Hechizo fallido, romance garantizado.

CAPÍTULO 53 — Revelaciones .

La abuela seguía sosteniéndome las manos, como si temiera que la luz fuera a escaparse otra vez de mi piel.
Lo que me había revelado aún daba vueltas en mi cabeza:

"La Llama del Origen."
"La única que puede destruir a la entidad."
"La que ellos temen."

Yo.
Todo eso… yo.

Sentí un peso en el pecho.

—Abuela… —mi voz era un susurro—. Yo no puedo con esto.

Ella me tocó el rostro con una ternura que dolía.

—Mi niña, no elegimos la magia que nos toca. Pero sí elegimos qué hacemos con ella.

Tragué saliva, intentando no llorar.

—¿Y si no puedo controlarla?
—Podrás —contestó ella sin dudar—. Pero necesito que entiendas algo más.

Me soltó despacio y entrelazó los dedos, como si buscara las palabras correctas.

—La Llama del Origen despierta con una emoción extrema.
La primera vez… siempre ocurre por amor, miedo o peligro mortal.

Mi corazón dio un salto.

La abuela continuó:

—No sé cuál de esos tres despertó tu luz hoy… pero vi cómo reaccionaste cuando Leo corrió hacia ti.
—Abue…
—No me mientas —sonrió—. Soy vieja, pero no ciega.

Sentí que las mejillas se me calentaban.

—Pero escucha esto con atención, Nara:
La Llama del Origen se fortalece con emociones sinceras…
pero también se rompe con emociones rotas.

Abrí los ojos.

—¿Rota… cómo?
—El corazón de una bruja poderosa puede ser su mayor arma… o su ruina más grande.

La sombra.
Esa frase.
“Él te quebrará como a todas.”

Un escalofrío me recorrió los brazos.

La abuela notó mi expresión y frunció el ceño.

—¿Qué te dijo esa cosa, Nara?

Abrí la boca para responder, pero un sonido detrás de la puerta hizo que las dos nos giráramos.

Pisadas.

Muy suaves.

La abuela apretó los labios.

Abrió la puerta de golpe.

Leo estaba allí.

De pie.
Pálido.
Con la camisa rota por el entrenamiento.
Y el rostro lleno de una angustia que me hizo temblar.

—Lo… lo siento —dijo él inmediatamente—. No quería interrumpir. No quería escuchar. Yo solo… escuché mi nombre y…

La abuela lo miró como si pudiera ver a través de él.

—¿Cuánto escuchaste? —preguntó.

Leo tragó saliva.

—Lo suficiente.

El silencio cayó como un peso entre nosotros.

La abuela cruzó los brazos.

—Entonces ya sabes que lo que te une a Nara… no es un juego.

Leo bajó la mirada.

—Nunca pensé que lo fuera.

Sus palabras me apretaron el corazón.

La abuela lo observó por un largo segundo.

—Si deseas quedarte en esta casa, Leo, debes entender que la protegerás… no como un cazador.
Como su vínculo.

Leo levantó la vista, directo hacia mí.
Su mirada tenía miedo.
Determinación.
Y algo más profundo… algo que me hizo temblar.

—Lo haré —dijo él con voz firme—. No importa lo que sea. No importa qué cueste.

Algo en mi pecho ardió.

La abuela respiró hondo, preocupada.

—La luz despertó, Nara… pero eso significa que la entidad ya sabe que estás lista.
Y vendrá por ti más rápido de lo que crees.

Leo dio un paso adelante sin pensarlo.

—Entonces vendrá por mí también.

Yo inhalé como si me faltara aire.

La abuela murmuró:

—Esto apenas empieza.

Leo me miraba… como si el mundo entero se redujera a mis ojos.

Y mi magia… respondió a él.
Fuerte.
Caliente.
Peligrosa.

Luna entró al cuarto caminando con elegancia, como si hubiese estado escuchando todo (que claramente sí lo hizo).

—Bueno —dijo sacudiendo la cola—. ¿Nos vamos preparando para el apocalipsis o primero tomamos té?

Leo soltó una risa suave, tensa.
Yo no pude ni respirar.

Porque sabía algo:

Mi luz había despertado…
y él ya formaba parte de ella.




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