Hechizo fallido, romance garantizado.

Capítulo 22 — La primera protección.

Dormí poco después del sueño.
Cada vez que cerraba los ojos veía el símbolo brillando sobre el lago…
y la silueta acercándose.

Por eso, cuando mi abuela abrió la puerta al amanecer, yo ya estaba despierta.

—Hoy empezamos —dijo sin preámbulos.

—¿Empezamos qué?

—Tu protección.
La de verdad.

Luna bostezó en mi almohada y murmuró:

—¿Podemos desayunar primero? No quiero morirme con el estómago vacío.

Mi abuela, ignorando a Luna como toda una profesional, me hizo levantar.

El lugar de entrenamiento.

Me llevó detrás de la casa, a un pequeño círculo de piedras antiguas.
Nunca lo había visto.

La tierra parecía más oscura allí.
El aire más frío.

—Este círculo pertenece a nuestras antepasadas —susurró mi abuela—.
Para aprender defensa, debes estar aquí.
La magia reconoce este lugar.

Luna se puso seria.
Mucho más de lo normal.

—Ay no… este círculo huele a problemas.

—Eso es porque tú no te bañaste —le respondí.

—¡YO ME LIMPIO SOLA! ¡SOY UNA DAMA!

Mi abuela golpeó el suelo con su bastón.

El círculo brilló suavemente.

Yo tragué saliva.

—¿Qué tengo que hacer?

Protección nivel uno: el escudo interno.

—Primero —dijo mi abuela— debes aprender a crear un escudo dentro de ti.
Nadie puede protegerte si tú no sabes cómo hacerlo.

Se paró frente a mí, levantó las manos y explicó:

—Cierra los ojos.
Respira.
Encuentra tu centro mágico.
Ese lugar donde sentiste el vínculo por primera vez.

Lo intenté.
Respiré profundo.

Y la magia dentro de mí respondió: cálida, viva… y nerviosa.

—Ahora —continuó ella— imagina una luz.
Pequeña, pero fuerte.
Alrededor de tu pecho.

La imaginé.

La luz se encendió.
Real.
No solo en mi mente.

Luna se escondió detrás de una roca.

—¡Ay, ya empezó a brillar! Siempre que brillas algo explota, yo me voy—

—Luna, quieta —ordenó la abuela sin siquiera mirarla.

La luz creció lentamente.

Se expandió dentro de mí.

Sentí paz…

Y luego…

Un golpe frío desde afuera.

Como si alguien empujara contra el escudo.

Mis ojos se abrieron.

—¿Qué fue eso?

Mi abuela no respondió enseguida.

—Tu magia sintió algo —dijo finalmente—.
Algo que intenta entrar.
Por eso debes fortalecer tu escudo.

El miedo intentó escalarme por la espalda, pero me obligué a respirar.

Volví a cerrar los ojos.

Luz.
Luz.
Luz.

Hasta que la sensación fría se alejó.

Mi abuela tocó mi hombro.

—Muy bien.
Para ser tu primera vez… mejor que la mía.

Luna salió de detrás de la roca.

—¿Ya no vamos a morir?

—No hoy —respondió mi abuela.

Protección nivel dos: el círculo personal.

Mi abuela dibujó con su bastón una línea alrededor de mis pies.

—Este es tu espacio.
Tu círculo.
Mientras lo mantengas estable, nada externo podrá tocarte.

—¿Y qué hago?

—Mantenerlo vivo.

—¿Y si me distraigo?

—Entonces adiós, Nara —dijo Luna dramáticamente—. Fue lindo conocerte.

—¡Luna cállate!

Mi abuela suspiró.

—Concéntrate.
Necesito ver cuánto puedes sostener.

La línea comenzó a brillar.

Yo respiré hondo…
la magia respondió…
la luz subió por mis piernas…

y el círculo se activó.

Durante un rato lo sostuve bien.
Muy bien, de hecho.

Hasta que…

Un sonido.
Leve.
Entre los árboles.

Como una pisada.

Mi corazón dio un salto.

La luz del círculo se tambaleó.

—No te distraigas —dijo mi abuela con severidad.

El sonido volvió.
Más cerca.

Mi respiración se aceleró.
La luz del círculo tembló otra vez.

Luna se pegó a mi pierna.

—Nara… eso no soy yo. Eso de ahí huele a NO-HUMANO.

La luz casi se apagó.

Mi abuela agarró mi rostro entre sus manos.

—¡Concéntrate!
El miedo también es un lugar.
Pero no uno donde debas vivir.

Respiré.
Fuerte.

Una, dos, tres veces.

La luz volvió.
El círculo se estabilizó.

Y el sonido… se alejó.
Como si algo se hubiera retirado.

Mi abuela exhaló lentamente.

—Bien —dijo—.
Eso fue… mejor de lo que esperaba.

Nara, no estás sola en esto.

Me abrazó.

Y por primera vez desde el sueño, sentí que podía respirar.

Esa noche.

Cuando fui a mi cuarto, Luna se tiró sobre mi almohada.

—Bueno… si mañana no morimos, quiero panqueques.
—No vamos a morir mañana.
—Entonces quiero doble ración.

Me reí.
No mucho.
Pero lo suficiente.

Porque aunque algo oscuro me observaba…
aunque el símbolo me perseguía en sueños…

Sentí que estaba empezando a ser más fuerte.

Y eso, por ahora, era suficiente.




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