Hecha de Estrellas

42. Malestar

Will

Sinceramente, no estaba de humor ni para compartir oxígeno con nadie. No sé ni lo que sentía por dentro, era algo similar a lo que experimenté cuando Vanessa y yo rompimos. Sin embargo, había una gran diferencia. Yo sabía por qué se acostó con el idiota con tutú y no era porque no sintiera nada por mí.

     El motivo era Evans.

     En ese momento, la incertidumbre crecía y me consumía, pero eso debía esperar. Tenía otros asuntos pendientes.

     Si el Tártaro había sido una pocilga, el callejón justo detrás era peor. Si has salido de un club por la parte trasera, ahí es donde suelen tirar la basura y están tanto los borrachos meando como las ratas. Yo estaba a la espera.

     Entonces, sentí cómo alguien me tomaba del brazo y todos mis sentidos se activaron. Giré la cabeza y me encontré a una chica. Me resultaba familiar, pero no tenía idea de dónde pude haberla conocido.

     —Hola, colmillitos.

     Sonrió detrás de sus gafas de sol con forma de llamas. Se acercó más e invadió mi espacio personal. Yo me alejé con rapidez de su agarre. La muchacha en cuestión era guapa. A decir verdad, su imagen se parecía a la tuya, aunque mucho menos atractiva, claro.

     —Vamos, no seas frío —me pidió.

     Casi me hizo poner los ojos en blanco y ella frunció los labios.

     —Creo que me confundes con otro... —dije, sin hacer un gran esfuerzo en reconocerla.

     —En serio, Wolf. Fue una noche inolvidable.

     Me moví para mirarla mejor. ¿Cómo se llamaba? ¿Anya? ¿Amalia? Ni idea. Olvido rápido los nombres que no me interesan. Sé que me acosté con ella antes de conocer a Vanessa y que fui claro en cuanto a lo que quería, hasta ahí llegan mis recuerdos.

     —Gracias, linda —contesté en un tono seco—, pero justo ahora estoy esperando a alguien.

     —¿Es una mujer? —me preguntó y se colocó las gafas en el pelo, dejando bien a la vista sus ojos—. He escuchado que ahora solo te gustan las rubias, ¿es verdad?

     —Te saco de dudas. La respuesta es no para ambas.

     —Mejor para mí —respondió, con voz susurrante.

     —Pierdes el tiempo conmigo —la rechacé a las claras—. Será mejor que te marches.

     —Con lo cariñoso que estabas la última vez...

     Me fijé en sus ojos, verdes como los cristales de una vidriera y más oscuros que los de Aurora. Mierda, debería haber pensado en Vanessa y no prestar atención en esos detalles...

     Escuché el sonido de una moto acercándose y supe que iba siendo hora de cortar aquella conversación que no llevaba a nada, solo a confusiones.

     —Oye, preciosa —susurré en un tono grave—. Si tanto quieres estar conmigo, dame una hora para que resuelva unos asuntos. Tú espérame en los camerinos.

     —¿Con o sin ropa?

     Me incliné hacia ella y ella hacia mí.

     —La sola pregunta ofende.

     La sonrisa de la chica brilló. Levantó una mano y me acarició con las uñas la parte rapada de la cabeza antes de marcharse. Sé lo que la gente piensa al verme. No les culpo, pero de eso al acoso ya no lo consentía. Una hora después, yo estaría de camino a mi casa y ella, discutiendo con el tipo de seguridad en los camerinos.

     Durante todo el día, tuve ganas de golpear algo o más bien, a una persona. Derek aparcó su vieja motocicleta junto a unos cubos de basura, tenía la costumbre de dejarla ahí. La rutina ayuda a ser más fácil de predecir.

     —¿Wolf? —dijo y se quitó el casco.

     Los labios se le estiraron hacia atrás. Parecía más una mueca que una sonrisa. Se bajó de la moto y sostuvo el casco entre nosotros.

     —Por un momento, pensé que ibas a faltar hoy —comenté, me mantuve inmutable.

     —Ya me ves.

     —Tenía ganas de verte, imagino que sabes por qué.

     —Quería aclarar las cosas —dijo con el rostro más tenso—. No sé qué te habrá contado la amiga de Em, pero te aseguro que se equivoca: malinterpretó la situación, sacó conclusiones y yo...

     —¿Y tú decidiste intimidarla? —le corté—. Vas a ayudarme a entender lo que pasó.

     No me molesté en decir cuál era la alternativa.

     —Oye, empecemos diciendo que se metió donde no la llamaban y no atendía a razones.

     «Típico de mi rubita», pensé. No debe ser bueno que una chica tan pequeña se meta con problemas tan grandes.

     —Tampoco fue para tanto, solo le quité el móvil e intenté hablar...

     No pronuncié ninguna palabra, solo me acerqué sin dejar de mirarle a los ojos y se detuvo en seco. ¿Tanto miedo tenía? Hacía bien, casi me hizo sonreír.

     —No me puede importar menos dónde metes la polla. —Fui directo al grano—. Sin embargo, cuando mi hermana me cuenta que tuvo que apartarte porque estabas asustando a Evans, me empieza a interesar.

     —Tan asustada no estaba porque parecía que iba a pegarme.

     —Ella también me contó lo que dijiste después a mi novia.

     Puse la mano sobre la manilla del vehículo y lo empujé con fuerza. La moto cayó a un lado e hizo un estruendo contra los cubos de basura, al tiempo que su dueño dejaba escapar una maldición. Uno de los faros se rompió junto a sus pies. Empezaba la diversión.

     —No vuelvas a hablar así de ella, jamás —continué—. Nunca vuelvas a hablar de ella, punto. No quiero ni que te acerques, ¿entendido?

     Derek asintió, aferrándose al casco.

     —Sabía que eras un puto idiota, pero jamás imaginé que tanto. —No oculté la satisfacción en mi voz—. Puedes coger tu bajo y marcharte del grupo.

     —¿Qué? Tú no puedes tomar esa decisión.

     —Hablas como si Yin no estuviera de acuerdo conmigo.

     Me miró a los ojos, buscando dudas o vacilaciones. No iba a encontrar nada de eso, lo que hizo que sus hombros cayeran.

     —Lo que me estás pidiendo que haga es injusto. Estamos a punto de despegar.




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