Hechizo fallido, romance garantizado.

Capítulo 46 — Cerca de ti.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que logramos cerrar la herida de Leo.
La abuela se había ido a preparar una infusión rara que “reponía la energía”.
Luna estaba en la cocina supervisándola, más porque quería robar comida que por ayudar.

Y Leo…
Leo estaba recostado en el sillón con una manta encima, respirando más tranquilo.

Yo me quedé arrodillada a su lado, cansada, temblando un poco todavía.
La luz que había salido de mí todavía vibraba en mis huesos.
No dolía.
Pero sentía como si mi cuerpo no fuera exactamente mío.

Leo abrió los ojos lentamente.

—¿Nara?

—Aquí estoy —susurré.

Él me miró con esos ojos verdes que parecían más claros en la penumbra.
No había miedo en su mirada.
Ni confusión.
Solo… suavidad.
Una suavidad que me derritió el corazón y lo apretó al mismo tiempo.

—Pensé que… te habías ido —dijo él en un murmullo.

—¿Dejarte así? —negué con la cabeza—. No podría, Leo.

Él respiró hondo y se incorporó un poco, con esfuerzo.

—Gracias… por salvarme —sus labios hicieron un gesto suave—. Aunque casi me arrancas las cejas con ese destello.

Se me escapó una risa nerviosa.

—No sabía que tenía… eso dentro.

—Sí lo tenías —Leo levantó una mano temblorosa y rozó mi mejilla con los dedos—. Solo necesitabas sentir algo lo bastante fuerte para sacarlo.

Mi corazón dio un salto tan grande que estuve segura de que él lo escuchó.

Yo no debería permitir que me tocara.
No con todo lo que sabía ahora.
No con el dolor que habíamos pasado.

Pero no me moví.

Leo siguió:

—Cuando vi que la sombra venía hacia mí… pensé en dos cosas.
La primera: que no iba a dejar que me llevara antes de protegerte.
La segunda… —trago saliva— que tal vez nunca te diría lo que siento por ti.

Mi respiración se cortó.
Él estaba demasiado cerca.

—Leo…

—No tienes que decir nada —interrumpió él con un suspiro cansado—. Solo quería que lo supieras, por si… bueno… por si esa sombra tiene buena puntería la próxima vez.

—¡¿Y POR QUÉ ASUMEN QUE HABRÁ UNA PRÓXIMA VEZ?! —gritó una voz indignada desde la entrada.

Los dos nos sobresaltamos.

Luna estaba parada ahí, con las patas abiertas, la cola rígida como una antena, y una expresión que decía claramente que había presenciado demasiado romance por hoy.

—De verdad, ustedes dos son insoportables —bufó—. Una pelea, un ataque, un destello que casi me deja calva… ¿y ahora quieren empezar con confesiones amorosas? ¡ESTOY COMIENDO, POR FAVOR!

Leo soltó una carcajada floja.
Yo me llevé las manos al rostro, roja hasta las orejas.

—Luna, por favor —le dije—, ¿puedes ser normal cinco minutos?

—¿Normal? —ella me miró como si hubiera dicho la peor estupidez del universo—. Soy una gata mística. ¡Lo normal me da alergia!

Leo se acomodó de nuevo en el sillón, sonriendo.

—La extrañé —murmuró.

—No digas eso, que se agranda —respondí rodando los ojos.

—¡YA ESTOY AGRANDADA! —gritó Luna desde la cocina—. ¡Y con mucha razón!

Yo suspiré.

Me volví hacia Leo.

—Necesitas descansar.
Te quedas aquí esta noche.

—No quiero molestar… —dijo él, aunque sus ojos ya se cerraban de agotamiento.

—No estás molestando —le aseguré, acomodando la manta—. Estás a salvo aquí.

Leo abrió un ojo, apenas.

—¿Contigo?

Yo tragué saliva.

—Sí… conmigo.

Él soltó un sonido suave, una especie de alivio profundo, que me apretó el corazón.

—Entonces no me voy —susurró.

Y se quedó dormido, respirando tranquilo, como si por fin pudiera descansar después de días de tormenta.

Yo me senté junto a él, apoyé la cabeza en el brazo del sillón y lo observé dormir.
Sentí mi magia calma, cálida, segura.

Luna se acurrucó en mis piernas.

—No te enamores demasiado, humana —dijo con voz baja—. Aunque debo admitir que el chico tiene potencial.

—Luna…

—Bueno, ¡tú siempre te enamoras peor! —replicó ella—. Al menos este tiene cara bonita.

Le acaricié la cabeza.
Ella ronroneó como si hubiera ganado el argumento.

Y así, con Leo dormido, Luna hecha un ovillo y la casa respirando en paz después de tanta oscuridad…

cerré los ojos y dejé que mi corazón se llenara, por un segundo, de todo lo que no me atrevía a decir en voz alta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.