ni tajante de Will, pero esperé sonar convincente. Había tenido peleas con mis hermanos, sobre todo con Blanca casi desde el momento en que aprendió a hablar. Sin embargo, me preocupaba por ella y no podía consentir que con 14 años hiciera escapaditas.

     —Sí, por Arceus. Pero ni palabra a papá o a Gloria...

     De pronto, escuchamos el sonido metálico de la llave en la cerradura. Mi hermana se llevó el dedo índice a los labios y agarró las bolsas en silencio. Fue subiendo las escaleras, intentando imitar la técnica ninja. Estupendo, Gloría acababa de llegar y no había pensado en una manera suave de decir que me habían expulsado tres días por una pelea. Yo me desplomé en el sofá junto a Will.

     —¿Pareja o amigo? —Se acercó a mi oído y susurró.

     —Eeh...

     Aún sentía las mejillas encendidas. No me había recuperado por completo de lo que casi pasó hacía solo dos minutos y volver a tenerle cerca no me venía bien. No tuve tiempo para contestar porque Eric entró en casa de la mano de Gloria. Esta última iba con una sonrisa en sus labios que agrandó al vernos.

     —¿Interrumpo algo?

     —Nada, Gloria. No ha pasado nada, de verdad de la buena. —«¿Puedes parecer menos sospechosa?», cuestionó mi subconsciente.

     —Hola. ¿Tú eres quién hace los dulces? —preguntó Will tranquilamente.

     —Bueno, me las apaño bien en la repostería.

     —El brownie estaba delicioso.

     Aquel chico acababa de ganarse su total aprobación con poco más de dos frases. Hoy en día, sigo pensando que tenía algún extraño poder con el sexo femenino y el tiempo me dará la razón.

     —Ay, gracias. Tenía ganas de conocerte, William. —Gloria sonrió de lado y lanzó una mirada satisfecha dirigida a mí, pero torció el gesto—. ¿Qué te ha pasado en la cara?

     Instintivamente, llevé los dedos hasta mi labio herido. Bastantes mentiras había dicho ya a mis amigos como para tener que hacerlo también a la mujer que me preparaba las mejores barritas de muesli del mundo. Había llegado la hora.

     —Tuve una pelea —confesé sintiéndome como una pandillera.

     —¿Cómo?

     —Tuvimos, rubita —me corrigió él.

     Durante los siguientes minutos estuvimos explicando lo que pasó por la mañana. Will no entró en detalles de la gravedad de las heridas que produjo y yo tampoco quise mencionarlos, pero sí le conté todo lo referente a Luke y su pierna. Su cara pasó de la incredulidad, al enojo y luego a la pena.




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