La abuela cerró la puerta con un gesto brusco.
Nunca la había visto tan seria… ni tan preocupada.
—Nara —dijo—, tenemos que averiguar qué fue eso. Ya.
Sacamos todos los libros viejos del mueble del salón.
Algunos estaban tan cubiertos de polvo que tuve que toser.
Otros tenían hojas amarillentas y olor a humedad.
Y Luna, como siempre, saltaba encima de todos ellos sin permiso.
—Esto parece una venta de garage del inframundo —murmuró mientras se sacudía el polvo de una oreja—. Si sale un ratón fantasmal, renuncio.
La abuela y yo revisamos libro tras libro por horas.
Nada.
Solo hechizos básicos, genealogías antiguas, relatos incompletos…
Hasta que encontré uno al fondo del mueble inferior.
Tan cubierto de polvo que parecía parte del mueble mismo.
—Abuela… ¿y este? —pregunté, levantándolo.
Estaba envuelto en cuero viejo, casi negro, con un símbolo grabado en la tapa: un círculo atravesado por tres líneas.
La abuela palideció.
—Nara… ese libro no debió estar aquí.
—¿Por qué? —pregunté, sintiendo un escalofrío.
—Porque yo… yo nunca lo guardé en esta casa.
Lo puso sobre la mesa con cuidado.
Lo abrió.
Las hojas estaban llenas de un idioma que jamás había visto.
—¿Qué dice? —pregunté.
La abuela respiró hondo.
—Es lenguaje arcaico de brujos antiguos… casi nadie lo entiende ya.
—¿Y tú sí?
—Lo suficiente —respondió, pero con un tono que no me gustó nada.
Pasó la página.
Leyó.
Y su expresión cambió lentamente…
de concentración…
a inquietud…
a miedo.
—Abuela… ¿qué dice? —insistí.
Ella apoyó un dedo sobre un dibujo: un grupo de figuras con túnicas negras, rodeando a una bruja.
—Nara… —susurró—. Estos son los primeros cazadores de brujas.
El corazón me dio un vuelco.
—¿Cazadores? ¿Como… como los que yo escuch—?
—No. Estos son los originales. Los del principio de los tiempos —explicó—. Los que fueron creados para eliminar brujas que usaban su magia para destruir a la humanidad. Eran justos. Equilibrados. Tenían reglas.
Pasó la página.
—Pero hubo un grupo dentro de ellos… que se corrompió.
En la ilustración siguiente, un cazador dibujado con sombra negra salía del grupo, seguido por otros.
—Este grupo se separó —continuó la abuela—. Empezaron a creer que no debía quedar ni una sola bruja. Ni buenas, ni malas. Que la magia era una amenaza en sí misma.
Tragué saliva.
—¿Los que vimos en el bosque…? ¿Son ellos?
La abuela no respondió.
Solo pasó a la siguiente página.
Había una mujer dibujada allí.
Una bruja.
Con un aura brillante.
Poderosa.
Pura.
Y bajo ella, una frase que la abuela tradujo con voz temblorosa:
—“Solo una bruja nacida con corazón puro, destinada desde antes de abrir los ojos al mundo, será capaz de destruir a los cazadores oscuros… cuando ellos vuelvan por su linaje.”
Sentí la sangre helarse en mis venas.
—¿Qué… qué significa eso?
—Que estaban esperando a una bruja específica —dijo la abuela—. Una que nacería milenios después. Una con una magia que no existe en nadie más.
Me miró.
Directo.
Por primera vez… con miedo real.
—Nara…
—¿Sí?
—La que describe este libro…
Eres tú.
El libro tembló bajo mi mano.
La marca en mi piel ardió.
Y el bosque afuera crujió… como si alguien caminara alrededor de la casa.
Luna se pegó a mi pierna, completamente erizada.
—Nara… —susurró—. Los que vimos hoy…
No vinieron a mirar.
Vinieron porque tú despertaste.