Hechizo fallido, romance garantizado.

Capítulo 34 — El libro que me eligió.

El primer día en la casa del linaje fue… extraño.
No malo.
Solo nuevo.
Como si cada objeto, cada sombra y cada pared estuvieran evaluándome, decidiendo si me aceptaban.

Mi abuela insistió en que hiciéramos cosas simples, terrenales, para que mi magia no se estresara más.

—Lo primero para una bruja herida es calidez —dijo—. La magia responde mejor cuando el cuerpo y el espíritu descansan.

Así que pasamos la tarde recolectando leña cerca del claro.

El aire olía a tierra húmeda y hojas viejas.

Cada rama que recogía crujía con un sonido vivo.

Luna caminaba detrás de mí con su típica queja:

—Este bosque tiene demasiados bichos. ¡Demasiados! Voy a demandar al ecosistema.

Yo rodé los ojos, pero su voz era justo lo que necesitaba para no sentirme atrapada dentro de mis pensamientos.

Cuando regresamos, encendimos la chimenea.
La casa se llenó de un calor suave y anaranjado que me abrazó como si hubiera estado esperando ese momento.

Mi abuela cocinó algo delicioso: pan caliente, sopita casera con especias mágicas, y postre de miel.

Comíamos sentadas en el piso, con Luna intentando robar trocitos como siempre.

Por unas horas…
me sentí normal.
Me sentí en casa.
Me sentí… cuidada.

El cuarto del retrato.

Cuando llegó la noche, la abuela me dijo:

—Escoge la habitación que quieras. Todas fueron usadas por nuestras mujeres alguna vez.

Recorrí el pasillo hasta la última puerta, la que estaba a la derecha.

Y ahí estaba.

El cuadro.

La mujer del sueño.

El vestido negro.
El cabello oscuro.
Los ojos que parecían conocerme desde antes de que yo naciera.

Mi corazón dio un vuelco.

—Genial —murmuró Luna asomándose—. ¿Podemos dormir con fantasmas? ¿O hay que pagar un extra?

Ignoré a la gata y entré.

Algo dentro de mí sabía que debía dormir allí.

Como si el cuadro… me llamara.

Me acosté, la herida cubierta, la marca brillando apenas bajo la luz tenue.

Y me quedé dormida con la imagen de la mujer mirándome desde la pared.

El sueño.

No tardó en aparecer.

La mujer del vestido negro caminó hacia mí como si su mundo y el mío fueran uno solo.

No parecía un sueño.

Parecía un encuentro.

—Me estás escuchando mejor —dijo con una voz suave, casi maternal.

—¿Qué… qué quieres de mí? —pregunté sin miedo esta vez, solo con necesidad de entender.

Ella levantó una mano y señaló el cuarto…
el mismo cuarto donde yo dormía en la vida real.

La pared.
La esquina derecha.
La tabla del piso ligeramente levantada.

—Allí —dijo—. Ahí está lo que necesitas.

Un destello dorado iluminó la esquina, como si algo escondido latiera bajo las tablas.

La mujer se acercó más.
Su rostro estaba cerca del mío.
Sus ojos… no eran fríos.
No eran duros.

Eran protectores.

—Tu magia está dañada, pero no destruida —dijo—. Tu espíritu está herido, pero no quebrado.
Tienes que fortalecerte, Nara.

Mi nombre en su voz me hizo temblar.

—Tienes que levantarte.
No por tu linaje.
No por tu destino.
Por ti.

La habitación del sueño se llenó de un brillo blanco…

Y ella susurró antes de desaparecer:

“Encuentra el libro.”

El amanecer de un propósito.

Desperté con el corazón acelerado.

El cuadro me miraba.
O eso parecía.
La marca en mi muñeca ardía muy suave… como si supiera lo que estaba por hacer.

Luna apareció saltando a la cama.

—Buenos días. Dormiste muchísimo para alguien perseguida por entidades del terror.

—Luna… creo que sé dónde está el libro.

La gata abrió los ojos como platos.

—¿El libro? ¿El libro del sueño? ¿El libro que parecería una mala idea… pero a la vez una excelente idea?
¡Vamos!

Me levanté, caminé a la esquina del cuarto y me arrodillé.

Como en el sueño, una de las tablas del piso tenía un hueco apenas visible.

Metí mis dedos.
Tiré.

La madera cedió.

Debajo había un compartimento negro.
Oscuro.
Silencioso.

Y dentro…

Un libro.

Negro.
Antiguo.
Con un sello dorado igual al símbolo en mi muñeca.

Lo toqué.

Y la marca en mi piel ardió.

Luna saltó hacia atrás.

—¡Ay, virgen santa de los gatos! ¡Eso encendió como microondas!

Mi respiración se aceleró.
El sello del libro brilló…

Y entonces ocurrió.

La marca de mi piel se alineó con el símbolo del libro.
Como si fueran dos piezas del mismo rompecabezas.

Un haz de luz negra y dorada unió ambos.

El libro tembló.

Mi mano también.

Y se abrió.

Solo para mí.

Las primeras páginas se llenaron de letras antiguas que se movían como si estuvieran vivas.

Hechizos poderosos.
Ritos de fortaleza.
Encantamientos para reconstruir la magia rota.
Métodos para enraizar la energía del espíritu.
Normas para proteger el alma del vínculo.

Mi corazón dio un salto.

Este libro…

era la clave.

Mi salvación.

Mi camino.

Mi poder.

Cerré los ojos y respiré hondo.

—Tengo que ser fuerte… —susurré—. No voy a dejar que el dolor me destruya.

Luna asintió con orgullo.

—Así se habla, bruja favorita. ¡Ahora sí empieza lo bueno!

Yo miré el libro.

Y sentí que..

No estaba perdiéndome.

Estaba despertando.




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