Hechizo fallido, romance garantizado.

Capítulo 19 — Magia avanzada… y problemas avanzados.

Mi abuela me llamó temprano.
Tan temprano que Luna todavía estaba roncando hecha un rollo encima de mi almohada.

—Nara, hoy empezaremos magia avanzada —dijo mientras preparaba hierbas en un mortero.

Yo parpadeé.

—¿Magia avanzada? ¿No es… demasiado pronto?

—El vínculo avanza rápido —respondió—. Tú debes avanzar también.

Luna levantó la cabeza, despeinada.

—¿Magia avanzada? ¿O sea… más posibilidades de muerte? Genial, justo lo que quería.

La ignoré.

Aunque tenía razón: entre más poder, más desastres potenciales.

Pero también más control.

Y eso lo necesitaba.

Lección 1: Manipulación elemental

La abuela colocó cuatro velitas alrededor de un cuenco con agua.

—Hoy probaremos control de elementos básicos.
Fuego. Agua. Aire. Tierra.
Sin explosiones, por favor.

—Intentaré —murmuré.

Ella tomó mis manos y dijo:

—Respira. Conecta con tu centro. Y dirige.

Lo intenté.

El aire vibró suavemente.

La llama de la vela se levantó…

Y luego se inclinó hacia Luna como si quisiera quemarle los bigotes.

Luna gritó:

—¡AMENAZA! ¡ME ESTÁ INTENTANDO ASESINAR!

—¡No fue mi intención! —dije mientras apagaba la llama con las manos.

La abuela suspiró.

—Concentración, Nara.
La magia responde a lo que sientes… no a lo que piensas.

Genial.
Justo necesitaba que mi magia fuera emocional.
Como si ya no tuviera suficiente con Leo.

Lección 2: Invocación de energía

La abuela puso una pequeña piedra pulida frente a mí.

—Hazla levitar.
Pero no la empujes.
No la mates.
No la conviertas en misil.

Yo resoplé.

Levanté las manos…
dejé que la energía subiera…

Y la piedra se elevó unos centímetros.

—¡Sí! —grité emocionada— ¡lo logré! ¡Lo hi—!

La piedra salió volando hacia la ventana.

CRASH.

—Bueno —dijo Luna—.
Por lo menos no era mi cara esta vez.

La abuela se apretó el puente de la nariz.

—Necesitas práctica. Mucha práctica.
Y menos gritar cuando las cosas salen bien.

Lección 3: Control emocional

—Este es el más difícil —dijo la abuela mientras preparaba té de jazmín—.
Tu magia responde a tus emociones.
Y últimamente tus emociones han estado… intensas.

Mi cara ardió.
Leo había sido… mucho.
Su beso seguía grabado en mi piel.

Luna rodó los ojos.

—Traducción: la niña está enamoradísima y la magia se vuelve loca.

—¡No estoy enamoradísima! —mentí. Horrible.

—Ajam —dijo Luna—.
Díselo a tu marca brillante.

La abuela me indicó cerrar los ojos.

—Respira.
Controla lo que sientes.
Domínalo.

Eso intenté.
Con todas mis fuerzas.

Pero entonces…

Toc. Toc. Toc.

La ventana.

Otra vez.

Leo.

Claro.
Tenía que ser él.
Justo cuando yo estaba intentando controlar mis emociones.

Mi abuela no se sorprendió.
Solo dijo:

—Buen momento para practicar.

Luna murmuró:

—Uy, esto será un desastre glorioso.

Leo entró por la ventana como si fuera completamente normal.

—Hola —susurró—.
Pasaba cerca y…

Pero se detuvo al verme sentada en el centro del cuarto rodeada de velas y tierra y agua y fuego.

—¿Interrumpí algo?

—Sí —respondió Luna—.
Su autocontrol.

Yo quería morirme YA.

—Estamos entrenando —expliqué, tratando de sonar calmada.

Leo me sonrió suave.
Ese tipo de sonrisa que desarma edificios enteros.

—¿Puedo ver? —preguntó.

—No —respondió Luna.
—Sí —respondí yo al mismo tiempo.

La abuela dijo:

—En realidad, sí puede.
De hecho… podría ser útil.
Tu magia reacciona a él.
Es importante observar cómo.

¡¿CÓMO QUE IMPORTANTE?!

Leo se sentó a mi lado.
A centímetros.
Centímetros peligrosos.

La marca en mi muñeca vibró.
La magia se movió dentro de mí como si despertara.

La abuela dijo:

—Bien. Nara, intenta controlar el aire.
Hazlo girar suavemente.

Respiré hondo.
El aire se movió alrededor…
empezó a girar…

Leo tomó mi mano sin pensarlo.
Instintivo.

Y entonces…

BOOM.

Una ráfaga de viento salió disparada.
Las velas se apagaron.
Los papeles volaron.
Luna terminó colgando del mantel como si fuera un gato haciendo parkour forzado.

—¡¡¡MIS BIGOTES!!! —gritó.

Leo me soltó.

—Lo siento… no pensé…

La abuela caminó entre el desastre, recogiendo objetos caídos.

—Como lo imaginé —dijo con calma sorprendente—.
Cuando están cerca, la magia se acelera.

Leo se puso serio.

—¿Eso es… bueno?

La abuela lo miró con ojos que sabían demasiado.

—Eso depende —respondió—.
De cómo usen esa conexión.

Yo sentí la piel erizarse.
Leo también.

Algo había en su tono.
Algo que no entendí… pero que él sí pareció notar.

Luna, desde el suelo, dijo:

—Bueno, me alegra saber que su romance va a destruir la casa pronto. Así voy empacando mis cosas.

La abuela respiró profundo.

—Seguiremos mañana.
Por ahora… descansen.
Ambos.

Leo y yo nos miramos.
Mi corazón latía fuerte.
Demasiado fuerte.

Y así terminó el entrenamiento avanzado:

Con magia fuera de control.
Con la abuela más preocupada que antes.
Con Luna resentida.
Y con Leo y yo peligrosamente sincronizados.

Algo se acercaba.
Podía sentirlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.