Johan se unió al centro a principios de noviembre. Su figura de adolescente escuálido se veía opacada por algo más. Como Theo, estaba en silla de ruedas pero su carácter era más agrio y taciturno que el siempre agradable de mi amigo.
Todos nuestros intentos de hablarle resultaron infructuosos. No había forma de acercarnos a él. Al menos eso pensaba. Me había estado preparando en la biblioteca del instituto para mis primeros exámenes por lo que llegué con el crepúsculo al centro médico.
Todas las luces deslumbraban y el sonido de risas y carcajadas llegaba hasta el exterior. Al entrar lancé un grito cuando una silla de ruedas con Theo como conductor pasó a máxima velocidad por mi lado.
La risa de Ivy era como campanillas de viento. Dulce y melodiosa. Y más cuando hacía alguna travesura. Esta vez estaba sentada sobre Theodore agarrada fuertemente mientras este daba vueltas velozmente por toda la sala como si estuviese en un coche de carreras.
Otra ráfaga de viento agitó mi cabello cuando otra silla de ruedas de la muerte pasó por mi lado esta vez con Johan como piloto. Mis ojos se abrieron sorprendidos.
Estaban haciendo una carrera. Finalmente Johan parecía participar, reír y hablar con todos los demás pacientes. Mary, la psicóloga miraba con aprobación todo el escenario y las demás enfermeras esperaban quietas rondando la sala por si las necesitaban. Siempre alertas.
Theo me vio, asombrada y estática en la puerta y me dedicó una de sus deslumbrantes sonrisas con hoyuelos. Sacudí la cabeza. Estaba orgulloso de sus avances con Johan, podía vérselo en la mirada.
Solo él podría haber conseguido romper el silencio hostil de Johan. Caminé en su dirección y vi como un brillo sonriente los iluminaba.
- ¿Tú buena acción del día? – dije mirando como Scott ,un pequeño huérfano de 4 años trataba de trepar a las piernas de Johan y este reía al ver los vanos esfuerzos del pequeño, rindiéndose y colocándolo él mismo en el lugar.
- Ya sabes como me dicen... Nanny McPhee es mi personalidad secreta. – una sonrisa dulce curvaba sus labios.
- Creo que hallo el parecido. – me acerqué un poco a su rostro como analizándolo. – Si, eso es una verruga.
Su risa llamó la atención de Johan que rápidamente nos miró. Con timidez le dirigí una leve sonrisa y el levantó la mano, saludándome por primera vez en una semana.
- ¿Cómo lo lograste? – le pregunté a Theo asombrada y admirada a la vez. Sus ojos lucieron complacidos al verme y con sencillez y modestia me dijo:
- Con perseverancia hasta domar a un león puede ser posible. Johan es solo un humano así que lo único que necesita es compañía, comprensión y apoyo. Con tal de no estar solos nuestra raza puede hacer milagros.
Me lo quedé mirando extasiada. Una suave estela de calor me hacía preguntarme si quizás eso era lo que yo necesitaba y si Theo era capaz de dármelo.
Cada vez quedaba más segura de que si.