Hecha de Estrellas

35. Inflexión

—¿No habría sido mejor comprar flores para decorar la habitación? —pregunté agarrando el peluche gigante por un extremo.

     —La pajarita es aguamarina, su color favorito —argumentó Emily, intentando que el oso no tocara el suelo desinfectado del hospital.

     —Sigo creyendo que las flores son más elegantes.

     El muñeco era casi tan alto como yo, llevaba una pajarita elegante y un cartel que decía ¨¡Teníamos ganas de verte, bebé!¨. El dependiente nos indicó que era un regalo para las embarazadas, pero mi amiga había insistido en que los pequeños detalles no contaban tanto como los grandes. Supongo que llamábamos la atención paseando un oso por el hospital.

     Siendo hija de un médico, se esperaba que uno de mis hermanos o yo tuviéramos interés por dicha profesión. Sin embargo, nunca fue así. Blanca se desmayaba cuando le hacían una analítica. Eric era demasiado pequeño, pero se mantuvo igual de indiferente en cuanto a la anatomía hasta hoy en día. En mi caso, había salido como mi madre porque solo me gustaba el ballet.

     Me sentía incómoda andando por aquel edificio enorme con paredes blancas, personal sanitario demasiado normativo, olor a lejía y constantes pitidos de máquinas. Quedarme en casa por la mañana era algo extraño y lo notaba en los huesos. Debía estar en el instituto, no dando vueltas con el Señor Oso. Por suerte, tenía a Emily a mi lado cuando cruzamos las puertas del ascensor hasta el ala donde asignaron a Luke. Escuché a lo lejos unas voces que se convirtieron en verdaderos gritos a medida que nos acercábamos a la habitación.

     —¡No puedo creer que haya criado a un desagradecido! —Oímos al otro lado de la puerta—. Anulo una importantísima reunión con una personalidad del mundillo, me preocupo por tu futuro y tú ni valoras mis esfuerzos.

     —¡Desde que entraste por la puerta no has parado de hablar de ti y de lo mucho que afecta a tu agenda que tu hijo casi no la cuente!

     Emily y yo nos quedamos junto a la habitación. No era el momento para entrar. Cuando tu amigo pelea con sus padres y ambos bandos sacan temas personales, lo mejor es no intervenir y permanecer al margen.

     —¡Esto no habría pasado de no ser por este chico! —bramó el hombre—. Te está comiendo la cabeza y...

     —¡Luke, por dios! —reconocí la voz de Freddy.

     Se escuchó un sonido súbito, un chasquido aunque húmedo, el cual dejó el lugar sumido en silencio durante unos segundos. Emily y yo nos miramos la una a la otra sin saber muy bien qué acababa de pasar hasta que la puerta se abrió de sopetón. El padre de Luke casi chocó con nosotras. Al ver la camisa mojada supe lo que había hecho su hijo.

     —Vaya, Evelyn y Azucena —nos llamó recolocándose la corbata—. Habéis llegado en un mal momento.

     —Señor Lancaster —dijimos ambas al unísono.

     Era un hombre de unos cincuenta años, con los mismos rizos castaños y ojos pardos que Luke, aunque el cabello estaba empapado y la mirada se veía entornada en una expresión de enojo. Tenía algo claro, nadie se encontraba contento por estar allí.

     —Buenas, venimos de visita. ¿Podemos pasar y...? —No me dio tiempo a terminar la pregunta porque su móvil comenzó a sonar y dejó de mirarnos.

     —Disculpad, mi agente —respondió sacando el teléfono—. Por cierto, lindo muñeco.

     Se alejó con paso ligero y atendió la llamada. Bueno, al menos casi acertó con nuestros nombres esa vez.

     —Te lo dije. —Emily se alegró y empujó la puerta con el pie.

     Las habitaciones en los hospitales son muy austeras. Siempre contaban con un sillón que provocaba futuras desviaciones de columnas. Sobre este se encontraba la madre de Luke, la mujer aún llevaba sus gafas de sol y dormía muy ajena a lo que pasaba a su alrededor. De no ser porque su pecho subía y bajaba, habría pensado que estaba muerta. Por otro lado, vi a Luke tumbado sobre la cama junto a Freddy en la silla.

     —Holi, ¿cómo estás? —dije en un susurro.

     —He estado mejor —respondió mi amigo y respiró hondo, estaba rojo hasta las orejas.

     —Está loco —espetó Freddy—. Le acaba de lanzar un vaso de agua a su padre.

     —Pero te encantan mis locuras —indicó alzando el dedo índice—. Y además, solo fue el agua. No soy tan malvado como para arrojarle un vaso de cristal.

     —Te hemos traído algo —dijo Emily sosteniendo una pata del osito y sacudiéndola.

     —Me pregunto qué será. —La boca de Luke se curvó hacia arriba y creó una sonrisa. Sin embargo, sus ojos permanecían igual de apagados.

     Las dos fuimos hacia ellos y dejamos al osezno junto a la cama. Mi amigo tocó la tela de la pajarita.

     —Igual que tus ojos —dijo mirando a Freddy y luego, rodó la vista hacia nosotras—. Chicas, me encanta.

     Durante los siguientes minutos, nos quedamos los cuatro, o los cinco si cuentas a la mujer casi muerta, a solas. Tuvimos tiempo de hablar sobre lo ocurrido y yo quería saber si el culpable pagaría las consecuencias. Hay tres cosas que deberían dejar de existir: la homofobia, el racismo y la pizza con piña.

     —¿Se sabe algo de lo que pasará con Lawson?

     —La policía cree que va a sustituir su chaqueta militar por un uniforme del reformatorio. Tenemos un video y al padre del año, quien va a poner un ejército de abogados para recibir una indemnización por... destruir mi carrera como bailarín.

     —Oye —le llamó Freddy agarrándole la mano como el día anterior—. Aún no has empezado ni con la rehabilitación.

     La sonrisa o mueca de Luke era tirante, demasiado forzada en sus labios.

     —Sé que esto no es lo que tenías pensado para esta semana.

     —¿Pasar tiempo contigo, conocer a mi suegra —dijo extendiendo la mano libre hacia la señora comotosa—, ver cómo estás dispuesto a defenderme ante todo y la cena de mañana que aún sigue en pie? Luke, no se ha arruinado.




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