Me senté en el sillón con las manos temblorosas, mirando la marca en mi muñeca como si fuera una palabra escrita en otro idioma.
Mi abuela seguía de pie frente a mí, con el ceño fruncido y los labios apretados. No estaba enojada… estaba preocupada. Y eso era peor.
—Nara… —dijo—. ¿Qué está pasando?
Luna se acomodó a mi lado con total descaro.
—La niña despertó la magia ancestral con un hechizo de TikTok —anunció como si leyera titulares.
—¡LUNA! —grité.
—¿Un hechizo de qué? —preguntó mi abuela, horrorizada.
—Yo… puedo explicarlo —dije, empezando la frase más peligrosa de mi vida.
Respiré hondo.
Y conté todo.
Bueno… casi todo.
El ritual.
El brillo.
Leo apareciendo en mi ventana.
La conexión.
Las marcas.
El vínculo que late.
La explosión de lámparas.
La gata hablando demasiado.
Todo salió de mi boca como un vómito emocional mágico.
Mi abuela me escuchó sin interrumpirme.
Sin pestañear.
Como si ya hubiera escuchado historias así antes.
Cuando terminé, ella soltó un suspiro largo. Muy largo.
—Mi niña… —se sentó a mi lado y me tomó la mano—. Escúchame con atención.
El corazón me latía en la garganta.
—Nuestra familia —dijo con voz baja— es de brujas.
Brujas antiguas.
Muy antiguas.
Sentí que la habitación giraba.
Luna, por supuesto, aprovechó para hablar:
—Gracias, finalmente alguien que lo dice sin rodeos. Me tenía cansada guardar el secreto sola.
—¡Nadie te pidió guardarlo! —le dije.
La abuela siguió como si Luna fuera simplemente… ella.
—Tu magia viene de la línea de las mujeres. Tu bisabuela la tenía. Yo también. Y tu madre… también.
Me quedé congelada.
—¿Mi mamá? ¿Ella es…?
La abuela asintió despacio.
—Tu madre nació con magia, igual que tú.
Pero eligió otra vida.
Una normal.
Muchas brujas lo hacen.
Cuando era más joven… su magia empezó a causarle problemas. No estaba lista para manejarla. Y decidió dormirla.
Cerrar ese capítulo.
—¿Dormirla… como yo la tenía?
—Exactamente así —respondió, apretando mi mano—. Tu magia estaba como una semilla bajo tierra.
Inactiva.
Esperando.
Y ese hechizo… aunque fuera tonto, la despertó.
—Exacto —añadió Luna—. Aquí nuestra protagonista decidió activar poderes milenarios con un tutorial de 15 segundos. Original, la niña.
—¡Luna, por favor!
La abuela no pudo evitar sonreír un poquito.
—Nara, cariño… no tienes idea de todo lo que tienes por aprender.
Y de todo lo que eres capaz de hacer.
Tragué saliva.
—¿Y la conexión? ¿Es parte de… esto?
La abuela frunció el ceño, confundida.
—Conexión… ¿con quién?
Mi corazón se paró.
—Yo… luego te cuento eso —dije rápido.
Luna bufó.
—Ajá. Muy luego. Como si ese lazo no latiera como alarma de incendio.
—¡LUNA!
Mi abuela me acarició la mejilla.
—Sea lo que sea que te esté pasando, no vas a vivirlo sola.
Voy a quedarme contigo.
Y voy a ayudarte a entender tu magia, a controlarla, a usarla.
Ya no habrá más secretos entre nosotras.
—¿Y mamá? —pregunté, con un nudo en la garganta.
La abuela suspiró.
—Tu madre prefiere hacer como si su magia no existiera. La vida le enseñó a esconderla.
No te preocupes, cuando regrese hablaremos las tres.
Pero por ahora… déjala ir a su ritmo.
Me temblaban los ojos.
—¿Entonces… no estoy loca?
La abuela me abrazó fuerte.
—Estás despierta, Nara.
Eso es distinto.
Y hermoso.
Aunque ahora te dé miedo.
Luna se subió encima de las piernas de mi abuela como si también quisiera participar.
—Entre tú y yo —murmuró la gata—, tienes suerte. Podrías haber despertado la magia sola, sin guía, como tu madre. Al menos aquí hay dos maestras. Una humana, y yo, que soy claramente superior.
La abuela rió.
—Sí, Luna —dijo—. Tú también ayudarás.
Luna levantó la cola, feliz.
—Al fin alguien que lo reconoce.
Cerré los ojos un segundo.
La verdad estaba afuera.
El secreto ya no era mío sola.
Y por primera vez desde que todo empezó… no me sentí sola.