Hecha de Estrellas

55. Todos necesitamos amor en nuestra vida

Subí las escaleras, anduve hasta mi habitación y allí saqué el móvil de la caja. Tenía el color del oro rosado y más cámaras de las necesarias para mí. Todo aquello era un poco demasiado. Mis pensamientos seguían enredados, notaba un nudo en el estómago y cómo la culpa me invadía. Apreciaba su gesto, pero también me sentía incómoda. ¿Podría corresponderle de alguna manera? Mi lado perverso imaginó formas que haría chillar a Ned Flanders. Supuse que ya era tarde para devolverlo.

     Pasé unos minutos configurando el teléfono. Milagrosamente, conservé todas mis fotos y videos. Luego, revisé si las conversaciones con mamá aún estaban intactas. Respiré tranquila y busqué a Will entre mis contactos.

"No te he dicho algo importante".

"Gracias por el regalo".

"Eres de lo que no hay".

     Escribí en el móvil. Sentí cierta tranquilidad al estar comunicándome por la pantalla. Su respuesta no tardó en llegar.

"¿Eso quiere decir que te gusta?".

"Mucho".

"Y no me esperaba que fuera rosa".

     Sonreí mientras tecleaba. Hubo una breve pausa antes de que su siguiente mensaje llegara.

"Es que era para ti y ese el color que me

viene a la cabeza cuando pienso en ti".

"Pues es perfecto"

"El rosa es mi color favorito".

     Creía que él solo podía pensar en blanco y negro, fue todo un hallazgo. A medida que nuestra conversación continuaba, fantaseé de nuevo. Sentía alivio y tristeza con gemela intensidad. Me había acostumbrado a la compañía de Will y a sus sonrisas de colmillos. Ahora, ese vínculo era como un hilo frágil, extendido hasta su límite. En otra vida, yo hubiera podido ser su chica.

     De pronto, escuché unos toques en la puerta y aparté la vista del móvil.

     —Nenita —reconocí la voz de papá—. Llamo para respetar tu privacidad, pero entraré de todos modos para reafirmar mi autoridad como padre.

     Fui a la puerta antes de que utilizara el ariete paternal para derribarla. Me apoyé en el marco y vi su rostro. Serio, pero no enfadado.

     —¿Quieres hablar de la cena? —pregunté yo.

     —Él me ha caído bien. No conoceré a nadie que realmente te merezca, pero este ha sido claro y tiene agallas. Solo quiero que tengas cuidado.

     —Es un poco atrevido —dije con una sonrisa nerviosa—, pero no es malo. Le he invitado a conocer a la yaya.

     —Mary... —Papá soltó un suspiro—. Eric va a pasar unos días complicados, sobre todo sin Gloria.

     —¿Y tú?

     —Mmm. —Puso cara extraña—. Yo... igual que todos. Es decir, ella casi forma parte de la familia.

     —Papá, ¿podemos hablar sobre lo que hay entre Gloria y tú? —Miré a ambos lados del pasillo y bajé el tono.

     Tensó cada músculo, como si una ola de frío le hubiera congelado. Pensé que ya era hora de dejar de ignorar al elefante rosa de la habitación. Señaló el interior de mi cuarto y me hice a un lado para que pasara. Cerró la puerta tras de sí.

     —Yo... ella, nosotros, —empezó a decir pronombres. Mis balbuceos, nervios y muecas vienen de él—. ¿Tú qué...? Dios mío... —Se pasó una mano por la cara y tomó aire—. No quiero que te sorprendas, pero sí. Gloria y yo estamos juntos.

     Eso no sorprendía a nadie.

     —Papá, no estoy sorprendida.

     —¿Ni enfadada?

     Negué con la cabeza.

     —Gloria es estupenda.

     Papá volvió a suspirar, pero esa vez noté que fue como dejar escapar la tensión acumulada. Su expresión también se calmó.

     —Es como si me hubieras quitado de encima una de las patas de un elefante. Iba a contároslo pronto —confesó, se acercó a mí y comenzó a sonrojarse—. Gloria es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Eric la quiere con locura, ahora sé que tú también estás de acuerdo y Blanca... aún estamos buscando el momento adecuado. Ella es más sensible.

     Las palabras de mi padre resonaron en el pasillo, llenando el espacio de una extraña mezcla de preocupación y calidez. Sentí el pecho arder.

     —Ya, pero todos necesitamos amor en nuestra vida. —Le sonreí—. Tú no eres la excepción.

     Extendió sus brazos y yo le abracé con fuerza, sintiendo la conexión entre nosotros más fuerte que nunca. Me dio un beso en la frente y me deseó buenas noches. Yo me fui a la cama. Me tendí sobre el colchón e intenté encontrar el sueño.

     Permanecí despierta mucho tiempo.

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Eran las dos y yo daba vueltas entre las sábanas. Recordaba la noche anterior: tumbados, desnudos, besándonos, dejando que él me tocara y deseando que no se hubiera quedado ahí... No dejaba de interpretar todo lo que había sucedido. Mi cabeza se volvía más pesada con cada pensamiento.

     Deseaba que apareciese y llevara más allá lo que hicimos. Quería que no estuviera enamorado de Vanessa ni de nadie, que también estuviera dando vueltas por su habitación, quitarle unas horas de sueño por mí. De pronto, me vi en la necesidad de escribirle a mamá y contarle todo. Necesitaba ordenar mis pensamientos, ya que con Luke funcionó.

"Holi, mamá.".

"Sé que es muy tarde".

"Pero creo que deberías saber algo".

"Quizás me he enamorado de un chico con el

cual empecé un estúpido juego".

"Se llama Will".

"Es un idiota que me gusta mucho".




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