Luna bostezó como si hubiera estado esperando este momento toda su vida.
Leo y yo estábamos sentados en el borde de mi cama, todavía procesando el brillo de nuestras marcas, cuando ella saltó entre los dos con una elegancia insoportable.
—Bueno —dijo—. Supongo que tengo que explicarles lo que ustedes no van a deducir antes del año 3000.
—Luna, no empieces —murmuré.
—Cariño, si yo no empiezo, nadie empieza. Y ustedes dos son más ciegos que murciélago usando lentes de sol.
Leo la miró con cara de ¿qué demonios está pasando con mi vida?, pero se quedó callado.
Luna se acomodó, infló su pechito felino y comenzó:
—Hace muchos, muchos, MUCHOS años…
cuando yo aún no había nacido, aunque claramente hubiera sido la protagonista… existió una bruja.
Puso una pausa dramática.
—Una bruja poderosa. De esas que tiñen el aire cuando respiran.
—¿Cómo se llamaba? —pregunté.
—No importa. Los nombres viejos tienen peso y no quiero atraer cosas —respondió moviendo la cola—. Escucha: aquella bruja tenía una conexión. Una marca. Como la de ustedes dos.
Leo y yo nos miramos sin saber si eso era bueno o muy, muy malo.
—¿Era… un hechizo? —pregunté.
—No. Las conexiones de este tipo NO se hacen. Nacen. Y solo aparecen una vez cada quién-sabe-cuántos siglos.
Leo tragó saliva.
—¿Y… con quién estaba conectada?
Luna lo miró fijo.
—Con un humano. Como tú.
Leo tensó los hombros.
Yo también.
—Esa conexión —continuó Luna— era igual que la suya:
brillaba, ardía, los unía incluso cuando no querían.
Al principio pensaron que era un milagro. O un regalo.
—¿Y… no lo era? —pregunté con un hilo de voz.
Luna sonrió.
Demasiado.
—Digamos que la historia… no terminó bien.
Mi piel se erizó.
—¿Qué pasó? —pregunté.
Leo también se inclinó hacia ella.
—¿La bruja murió? ¿El humano murió? ¿Se rompió la conexión? ¿Hubo una maldición?
Luna se estiró como si ninguno de nosotros le importara.
—Mmm…
eso es lo divertido del suspense.
No voy a decirlo.
—¡¿CÓMO QUE NO?! —grité.
Leo me miró como si yo acabara de confirmar que estaba loca.
—Si les digo —continuó Luna— se van a asustar, van a hacer drama, van a llorar, van a explotar lámparas otra vez, y honestamente… no tengo energía para barrer vidrio hoy.
—¿Entonces por qué lo mencionas? —pregunté indignada.
Luna me dio un golpecito con la cola en la cara.
—Porque tienen que saber que esto no es un truquito de TikTok.
Es antiguo. Es serio.
Y si no se cuidan… la historia podría repetirse.
Leo respiró hondo.
—¿Repetirse cómo?
Luna sonrió con todos sus dientes felinos.
—No pienso contarlo.
Averígüenlo ustedes.
Es más entretenido.
Yo sentí un escalofrío.
Leo también.
La marca brilló entre los dos, como si acabara de despertar un poco más.
—Luna… —susurré— ¿Esto nos va a poner en peligro?
Luna bajó la mirada.
Por primera vez, sin burla.
—No lo sé.
Pero lo que sea… ya empezó.
La habitación quedó en silencio.
Y por primera vez, la conexión no se sintió solo mágica.
Se sintió como destino.
Me quedé mirando mi muñeca, la marca brillando como si tuviera vida propia.
La pregunta me salió sola, casi en un susurro tembloroso:
—¿Luna… esto pasó por el hechizo que vi en TikTok?
¿Fui yo quien lo provocó?
Luna parpadeó lento, como si le sorprendiera que al fin hiciera la pregunta correcta.
—Ay, cariño… ojalá fueras tan poderosa como para crear conexiones del destino con un ritual cutre grabado en vertical.
—¡Luna! —protesté.
Leo trató de disimular una sonrisa.
—Ese hechizo no creó nada —continuó la gata, sentándose con solemnidad exagerada—. Lo único que hizo fue despertarte.
—¿Despertarme? ¿A mí?
—A tu magia —aclaró—. Estaba dormida. Como una siesta larga y profunda.
—¿Y yo la desperté… con un hechizo de internet?
—Sí. Aunque hay que admitir que eso es muy tú: despertar una fuerza ancestral con un tutorial mal editado.
—¡Luna, por favor!
Ella siguió como si fuera una profesora con pacientes infinitos… pero sin la paciencia.
—Tu magia estaba dormida, pero la conexión no.
La conexión estaba escrita en tu destino desde antes de nacer.
Como una marca invisible esperando el momento correcto para encenderse.
Leo inhaló lentamente, como si cada palabra se le pegara a la piel.
—¿Y por qué se activó ahora? —preguntó.
Luna lo miró con una expresión felina de “tú deberías saberlo, pero bueno”.
—Porque ella despertó.
Y cuando un lado despierta… el otro también.
La conexión lleva siglos esperando este momento.
Sentí que el corazón me daba un vuelco.
—Entonces… ¿si no hacía el hechizo… nunca habría pasado?
Luna negó con la cabeza.
—Habría pasado igual.
Quizás hoy, mañana o dentro de un mes.
Pero habría pasado.
El hechizo solo aceleró lo inevitable.
Leo bajó la mirada hacia su muñeca brillante.
—¿Inevitable? —repitió.
—Sí —dijo Luna, encogiéndose—.
Las conexiones del destino no preguntan.
Suelen llegar cuando quieren… y casi nunca en buen momento.
Yo tragué saliva.
—Entonces… estamos unidos porque… ¿tenía que ser así?
Luna sonrió, con una mezcla rara de ternura y malicia.
—Exacto.
Este lazo no nació por un ritual.
Nació con ustedes.
Y ahora que ambos están despiertos…
no hay vuelta atrás.
La marca brilló de nuevo.
Más fuerte.
Más viva.
Y por un instante, Leo y yo dejamos de respirar.