Hecha de Estrellas

36. Tensión

Soy de esas personas que atraen los problemas como un imán, la ley de Murphy en carne y hueso. Acababa de escapar de aquellas bailarinas rabiosas y me encontraba ni más ni menos que en la moto de mi mayor enemiga y de mi ex mejor amiga vestida con el leotardo de danza. El destino era caprichoso.

     Vanessa frenó en seco delante del semáforo y ambas acabamos jadeando por la intensidad del momento. La garganta me latía como un segundo corazón.

     —Suéltame. —Fue lo primero que me dijo.

     Me di cuenta que estaba abrazada a ella igual que una garrapata, la fuerza de la costumbre y el terror. Terminé soltándole la cintura.

     —Explícame qué acaba de pasar —me exigió y se levantó la ventanilla del casco para mirarme con el ceño fruncido—. ¿Por qué te han lanzado un trozo de satén y silicona?

     —Entré en el vestuario y me habían cortado el sujetador. —Me alivió descubrir que mis cuerdas vocales no se habían quedado paralizadas—. Entonces, me defendí y ellas me insultaron... —Mi voz fue menos consistente—. Luego, puede que les vaciara un espray de pimienta.

     —¿Gaseaste a esas tipas?

     —Solo un poquito. —Acerqué el índice al pulgar hasta casi rozarlos.

     Vanessa apartó la vista y apretó los labios. Parecía igual de seria, pero el leve movimiento de pecho me indicó que contuvo una risa.

     Tras el subidón de adrenalina, me aferré al asiento mientras ella conducía y respiré hondo. Fui más consciente de los detalles. El dolor latente en el hombro. La presión en mi garganta. El olor de su perfume, aroma a cuero y naranja inundó mi nariz. Piel curtida de vaca y cítricos, me recordó a cuando teníamos 16 y dimos nuestra primera vuelta por la ciudad.

     —Gracias por ayudarme.

     —No me las des —dijo, al tiempo que aparcaba junto a la acera—. Si no te hubiera ayudado, formaría parte de un homicidio.

     —¿Te importa que me vista aquí y deje de molestarte?

     —Haz lo que quieras, voy a comprobar cómo está la parte de atrás de la moto.

     Se levantó sin mirarme. La tensión entre ambas se podía cortar con un cuchillo. Todavía incómoda con la situación, decidí que lo mejor era ponerme la ropa y marcharme pronto aunque ello implicara ponerme la ropa en medio de la calle. Saqué el abrigo, un pichi que empezaba a quedarme grande y las deportivas. Me dejé el leotardo porque a falta de camiseta, podía pasar como un boddy hasta que llegara a casa. Retiré los pasadores del recogido y liberé el flequillo para estar más cómoda. Vanessa estaba junto a la rueda trasera con un cigarrillo en la mano.

     A simple vista, el vehículo solo presentaba una abolladura superficial. Creo que fue más el ruido que el golpe en sí.

     —¿Desde cuándo fumas?

     —Él me enganchó —respondió antes de dar una calada.

     No era necesario que dijera el nombre de Will para saber que hablaba de él, lo cual aumentó el fastidio del momento. Habían pasado tantos acontecimientos espantosos entre las dos en las últimas semanas. Nos gritamos cosas horribles. Ella me hizo llorar y yo acabé en el peor estado de mi vida. La acusé injustamente de encerrarme. Ambas peleamos con uñas y dientes para luego ser castigadas. Sin embargo, me acababa de salvar de un grupo de locas...

     —Nunca esperé estar sentada en tu moto de nuevo y menos después de todo —confesé.

     —Desde lo de Peter —concluyó.

     —Estaba pensando en el día de la prueba —le corregí—. Oye, sé que entre tú y yo ya no hay amistad... Pero te debo una disculpa. No estuvo bien acusar sin pruebas. Lo siento.

     Vanessa se quedó congelada ante mí, mirándome con una mezcla de asombro y enojo. Quizás ella creyese que lo decía como una broma desagradable, pero iba en serio. Era algo que mi conciencia había guardado y no me perdonaría si no reconocía el error.

     —¿Me pides perdón después de todo lo que hice?

     —Te lo debía, no fuiste tú. Creo que esas chicas te utilizaron para incriminarte. Voy a hablar con el director de la academia y pediré a mi padre que me acompañe.

     —Dos incidentes en menos de mes —me recordó—, fijo que pierdes el papel o te expulsan.

     —Gracias por los ánimos...

     —Hazme un favor y deja que me encargue de ellas.

     Enarqué una ceja. No sabía distinguir entre tabaco y marihuana, pero juraría que lo que estaba fumando olía a nicotina.

     «No puedo fiarme de ti».

     —¿Por qué ibas a querer ayudarme? ¿Te das cuenta de que si yo pierdo el papel, tú serías la Reina Cisne?

     Por un lado, Odette era mi sueño y estaba dispuesta a todo por conservar mi puesto. Sin embargo, no podía pasar por alto lo que acababa de pasar y me fiaba poco de Vanessa. ¿Qué garantía tenía yo de que no fuera a jugar en mi contra?

     —No pienso aceptar un protagónico por ser la segunda opción. Además, esas zorras se merecen una lección —dijo enarcando una ceja de manera que me hizo recordar a las femmes fatales de las pelis antiguas. Entonces, agregó— y la tendrán.

     Entre sus rasgos felinos y ese tono orgulloso me pareció ver a una leona o Gryffindor con la maldad de Slytherin combinadas. Mucho más lanzada que yo.

     —Voy a pensarlo, pero te agradezco la ayuda.

     Vi que llevó el cigarrillo a sus carnosos labios y se recolocó el flequillo a un lado. Me fijé en sus cejas, rectas como flechas. También en su piel, sin rastro de maquillaje y ninguna imperfección como acné o pecas. La palabra ¨hermosa¨ le quedaba como un guante. Sé que su belleza no significaba la falta de la mía, pero ella conjuntaba a la perfección con Will. Compararnos no me hacía ningún bien.

     Una ráfaga de viento me acarició el cuello y me di cuenta de que la temperatura era más baja  de lo que pensaba. Saqué la bufanda de la bolsa deportiva y se me cayó algo. La gorra negra. Iba a agacharme para recogerla, pero Vanessa fue más rápida y la sostuvo en su mano. Mi instinto me decía que se la arrancara de las zarpas aunque me contuve y solo extendí el brazo, a la espera de que la devolviera. Conté tres latidos acelerados antes de que me la entregara.




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