Hechizo fallido, romance garantizado.

Capítulo 5 — La explicación que no quería escuchar

Cuando el examen terminó —y digo “terminó” porque lo entregué en blanco después de que mi muñeca se iluminara tres veces en medio de la prueba—, solo tenía un plan:

Huir.

Huir a mi casa, a otro país, a otro planeta si era necesario.
Cualquier lugar donde él no existiera.

Pero Leo me interceptó en la puerta como si fuera un guardia de seguridad del destino.

—Nara, por favor, ya basta —dijo, bloqueando el paso.

—No, tú basta —respondí, haciendo un amague para la izquierda.
Él se movió.
Intenté por la derecha.
También me bloqueó.

—¿Puedes dejar de actuar como si estuviéramos en un videojuego? —dije, cruzándome de brazos.

—No hasta que hablemos —insistió.

Genial. Ahora no solo tenía magia involuntaria, también un vecino que funcionaba como muro humano.

Suspiré dramáticamente.
—Cinco minutos. Si en cinco minutos no entiendo nada, me voy y fingo que todo esto fue un delirio por falta de sueño.

Leo asintió, y caminamos hacia un pasillo vacío. Bueno… vacío hasta que la marca de mi muñeca empezó a brillar otra vez.

—No quiero que vuelvas a encenderse —susurré hacia mi mano, como si fuera un niño hiperactivo.

Él me miró, serio.
—Eso es lo que quiero explicarte.

—Que somos una lámpara humana, sí, ya vi.

Él negó con la cabeza.
—No es solo la marca, Nara. Ayer, cuando aparecí en tu habitación… sentí algo. Como un tirón. Como si alguien me empujara hacia ti.

Mi estómago dio un vuelco.
—Qué romántico —dije con ironía—. Me “empujó” el universo.

—No es romántico, es… raro —dijo él, frotándose la nuca—. Y hoy, en clase, cuando intentaste alejarte… volvió a pasar. Sentí que tenía que seguirte. Como si estuviéramos…

—Conectados —terminé yo, sin querer decirlo.

Leo bajó la mirada.
—Sí. Eso.

Silencio.
Del incómodo.
Del que te hace querer evaporarte como rocío.

—Ok —dije al fin, respirando hondo—. ¿Entonces qué hacemos? ¿Llamamos a un técnico? ¿Al servicio de atención al cliente de hechizos?

Su boca se curvó apenas, como si luchara por no sonreír.
—Nara, esto es serio.

—¡Mi vida entera es un caos mágico que yo NO pedí! —exploté—. Yo solo quería pasar un examen, Leo. ¡Un examen!

Él dio un paso hacia mí.
Demasiado cerca.
Demasiado rápido.
Y la marca brilló como un pequeño sol rosado.

—Y ahora no puedo alejarme de ti —dijo en voz baja.

Mi corazón decidió imitar la marca.

—Pues… —tragué saliva— muy bien, vecino. Tendrás que acostumbrarte a seguirme entonces.

Se me escapó una sonrisa nerviosa.
Él también sonrió, apenas.
Y por un segundo, solo uno, el lazo entre nosotros se sintió menos como una cadena… y más como un hilo rojo brillante, suave, cálido.

Un hilo que no quería soltar.




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