Hecha de Estrellas

59. No antes de ti

Me hubiera gustado disimular la vergüenza, saber reaccionar o no sentirme tan insegura. Un nudo se formó en mi estómago. Me cubrí el pecho, apoyé un codo para incorporarme y lo miré desde abajo.

     Intenté que la vergüenza no me llegara a la voz:

     —Si lo que me estás preguntando es si soy virgen, la respuesta es no.

     Will se quedó en silencio durante un momento. Cerró los ojos y juré que estuvo contando hasta diez. Cuando los abrió, su actitud se volvió aún más sombría.

     —¿Es un problema para ti que no sea lo que tú esperabas? —pregunté, abrazándome a mí misma.

     La inseguridad empezó a invadir mis pensamientos. Me levanté de la cama y empecé a ponerme la camiseta con movimientos apresurados. Quería escapar de ello, no podía enfrentarme en ese momento.

      Will suspiró profundamente y se pasó una mano por el cabello.

     —Por supuesto que no —respondió—. Tendría que ser un completo imbécil o un hipócrita si te pidiera eso. Si piensas que eso importa, estás muy equivocada. Amor...

     Sentí los ojos llenos de lágrimas, pero no las derramé. Conseguí contenerlas con inspiraciones profundas y concentrándome en ponerme la ropa.

     —Por favor, no me llames así —dije, no podía ni quería que me tratara con dulzura.

     Me pregunté si Will fue así de dulce solo porque creía que yo era virgen o si eso cambiaría algo entre nosotros. Ese hecho parecía haber provocado que ya no quisiera acostarse conmigo. Sé que era estúpido, una simple membrana que cubre la vagina y se puede dañar incluso con un tampón. Sin embargo, me sentí menos valiosa o como si estuviera hecha de cristal: frágil y resquebrajada por dentro.

     Mi teléfono sonó desde la mesita de noche. Se trataba de un mensaje importante. Lo miré y supe que era la oportunidad de irme.

     —Es Emily —dije, sintiendo que mi voz temblaba todavía—. Necesito hablar con ella, a solas.

     No estaba segura de quién necesitaba más hablar de las dos, pero me valía cualquier excusa para marcharme y no ponerme a llorar.

     Él asintió, comprendiendo la urgencia en mis ojos.

     —Está bien, ve y averigua qué pasa. Hablaremos luego.

     Salí de la habitación y dejé a Will solo con sus pensamientos. Una nueva oleada de incertidumbre y emociones tumultuosas se apoderó de mí

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Mi mente aún estaba llena de sentimientos encontrados. Con pasos vacilantes, salí de la casa mientras revisaba el teléfono. El mensaje de mi amiga parpadeaba en la pantalla:

¨Creo que Derek quiere romper conmigo¨.

     Mis manos temblaron al llamar a Emily. Esperé con impaciencia mientras sonaba, hasta que al fin respondió. Los primeros minutos fueron dedicados a intentos por comprender lo que ella decía entre lloros. Emily y yo compartimos secretos, risas y lágrimas desde hace tanto tiempo que podía sentir su dolor incluso a través del teléfono.

     —Fue tan repentino —gimoteó Em al otro lado de la línea—. Derek me llamó esta tarde y dijo que necesitaba espacio.

     —¿Espacio para qué? —interrogué yo, intentando no sonar suspicaz.

     Me acerqué al borde de la piscina para sentarme. Pude quitarme las zapatillas, ponerlas a un lado y meter las piernas en el agua. En ese momento, el sol tenía un tono anaranjado en el cielo, pero la temperatura era agradable. El azul profundo se iba desvaneciendo lentamente, dejando espacio para las primeras estrellas que comenzaban a brillar.

     Quizás, escuchar los problemas de otros me ayudaba a no pensar en los míos (aunque no fueran a desaparecer). ¿Así se sentirán a veces los psicólogos?

     —Eso mismo fue lo que le pregunté —respondió ella en un tono a medio camino del llanto y la pena—. La llamada no duró ni un minuto. Nena, creo que tú tenías razón.

     —Sé que esto es difícil de aceptar. Ya hablamos sobre él, no es la persona adecuada para ti.

     —Luke me dijo lo mismo. —Soltó un sollozo—. Ahora me siento fatal, incluso le envié un par de fotos en sujetador y ni siquiera me contestó.

     Se me heló la sangre, como si mi corazón se hubiese detenido por unos segundos. Me cubrí la cara con una mano y sacudí el rostro. Quería ayudarla, pero no sabía cómo abordar ese tema tan delicado. Me esforcé por ser un apoyo, yo misma había aceptado hacer cosas que no deseaba para mantener a un chico cerca. Sin embargo, la falta de respuesta de Derek a esas imágenes me dejó perpleja y preocupada por el bienestar de mi amiga.

     —No sé muy bien cómo decirte esto —continué—. Fue tu decisión, pero le has dado algo muy íntimo a una persona que solo está haciendo esfuerzos por alejarse de ti.

     —Es que no lo entiendo. —Su voz se quebró—. ¿Por qué fue tan romántico cuando hicimos el amor si luego iba a ignorarme?

     —Nena, es raro que el primer chico de quien nos enamorados sea el indicado.

     Quizás fue porque estaba sensible, pero los recuerdos de mi primera vez se clavaron en mi mente como fragmentos de cristal. Caricias que se volvieron bruscas y palabras dulces que se convirtieron en exigencias. También pensé en la sensación de sentirme atrapada y asustada. Envidiaba a Emily, al menos ella disfrutó esa experiencia.

     —Gracias, Aurora —dijo en un tono dulce—. Siempre estás ahí para mí, incluso cuando no quiero escucharte.

     Sonreí a pesar de cómo me sentía por dentro. Hablamos durante un buen rato, casi estuve a punto de contarle lo que me había pasado un par de veces, omitiendo los detalles más carnales. Agradecí que esa noche tanto la abuela, Eric y papá estuvieran fuera.

     El sonido lejano de los grillos y el suave murmullo del agua de la piscina completaban la atmósfera serena. El mundo se sumía en un silencio expectante, mientras la noche se desplegaba bajo su manto estrellado.




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