Hecha de Estrellas

46. Verdad o reto

La música electrónica se escuchaba a unas tres casas antes de llegar. Era un barrio moderno, con altos edificios de cristal y ambiente de fiesta universitaria. El jardín estaba lleno de jóvenes con vasos rojos de plástico en la mano, algunos bailando y otros, enrollándose.

     Podía sentir el aliento ir y venir, formando una nube de vapor. Mi estómago me rogaba volver, lo cual debía ser lo más cercano a un sentido arácnido. Quizás hubiese dado media vuelta de no ser por lo que vi. Emily estaba cerca de la entrada, bajándose de la moto junto a Derek. Ella le besó, tomó su brazo y ambos se dirigieron hacia el interior de la casa. No le di importancia al faro roto del vehículo.

     Esa era mi oportunidad de enfrentarlo, el impulso que necesitaba para entrar y decir cuatro verdades. Respiré hondo y anduve hasta la puerta principal. Toqué el timbre y miré hacia el desgastado felpudo. Un chico me abrió, llevaba una máscara blanca, con un diseño intrincado de líneas doradas y un penacho que coronaba la parte superior.

     —Joder, qué guay —dijo y yo reconocí la voz de Yin—. ¿Eres una dominatrix?

     —Caperucita Roja —le corregí—. Me gusta tu máscara veneciana.

     —Gracias. —Hizo una pequeña reverencia algo teatral—. Ven y deja los problemas en la puerta.

     Eso era imposible, pero entré de todas formas. La música sonaba potente en los altavoces, sentía las vibraciones llegar hasta los huesos. Yin me condujo hacia un gran salón repleto de gente. Todo lo que veía eran chicas y chicos demasiado buenos para ser verdad, llevando disfraces elaborados y, en su mayoría, sexis. Las luces centelleaban por encima de nuestras cabezas. La cerveza y el mojito corrían como si fueran agua. Además, un olor a tabaco me inundó la nariz.

     Yin me entregó un vaso rojo.

     —Recuerda los posavasos. ¿Es la primera vez que bebes alcohol? —preguntó.

     —Ayer terminé por primera vez una copa —contesté y me acerqué el vaso. Parecía y olía a cerveza—. Mejor no, gracias.

     —Venga, es mi fiesta.

     —Yin...

     No había cenado, tampoco estaba acostumbrada a beber y ni siquiera sabía las calorías de una cerveza. Sin embargo, yo me sentía insegura en mi propia piel así vestida y no quería ningún comentario sobre ser un muermo por la abstinencia. Al día siguiente, los alimentos sólidos estarían prohibidos.

     Él alzó el dedo índice.

     —Una copa, solo una. Quiero conocerte un poquito desinhibida.

     «Voy a acabar vomitando en el baño».

     Asentí. Él se retiró la máscara y chocó nuestras cervezas. Me llevé el vaso a la cara y bebí. Arrugué el ceño y los labios, el mismo sabor amargo y asqueroso.

     Yin me insistió hasta que llegué al fondo. Quería estar empoderada, alzando a Excálibur sobre un caballo blanco. Sin embargo, volvía a sentirme mal por no seguir la dieta. El alcohol reseca los músculos y mi lista de comidas prohibidas iba en aumento.

     Miré a mi alrededor, busqué a Will y me encontré con dos cosas alarmantes. La primera, la Capitana Marvel se besó con Super Mario. La segunda, Emily junto a Derek, ambos sentados en un sofá tapizado.

     —Yin. —Un par de chicas llamaron a mi amigo y este se giró—. Vamos a la piscina, ¿te apuntas?

     El chico casi se torció el cuello al verlas. Las dos eran preciosas, una llevaba un traje de ángel y la otra, de demonio con piercings.

     —¡Sí! —respondió por encima de la música y tornó la vista en mí, como si se acabara de acordar que estaba ahí—. ¿Y tú qué dices?

     —No sé nadar y ahí está Emily —le aseguré para no cortar el rollo.

     —Recuerda, los problemas se dejan en la puerta.

     Me sacudió los hombros, enérgico. Yo le sonreí, fingiendo que me lo creía. Posé el vaso sobre su respectivo posavasos y me alisé el vestido. Llegó mi momento.

     Hice contacto visual con el infiel, mejor conocido como Derek. Él hizo una cara de espanto al verme y se levantó tan rápido que pensé que se le reinició el Windows de su cuerpo. Miré a detrás para comprobar si había un monstruo a mi espalda. ¿Estaba huyendo?

     Em se levantó al llamarla y fue con los brazos extendidos para darme un abrazo de oso. Su disfraz era de conejita, la tela se ajustaba a su cuerpo como un guante y lucía adorable con los bigotes y orejas alargadas. Me dijo que estaba preciosa, más delgada y esto último se sintió delicioso. Incluso me quitó parte del mal sabor de boca.

     —Vas disfrazada de... —Dejó la frase en el aire, hizo una pausa para estudiarme y continuó—. No sé, ¿una diablesa?

     —Soy Caperucita, tengo una capa y es de color rojo.

     Agarré la prenda y se la mostré. ¿Por qué la mala suerte tenía una fijación conmigo?

     —¿Ella no es como una pastorcita y utiliza una cesta? —cuestionó.

     —No tenía una cesta, mi Caperucita utiliza bolso.

     —Oye, ¿me guardas el móvil? Es que estos pantalones no están pensados para llevar nada en los bolsillos.

     Me resultaba un tanto extraño la situación. Entonces, caí en la cuenta de que echaba en falta a Luke, él seguramente ya se habría puesto a bailar y estaría metiéndonos en el ambiente en lugar de estar centrándonos en un estúpido disfraz.

     Intenté concentrarme en el momento, dejar a un lado nimiedades y hablar con claridad sobre Derek.

     —Em, tengo algo que decirte y no va a gustarte.

     —Supongo que será por lo de Derek —dijo para mi sorpresa.

     —¿Ya lo sabes? —No oculté el asombro.

     —Por eso hemos venido —respondió y se encogió de hombros algo molesta—, Derek quiere hablar con sobre por qué le han echado del grupo.

     —¿Yin y Will le han echado?

     —No me ha querido dar detalles.

     ¿Habría tenido algo que ver con lo que pasó conmigo? Aquel pensamiento resultaba egocéntrico. Me negaba a pensar que Will hubiera hecho eso solo porque ese sinvergüenza se encaró conmigo.




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