Hechizo fallido, romance garantizado.

Capítulo 25 — Cuando la oscuridad huele las grietas.

No sé cuánto tiempo estuve llorando.
Minutos.
Horas.
Se sentía eterno.

Mi corazón dolía como si alguien lo apretara con una mano fría.
Y cada vez que recordaba las palabras de la madre de Leo…

“Los cazadores no se enamoran de sus presas.”

Mi pecho se rompía un poco más.

Luna estaba a mi lado, pero no hablaba.
Ni un chiste.
Ni una queja.
Nada.

Y eso… era raro.

Muy raro.

Respiré temblando.

—No puedo creerlo… —susurré—.
Él… él estaba conmigo… y todo era mentira.

Luna me miró de reojo.

—Nara… no deberías llorar así. Tu magia se siente… frágil.

No tuve fuerzas para contestar.

Me tapé la cara con las manos.

Y entonces ocurrió.

Un silencio extraño.

No el silencio normal de la noche.
Uno… más pesado.

Como una manta húmeda sobre mi piel.

Me incorporé un poco.
Mi corazón, aún destrozado, empezó a latir más rápido.

—¿Luna…?

Luna se erizó como si le hubiera pasado electricidad por el lomo.

—Shh.
No te muevas.

La temperatura bajó.
La luz de la habitación parpadeó.

Una sombra se deslizó por la pared.

No una sombra normal.

Se movía sola.
Respiraba.
Palpitaba.

Como si estuviera viva.

O como si fuera… algo que estaba imitando la vida.

Mi garganta se cerró.

—No… no puede ser…

La sombra se estiró lentamente hacia mi cama.

Luna se puso delante de mí, arqueando la espalda.

—Tócala y te arranco la cara, monstruo de mala calidad.

Pero la sombra no se detuvo.

Llegó al borde de la cama.
Y una voz…
una voz hecha de viento y ceniza…

susurró:

—Nara…

Mi cuerpo entero se heló.

No era la voz de Leo.
No era humana.
No era nada que pudiera describir.

Era vieja.
Fría.
Hambrienta.

La sombra se levantó un poco del suelo.
Como una figura sin forma.

Mi corazón gritaba.

Mi magia…
mi magia se descontroló.
Como si quisiera salir corriendo de mi cuerpo.

—No te acerques —susurré, temblando.

La sombra avanzó.

Mi marca ardió.
Mucho.
Más que nunca.

Como un fuego intentando protegerme.

Y la sombra retrocedió medio centímetro…
pero luego volvió a avanzar.

Luna saltó frente a mí.

—¡ABUELAAAAAA! ¡TU NIETA ESTÁ SIENDO PERSEGUIDA POR UN FANTASMA DEL MAL! ¡LA MAGIA SE ESTÁ YENDO POR EL DRENAAAJEE!

Pero la abuela no llegó.

No había tiempo.

El aire alrededor empezó a vibrar.
La luz se apagó.
El ambiente se cerró sobre mí…

Y la sombra estiró algo parecido a una mano.

Mi pecho ardió otra vez.
Mi marca brilló…
y toda la habitación se llenó de un resplandor blanco.

La sombra gritó.

Un sonido horrible, como metal quebrándose.

Retrocedió.
Se rompió en pedazos de humo…

Y desapareció.

La luz regresó.

Luna jadeaba.
Yo también.

—¿Qué… fue… eso? —pregunté apenas respirando.

Luna se acercó a mí, temblando.

—Fue algo que no debería estar aquí.
Algo que huele tu tristeza como un depredador.
Algo que te quiere. Y no de una forma linda.

Mis manos seguían temblando.

—¿Crees… crees que fue… un cazador?

Luna me miró como si acabara de preguntar si la luna es de queso.

—Nara. Por favor. Eso no fue humano. Ni mitad humano.
Eso fue algo muy antiguo. Y muy interesado en ti.

Se me heló el estómago.

Y entonces lo entendí.

El sueño.

El símbolo.
La frase.

“El destino ya despertó.”

Despertó algo.
Algo que ahora venía por mí.

Y yo estaba sola.
Aterrada.
Y traicionada.

Sin Leo.
Sin respuestas.

Con solo una cosa clara:

Lo que fuera eso… no iba a detenerse.




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